Tenía que llegar el momento de estrenar una producción propia sobre la corrupción urbanística en nuestro país. No podía haber sido de otra mano que de la de Canal+ España apostando por la novela de Rafael Chirbes, quienes cumplieran todas y cada una de las expectativas de la crítica y el gran público antes del estreno. Finalizada la temporada, quizás lo más urgente que puedo decir a la cadena es un “queremos más, por favor“. El inconfundible sello de calidad nos ha dejado una temporada de ocho episodios crudos, intrigantes, parcos momentos sobre la especulación inmobiliaria.
Comandada por Pepe Sancho a la cabeza del principal y un elenco de admirables secundarios como Alicia Borrachero, no ha habido una sola interpretación que hiciese a la serie chirriar. Costa Azul es el proyecto de Rubén Bertomeu, un codicioso arquitecto degenerado por la corrupción que planea construir un complejo hotelero en 500 hectáreas de terreno y 3 kilómetros de costa en la localidad de Misent.
Contar con la fuerza de unas interpretaciones ideales
Colocar a Pepe Sancho en el papel de Bertomeu ha sido uno de los grandes aciertos de la serie. El actor ha encarnado a la perfección ese hombre mayor, ambicioso, medido, tranquilo, corrupto hasta las cejas, que no tiene miedo al poder y se ha creído capaz de levantar cualquier deseo bajo cuerda. Para ello se rodea de buenos e importantes contactos, algunos tan corruptos como él, siendo Llorens, el concejal de urbanismo de Misent uno de los brazos principales de Bertomeu. Sobre cualquier asunto que no saliese como Rubén indicaba, la mafia rusa (otro de los brazos del corrupto) se encargaba de poner los puntos sobre las íes.
Pese a que la línea de juego de ‘Crematorio’ es muy clara, la serie cuenta con dos tramas principales y paralelas que se complementan en cada minuto del metraje. Una es la corrupción y podredumbre de Rubén Bertomeu, y sus ambiciosos planes de construcción sobre los que ejerce diferentes poderes sociales y políticos; y la otra trama principal está marcada por un determinante carácter familiar entre todos los personajes, el incierto legado de la familia Bertomeu y la Finca Benalda, sustentado únicamente por un dinero que va desapareciendo poco a poco.
Prestigio y legado son algunos de los atributos que pueden definir a Doña Teresa, la madre de Rubén y matriarca de la familia, hasta entonces gestora de una enorme finca destinada a un trabajo tan tradicional como la agricultura, entre otros, en la que además vivía la familia. Una interpretación secundaria que pone los pelos de punta en determinadas escenas y que está más caracterizada por los silencios y una impactante expresión, que por las frases que puede pronunciar una madre muy consciente de la realidad de su legado, sus dos hijos.
En torno a los papeles secundarios, de una parte me ha gustado especialmente el temple de una mayor Alicia Borrachero, como Silvia Bertomeu (hija de Rubén), acompañada de la magnífica interpretación de Aura Garrido como Miriam, una adolescente de fuerte carácter, con bastantes problemas con su madre y que se autodemuestra estar francamente desnuda ante el mundo cuando se las ve secuestrada por rusos y muerta de miedo en un burdel a causa de los sucios negocios de su idolatrado abuelo, al que siempre vió como un acceso fácil al dinero y una despreocupada vida cómoda.
La presencia y ejecución de la corrupción en cada frase del guión
‘Crematorio’ es un drama contemporáneo que en parte trata sobre toda la podredumbre que puede resultar, todas las cenizas que se pueden esparcir, tanto en el seno de una familia como en lo más visual de una costa, por la ambición y el poder. Alicia Borrachero, Silvia Bertomeu.
Costa Azul es sólo la punta de un putrefacto iceberg. La España de la especulación inmobiliaria queda plasmada en la quema de montes y terrenos que más tarde serán fácilmente recalificados para construcción urbanística. Otro de los negocios del magnate que se dejan ver y que quizás más impacta por la perfecta recreación de las escenas es el transporte de droga en caballos. Concretamente en uno de los primeros episodios podemos ver como le pegan un tiro en la cabeza a un caballo histérico porque se le ha roto una bolsa de cocaína en el estómago. Una escena que me impactó mucho.
