Está claro que hay películas que, desde su simple y llana concepción, están llamadas a hacer historia. Clásicos imperecederos que continúan resistiendo el paso del tiempo sin haber perdido un ápice de frescor después de haber marcado un antes y un después a nivel industrial, dramático, técnico o narrativo; y pocos mejores ejemplos podemos usar para ilustrar esta descripción que la eterna 'Psicosis' de Alfred Hitchcock.
El poder de lo mundano
Si tuviésemos que usar un sólo adjetivo para describir este largometraje reconvertido en icono pop, ese sería el de "revolucionario"; término que se puede aplicar a múltiples aspectos de la producción que van desde su condición como obra seminal del slasher —que comparte con la no menos lúcida 'El fotógrafo del pánico'— hasta su visionaria lucha contra los spoilers en una campaña promocional digna del Hollywood actual.
No obstante, hoy vamos a centrarnos en otro frente que hizo grande al título de 1960: el modo en que Hitchcock y el guionista Joseph Stefano lograron incomodar al público con un buen número de artimañas que encuentran su punto álgido en el detalle más inesperado, muy alejado de los saltos triples con tirabuzón narrativos que lograron aterrizar de pie para pillar al respetable con la guardia baja.
Si por algo se recuerda a 'Psicosis' es, probablemente, por el gran funcionamiento de sus dos grandes bazas dramáticas, siendo la primera de ellas su drástico cambio de tono a un campo mucho más sombrío y terrorífico tras unos primeros compases propios de una comedia al uso y, sobre esta, la genial decisión de asesinar a la aparente protagonista justo antes de llegar al ecuador del metraje.
A un nivel mucho menos obvio y artificioso, Hitch y Stefano velaron otras triquiñuelas como mostrar a Marion en ropa interior —algo tremendamente inusual e, incluso, violento— que, de paso, utilizaron para narrar en imágenes la evolución de su personaje; con prendas blancas al comienzo de la historia y con otras negras cuando decide robar el dinero y huir de la ciudad.
Pero el arma más inteligente e inesperada de 'Psicosis' radica en lo más mudano: un váter. Hasta el estreno de la película, no se había estrenado una sola producción en la que se hubiese visto un inodoro ni, por supuesto, se hubiese tirado de la cadena; así que Stefano, convencido de que algo tan insólito y terrenal impactaría al patio de butacas y ayudaría a potenciar la sensación de desagrado que reinaría a partir de ese momento, decidió diseñar una escena para incluirlo.
A pesar de que pueda parecer anecdótico, el escriba trabajó en justificar dramáticamente la aparición del WC, motivándola mediante una acción en la que Marion se deshace de unos documentos potencialmente incriminatorios que tira por el desagüe. Un instante tremendamente mundano que elevó por última vez la extrañeza antes de que, pocos minutos después, la escena de la ducha hiciese que la audiencia pasara del desconcierto a, directamente, el shock.
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