En un alarde tecnológico y narrativo, esta nueva producción de Pixar, muy esperada como el resto de sus entregas, ha logrado alcanzar, en un flechazo cinematográfico, el corazón de todo espectador. Y es que en esta sutil mezcla de ciencia ficción, animación y con trasfondo ecotrágico, todo ha quedado en manos de un viejo robot, capaz de transmitir sentimientos tan profundos que se convierte en un personaje tan adorable, como inolvidable.
Le bastan a 'Wall-E' unos primeros cuarenta minutos para atrapar a cualquiera, ya sea niño o adulto, en un alarde de ritmo narrativo perfecto, de una ambientación impactante y con la presentación del protagonista y su vida, que se convierte en un verdadero icono universal, por encima de la misión de limpieza para el que fue concebido. Ataca directamente al sentimiento humano en un futuro en el que los hombres están alejados de su hábitat, flotando y vegetando, mientras que, a través de la recolección de viejos recuerdos en forma de basura, nos hace ver lo que somos y a dónde llegaremos.
Sin embargo, el mensaje catastrófico con moraleja ecologista, es tan sólo el telón de fondo para en realidad, representar, sin humanos, los sentimientos que nos diferencian, el alma y el corazón, el valor de la amistad y la necesidad del amor. Todo aquello que nos hace lo que somos y que parece, que en un futuro podría desaparecer de la faz de la tierra, tal y como los restos de vida (y esperanza).
Prodigioso trabajo de Andrew Stanton, capaz de sintetizar en el personaje principal valores que traspasan al propio cine sin necesidad de diálogos, pero que traspasa la barrera de cualquier idioma, con obvia similitud a otro personaje tan universal y entrañable como Charlot. Pero, además de una historia redonda, 'Wall-E' es un compendio de técnica de animación perfecta, de una partitura sublime (de lo mejor de Thomas Newman), y de una enorme capacidad de transmitir emoción en estado puro.
Una historia de amistad entre robots, ambientada en un futuro, no podría obviar algunas referencias fundamentales. Es más, no sólo no las niega sino que incluye retazos salpicados con enorme reverencia, respeto y en forma de homenaje: '2001: una odisea en el espacio', 'E.T.', 'Alien, el octavo pasajero', y hasta se permite el lujo de utilizar un musical clásico como 'Hello Dolly' en un alarde de pura nostalgia.
Espectáculo sobresaliente, que roza la perfección, y que, no sólo gustará a todo tipo de públicos, sino que logrará enamorar a más de un cinéfilo sensible. ¿Quién nos iba a decir que un pequeño y destartalado robot sería capaz de transmitir tantas emociones? Y es con tanta pureza y pasión es difícil no querer volver a verla. Al menos eso pensaron los espectadores que abarrotaron la sala en el estreno y rompieron a aplaudir, casi negándose a salir, como un servidor no recordaba en años.
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