Una de las mejores series nuevas de Netflix en 2021 fue 'Sweet Tooth. El niño ciervo', ya que esta adaptación del cómic de Jeff Lemire lograba equilibrar su vocación de cuento con un claro componente cuqui con la necesidad de establecer un mundo post-apocalíptico creíble y en el que pueden suceder cosas horribles en cualquier momento. El resultado no era perfecto pero sí muy estimulante y dejaba con ganas de ver cómo continuaba la historia de Gus.
Por desgracia hemos tenido que esperar casi dos años para saberlo, pero este jueves 27 de abril al fin llega la temporada 2 de 'Sweet Tooth. El niño ciervo' a Netflix. Tras haber visto 5 de los 8 episodios que la dan forma -la plataforma no ha puesto más a disposición de la prensa-, es casi como si no hubiera pasado tanto tiempo, pues me he reencontrado con todo lo que ya me había conquistado de la serie. Además, el universo de la misma crece en lugar de caer en el error de dar vueltas sobre lo mismo.
Ampliando este universo con acierto
Como era de esperar, la temporada 2 básicamente arranca en el mismo punto en el que se quedó su predecesora, es decir, con Gus (Christian Convery) apresado pero junto a otros híbridos, mientras que el Grandullón (Nonso Anozie) está recuperándose de sus heridas junto a una nueva aliada. Todo eso lleva a que el marcado componente familiar de la serie siga ahí, muy bien subrayado por la ocasional voz en off de James Brolin ejerciendo como narrador, pero también los peligros van siendo cada vez más concretos, elevando así la importancia la historia, hasta ahora un poco más en segundo plano en beneficio del dibujo de sus protagonistas.
Con eso no quiero decir que 'Sweet Tooth. El niño ciervo' se olvide de repente de la importancia de sus personajes, pero sí es evidente que el equipo liderado por Jim Mickle ('Stake Land') es consciente de que ya tiene unas bases suficientemente sólidas para permitirse jugar un poco más. Eso va desde un cambio en las dinámicas entre los personajes -la primera entrega estaba marcadísima por el vínculo entre Gus y Grandullón- hasta el hecho de que las tramas empiezan a resultar mucho más concretas, cerrando así de forma progresiva las diferentes opciones que hay por delante.
Por ejemplo, el temible General Abbot (Neil Sandilands) gana bastante presencia en esta segunda temporada. Algo inevitable teniendo en cuenta dónde está Gus, pero la serie profundiza en sus planes, algo que sirve a su vez para conocer un poco mejor las sociedades que se han ido formando alrededor de este postapocalipsis para poder salir adelante. Eso también ayuda a incluir una mayor intensidad en una serie que sigue sabiéndose mover bien entre dos realidades contrapuestas.
Ahí tengo bastante claro que uno de los factores esenciales para que 'Sweet Tooth. El niño ciervo' funcione tan bien es su fotografía, más concretamente su marcadísima tendencia al uso de unos colores cálidos y luminosos en todo momento. Por un lado, eso permite dar un tono más cercano a la serie, incidiendo aún más en su componente de cuento, pero es que además sirve para darle un look muy distintivo -y bastante cinematográfico-, claramente alejado de otros títulos de Netflix que se parecen demasiado entre sí.
Es verdad que eso contrasta en ocasiones con ciertas decisiones que dan a entender que o bien 'Sweet Tooth. El niño ciervo' habría necesitado de un presupuesto más elevado o simplemente que haya algunos diseños, seguramente inspirados en el cómic original, que no terminan de funcionar igual de bien al pasarlos a la imagen real. A mi juicio, no es nada grave, pero sí tengo claro que hay instantes que pueden chocar un poco a algunos espectadores.
Por lo demás, lo realmente importante es que la serie fluye en lo narrativo, sabiendo cuándo ha de hacer pequeñas paradas para profundizar en la mitología -el tercer episodio es particularmente importante-, pero siempre con la mente puesta en ver cómo ayuda eso a que todo progrese en líneas generales. Y eso también se extiende al viaje personal de los personajes, viéndose una evolución clara -un buen ejemplo lo tenemos con el arco de redención de Grandullón, ya presente en la anterior temporada pero que aquí va aún más allá- o simplemente conociéndose en más detalle sus auténticas motivaciones.
¿Entonces merece la pena verla?
Ya me gustaba 'Sweet Tooth. El niño ciervo', pero esta temporada 2 es un claro paso adelante que la confirma como una de las series imprescindibles de Netflix. Y tiene mucho mérito, pues hay muchas cosas que podrían desequilibrarla en una u otra dirección, pero sus responsables han sabido dar con el punto exacto para que todo funcione y aporte, porque pasar de lo tierno y cercano a lo duro y terrible con tanta fluidez tiene mucho mérito.
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