Echo de menos la Marvel de las primeras tres fases. Y, tristemente para el estudio, esta no es una frase incendiaria sino un sentir cada vez más popular. No tiene que ver con los superhéroes o los actores, sino con la obsesión que Marvel tiene con su propio estilo, ese que durante tiempo ha funcionado y ahora da muestras incansables de flaqueza. Kevin Feige y los suyos quieren gustar a toda costa, y para ello están siempre buscando cómo cambiar y mejorar una película. Eso no es malo: el problema es que, normalmente, no se debería hacer mientras se está rodando. Y lo que en otros tiempos podía ser un éxito, hoy por hoy está haciendo aguas.
¿Preproqué?
Hubo una frase de aquel famoso artículo de Variety que todavía resuena en mi cabeza como el origen de todos los males del cine de superhéroes hoy en día. La decía una persona que estuvo metida en la producción de 'She-Hulk: Abogada Hulka', la serie que a última hora cambió de orden los episodios y decidió que el octavo sería el piloto: "Los llamados malos efectos especiales que vimos fueron culpa de unos guiones a medio cocinar. Eso no es Victoria. Es Kevin. E incluso por encima de Kevin. Estos problemas deberían arreglarse en la preproducción. La falta de tiempo no permite a los ejecutivos de Marvel sentarse con el material".
Estoy absolutamente convencido de que el gran problema de Marvel, no ya de sus efectos especiales, sino del total, tiene que ver con estos guiones a medio hacer. La falta de un guion sólido e ir ensamblando la película a medida que se rueda puede dar lugar a momentos muy originales, pero también mostrar una absoluta falta de foco y concentración, como ocurre en 'The Marvels', donde más que un guion tenemos una colección de sketches que ni siquiera terminan nunca de funcionar del todo. Los personajes van de aquí para allá por culpa de una amenaza que cuesta comprender y cada escena que ocurre tiene una relación solo casual con la anterior y la posterior. El resultado es un desapego absoluto con lo que nos quiere contar. Si es que hay algo.
Es cierto que hoy en día en Hollywood no se lleva lo de tener un guion cerrado desde que 'Misión Imposible' lo pusiera de moda. Pero 'Misión Imposible' tiene algo que no tiene Marvel: las escenas clave clarísimas, mucho tiempo para pensarlas y la condición no impostada de película-evento. Sabemos que Tom Cruise saltará por un acantilado, subirá el Burj Khalifa, se tirará sin paracaídas de un avión con Henry Cavill. Nuestro trabajo es hacer que eso tenga sentido. En películas como 'The Marvels' todo parece accesorio, fácil de quitar y poner, dejando la sensación de que, usando todas las porciones eliminadas, se podría hacer otra película completamente distinta no necesariamente peor. Y si no hay timón, el barco va a la deriva.
Ya lo arreglaremos en postpo
Marvel confía cada vez más en la postproducción (el momento en el que Kevin Feige entra en los proyectos) y el montaje para arreglar desaguisados o películas interminables en las que se ha ido rodando todo lo que les ha pasado por la cabeza. Si tienen suerte, el resultado final es 'Shang-Chi' y tiene sentido. Si no, es 'The Marvels', tan liviana como desordenada. Es una moneda lanzada al aire para jugar a cara o cruz que agranda el presupuesto de las películas, cansa al equipo de rodaje y, en última instancia, deja ver al espectador el truco del mago.
Todos hemos escuchado los rumores de que Bill Murray tenía una trama propia en 'Ant-Man y la Avispa: Quantumania', o que se rodó media hora en el planeta musical de 'The Marvels' para después dejarlo en cinco minutos. Es normal que haya escenas eliminadas, siempre las ha habido (y por eso existen los montajes del director), pero en el caso de Marvel el guion sirve más como una guía repleta de sugerencias que como unas palabras escritas en piedra. Las tramas se crean y se destruyen, se rehacen, se eliminan y, después, se vuelven a rodar. La idea es crear una criatura fantástica y perfecta a base de remaches y cortes, pero eso es exactamente lo que también pensaba Víctor Von Frankenstein al crear a su monstruo.
Esta semana se ha sabido que 'Capitán América: Brave New World' eliminará tres secuencias de acción centrales y volverá a rodar otras en su lugar debido a la mala respuesta del público de prueba. Los reshoots durarán cuatro meses (más del tiempo de rodaje de muchas películas) y son la prueba perfecta de que algo no está yendo bien en el estudio. Es dinero quemado que podría no haberse gastado de haber funcionado bien durante el proceso de revisión de guion y preproducción, dejando la película lista y preparada para rodarse, sin añadidos torticeros. Pero claro, hasta ahora, a Marvel le ha ido bien así. Y ahora que vienen los problemas, ¿cómo aprendes a cambiar tu modelo de trabajo si no lo sabes hacer de otra manera?
Directores y showrunners
Hay directores con bula papal que han podido hacer lo que han querido. Es el caso de James Gunn, que en 'Guardianes de la Galaxia vol.3' se nota que ha podido hacer una película con progresión dramática clásica y un guion más o menos cerrado (más allá de las improvisaciones de los propios actores) con el que despedirse de sus personajes. Y no en vano es una de las mejores cintas de superhéroes desde 'Vengadores: Endgame'. Pero a la mayoría de responsables no les queda otra que rendirse ante el modelo del estudio, que, en el fondo, parece heredero de aquel mítico "método Marvel".
En los años 60, cuando Stan Lee guionizaba diez u once cómics al mes, encontró la manera de hacerlo sin necesidad de pensar en un guion: le daba una idea general al dibujante (no todo lo detallada que os estáis imaginando, a veces no pasaba del simple bosquejo), este dibujaba y narraba la historia como mejor le parecía que podía encajar y Lee llenaba los huecos con sus diálogos. A veces salía a las mil maravillas, otras era un desastre donde ni siquiera comprendía lo que el dibujante quería transmitir. No es tan distinto del método Marvel cinematográfico (y televisivo) actual.
'The Marvels' puede gustar más o menos por el carisma de las actrices o la aparente diversión de la que hace gala, pero hay que reconocer que, en forma y fondo, y como película narrativa, es un puchero de escenas unidas con el hilo más fino posible, tan intercambiables como prescindibles. Es, probablemente, la primera película Marvel para un público salido de TikTok: cada cinco minutos tenemos algo nuevo y no hace falta prestar atención porque no hay una historia que seguir. Ni tan siquiera el final, que debería ser un punto y aparte dramático, va más allá de la mera indiferencia emocional.
Y no es culpa del equipo técnico o artístico, sino de una manera de trabajar que está llegando a su ocaso. Es improducente, se ha demostrado impopular, el público no responde y, más que probablemente, las películas no salen mejores que si se planean con anterioridad dictando el rumbo a seguir. En Disney llevan ya un tiempo insistiendo en que van a poner la calidad por encima de la cantidad, pero seguimos sin ver los resultados. De momento, hasta el mayor fan se tiene que estar dando cuenta de que el barco se hunde, pero en Marvel, en lugar de lanzar botes salvavidas, están trayendo picos para hundirse más rápido. Y el periodo de tiempo en que pueden corregir el rumbo cada vez es menor.
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