Detrás de todo esto, un joven Bertomeu que no tenía escrúpulos en mandar rajar a los animales para sacar su mercancía y después rociarlos con gasolina para deshacerse de lo inútil. Esto es crudeza en estado puro y da una pista de que en la vida de Bertomeu, Costa Azul era un cuento de Disney comparado con lo que pueden haber visto sus ojos y pasado por su cabeza.
Corrupción también presente en los secundarios: Zarrategui, parco abogado en el que la familia Bertomeu ha confiado todos sus asuntos legales, quien desaparece del mapa en el último momento y maneja un entramado de tejemanejes policiales y judiciales que le facilita un limpio acabado en todos sus trabajos. Poco más lejos quedan Llorens, Traian, Sarcós o Collado. Excepto la mafia rusa, todos acaban bastante mal como era de preveer.
La complicidad en la corrupción viene en primera mano de Silvia, quien nunca está de acuerdo ni implicada con los negocios de su padre pero se mantiene en un cometido segundo plano, siempre superado por Mónica, una espectacular chica de 29 años que Rubén conoce en un evento por casualidad. Tal y como ha acabado la serie, se podría vaticinar que Mónica finalmente acaba enamorándose de Rubén, en ese plano final en el que vemos a la joven comerse a besos a un muerto que se ha quedado sin legado y sin dinero. Pero con un hijo en el interior de una completa desconocida, llamada Mónica.
Muy acertada la llegada de Marta, una repentina amiga de Mónica que conoce por casualidad o causalidad haciendo deporte en un gimnasio de élite. Marta es una mujer experimentada en este tipo de relaciones con hombres no especialmente resultones a nivel físico, pero sí a nivel económico. El know how sobre cómo mantenerse, las infidelidades y la consciencia de la corrupción es lo que aporta y representa muy acertadamente este personaje a uno de los secundarios más importantes de ‘Crematorio’.
La iluminación, la cabecera y otros aspectos de valor
Desde el inicio de la serie he ido preguntándome episodio por episodio si la relación que existía entre la banda sonora de Loquillo y la cabecera era la acertada, estando ésta como comentámos en un principio claramente inspirada en los créditos de ‘True Blood’, acertada meta para mostrar la corrupción y que desde luego se ha quedado como una de las mejores cabeceras producidas en este país. La banda sonora de la serie, destaca más por sus temas secundarios que por el principal. Apoyos melódicos en ciertas escenas que, junto al silencio, no precisan de palabras para construir impactante historia.
Otro aspecto que me gustaría destacar es la importancia que los creadores han querido conceder a la iluminación en toda la serie. En ‘Crematorio’ todo es blanco, hay mucha luz apuntando hacia construcciones modernas como la casa de Bertomeu, frías, sobrias e imponentes. Ambientes creados que vaticinan en todo momento la incertidumbre de que algo no se está haciendo bien y las cartas de juego van a cambiar de un momento a otro. Un claro de luz tapa toda la trama de corrupción sobre Misent y el legado de Bertomeu. Sin embargo, cuando pasamos a las escenas de la Finca Benalda, la iluminación se torna cálida, auspiciando el carácter familiar.
En ‘Crematorio’ no ha sido necesaria la noche para ocultar nada. Todo se ha hecho a la luz del día, ¿evocando en fin último el proyecto de Costa Azul? También. Una técnica que ha estado en concordancia y a la altura de un guión e interpretaciones maravillosamente ejecutados. Una ficción española de muy alta calidad que me despierta la duda de la venta internacional, quizás por ese mismo primer atributo, claramente española.
El final de la temporada y el último episodio consagran la opinión que puedas tener sobre la serie. Una historia de corrupción basada en la España de la especulación, con marcados tintes familiares y firmada por unos de los mejores artesanos de nuestra televisión patria. Sin duda, altamente recomendada.
En ¡Vaya Tele! | ‘Crematorio’, cuando el turno de juego es el de la corrupción
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