Hay mucho peligro en emprender una serie “de género” como ‘¿Hay alguien ahí?’, que ayer se estrenó en Cuatro. Las revoluciones en el cine de terror hace tiempo que pasaron y ahora, salvo algún autor con genio y garra que aparece de vez en cuando, el género se sostiene gracias más a los buenos artesanos que a las novedades. Se corre el peligro siempre de caer en el déjà vu sin alma y la nueva serie de Cuatro acusa y mucho estos problemas.
‘¿Hay alguien ahí?’ acumula un tópico tras otro, sin ser capaz en ningún momento de quitarse el estrecho corsé que se ha autoimpuesto: tenemos la típica casa encantada, los típicos fenómenos paranormales, los trucos mil veces vistos. Cuando a un mago ya le conocemos los trucos, ¿a qué dejan de resultar interesantes?
¿Hubiera sido posible que la serie de Cuatro consiguiese mejores resultados? Claro que sí. Como demuestra el cine de terror japonés más reciente, hasta las historias más viejas pueden reciclarse con éxito. Hace falta que quienes las crean hagan una apuesta decidida por la ambientación. Al fin y al cabo, el terror es sugestión. De hecho, por poner otro ejemplo, si funcionaron películas como ‘Rec’ fue gracias a su poder audiovisual. El mismo truco del mismo mago, pero escenificado de otra manera.
‘¿Hay alguien ahí?’ flaquea precisamente en eso, en la ambientación y en el ritmo. Parece como si, a última hora, sus responsables no se decidieran a apostar por el terror puro y duro y se conformaran con ser una serie de misterio. De caminar entre esas dos aguas queda un ritmo entrecortado, demasiadas disgresiones en la trama que no ayudan a que el espectador entre en la historia. Y sin un espectador absolutamente entregado a lo que ve, cualquier historia de terror acaba por resultar fallida.
Falta ritmo, sobra metraje y también mano a la hora de dirigir las supuestas escenas de miedo. Parecen filmadas como si fuera cualquier otra serie española familiar: misma elección de encuadres, mismos tipos de plano. ¿En serio alguien piensa que ‘El Resplandor’ podría funcionar si se rodase como un capítulo de ‘Médico de Familia’? (Bueno, vale, Emilio Aragón y Lydia Bosch podrían resultar terroríficos, pero era otra clase de miedo)
Así que no hay un ritmo adecuado, ni una ambientación poderosa ni poderío visual. Pese a todo, ‘¿Hay alguien ahí?’ no es un absoluto desastre: por ejemplo, deja un buen trabajo actoral (excepto donde siempre, en los adolescentes) y un guión que acierta en los diálogos. Será que estamos acostumbrados a otra cosa de nuestra producción propia, pero suenan hasta naturales, algo difícil de ver por aquí.
Hay tiempo para mejorar: el problema de que en nuestras televisiones no se hagan pilotos es que muchos de los fallos del primer episodio de ‘¿Hay alguien ahí?’ se podrían subsanar con una labor de autocrítica ante el producto terminado. En otras manos dirigiendo la serie o con otro enfoque, no hay nada que no se pudiese remediar. La historia no promete más porque, sin sugestión, el terror no es nada: que falles en los dos momentos claves de miedo del episodio (el comienzo y la escena de la ouija) algo querrá decir.
Tras un estreno demoledor en cifras (mejor que ‘Una bala para el Rey’ y casi al lado de ‘Pelotas’ en La 1), Cuatro seguro que quiere cuidar su nuevo producto. Que resuelva las lagunas y le eche algo de salsa a esta ensalada de tópicos sin sabor.
En ¡Vaya Tele! | ¿Hay alguien ahí?
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