La elegancia ocasional de 'Winchester' y su delicioso trasfondo real dan una personalidad muy peculiar a una película que, paradójicamente, funcionaría mejor como macabro cuento histórico que como película de terror. La fascinante historia auténtica de la viuda Winchester y su obsesiva huida arquitectónica sin rumbo son la base de una película que no necesita de demasiados espectros para exhibir una sustancia dramática admirable.
Aún así, 'Winchester' se empeña en abrazar las convenciones más recientes del género en su modalidad de casas encantadas, y nos llega como un coletazo más de la moda encabezada por 'Expediente Warren', 'Insidious' y otros éxitos del neogótico. Y como tal, hay que decir que no es gran cosa: los sustos baratos se suceden a velocidad de crucero, a base de subidones de efectos de sonido o trucos de edición gastados, y la película no tiene una atmósfera especialmente cuidada u original. Al menos no en el contexto de esta nueva edad dorada de las casas encantadas (en lo comercial) que vivimos.
En los Estados Unidos de finales del XIX, Sarah Lockwood Pardee se casó a los veinte años con Oliver Winchester, heredero de la Winchester Repeating Arms Company, y tras la muerte de su hija con solo un mes de vida, la desgracia parece marcar su existencia. Su esposo murió de tuberculosis y ella recibió una herencia de veinte millones de dólares y la empresa de armas de la familia. Nunca volvió a casarse, pero a través de una medium permaneció en contacto con su esposo, a través de la que llegó a la conclusión de que las incontables desgracias que había ocasionado el negocio familiar le habían marcado de forma ultraterrenal.
La única solución para escapar de esta maldición era construir una casa y trabajar en ella eternamente. Así lo hizo: se instaló en una granja inacabada de San José, California, y vivió presa de incontables delirios. Cada noche elaboraba multitud de cambios y reconstrucciones en una casa siempre en obras y las pasaba al arquitecto, que rehacía la mansión sin parar. El resultado, que hoy es una atracción turística, es tan disparatado como se puede prever: balcones hacia el interior, habitaciones dentro de habitaciones, juegos de luz y perspectivas y multitud de inscripciones y grabados enigmáticos.
Una historia fascinante y que hasta en la parte sobrenatural tiene un poso real. Los personajes de 'Winchester' están atormentados por las múltiples víctimas que el negocio familiar ha dejado a lo largo de los años: se sabe que las penurias de la Sarah Lockwood Pardee real se movían en la misma dirección. Por desgracia, y aunque podríamos tener una intriga psicológica tremenda si 'Winchester' se hubiera centrado en la personalidad de la viuda, el film prefiere hacer de ella una figura misteriosa, estéticamente heredera de la villana de 'Insidious', y contarnos una historia paralela.
El demonio de las armas
Esa historia es la que conduce Eric Price (Jason Clarke), un doctor contratado por un empresario con turbios intereses en la empresa para que dictamine que la heredera Winchester está loca y por tanto, incapacitada para dirigir el emporio armamentístico. Aún siendo un personaje que por los pelos escapa de los tópicos de rigor y tiene su propia ración de trasfondo turbulento (es viudo -lo que le permite entablar una peculiar relación con la anciana- y adicto al láudano), no deja de ser el anclaje con la normalidad del espectador, y hace que veamos la fascinante historia de Sarah desde fuera.
'Winchester' maneja una serie de conceptos muy estimulantes: la ya antigua idea de la casa encantada como reflejo físico de experiencias traumáticas; o los pecados de la historia norteamericana, un país cimentado en el plomo y la sangre, y que tiene su propia historia de tragedia y muerte. Trasladar ese trauma histórico a una historia de terror convencional tiene su mérito, y aunque otros experimentos en torno a ello, como la muy estimulante 'Gritos de muerte' o la desconocidísima 'Los sobrenaturales', lo hicieron con más tino, los resultados de 'Winchester' son muy estimables.
Esas dos características, el trasfondo real y el origen de los espíritus que hurga en traumas históricos se dan la mano en una película que resulta doblemente decepcionante al no responder del todo a las expectativas. Pese a alguna solución visual interesante (y una estética atemporal que se aparta del estilo James Wan), los hermanos Spierig ('Saw VIII', 'Daybreakers') carecen de garra visual con envergadura suficiente para sostener una propuesta tan estimulante, y todo se queda en un puñado de sustos. Y eso sí, una encarnación de Helen Mirren como viuda Winchester que nos hace desear que se prodigara más dentro del género.