Paco Plaza ha acudido al truco más viejo del libro para trazar las líneas maestras de esta sorprendente, directa y demoledora incursión en el cine de aparecidos, y que entronca tanto con la tradición del fantástico español como con las últimas modas del género. Dotar de humanidad y credibilidad a sus personajes. Revestirlos de cercanía y de cotidianeidad para que los sintamos cercanos.
De ese modo, da igual que recurra al cañonazo sonoro y al truco de montaje para hacer brincar al espectador. Da igual que muchas de sus imágenes estén pirateadas de clásicos menores del género y que la supuesta inspiracion en el caso real del Expediente Vallecas sea un mero gimmick publicitario. Porque 'Verónica' se siente genuina y personal. El truco más viejo del libro.
'Verónica' hace bien algo tan obviamente necesario como dedicar el tiempo suficiente a que nos identifiquemos con su quinceañera protagonista. Una adolescente cuya primera menstruación se hace de rogar, adora los Héroes del Silencio en un barrio de clase humilde, no encaja con las guapas y quiere a sus tres hermanos pequeños pero le agota tener que cuidarlos todo el día mientras su madre sola saca adelante a la familia trabajando en el bar.
Paco Plaza acierta al dedicar suficiente tiempo a describir las vulnerabilidades de la protagonista: es lo que la acerca al espectador.
De ese modo, cuando Paco Plaza aprieta el gatillo que dispara la acción -una sesión de ouija en la que Verónica quiere contactar con su difunto padre-, lo que en otra película del género habría sido un tópico perezoso aquí se entiende en el contexto de la vida de una chica que se siente sola. Y la vulnerabilidad de cada uno de sus gestos da verosimilitud a la vieja historia -ya contada, aunque en una clave más espectacular, por películas recientes como 'Indidious'- del espíritu maligno que aprovecha la puerta abierta por la ouija para introducirse en nuestro mundo, haciéndose pasar por un conocido de la protagonista.
Desde ahí, Paco Plaza solo tiene que echar la bola a rodar, y aunque ya nos sabemos lo de las puertas que se cierran de golpe, los juguetes que funcionan solos, los crucifijos que se caen las siluetas recortadas al otro lado del cristal y las manchas alquitranadas que dejan el mobiliario hecho un cristo porque lo hemos visto en decenas de películas, todo se siente como la primera vez. Por una parte por lo bien descritos que están los personajes.
Por otra, por el exquisito trabajo de ambientación y que nos recuerda que los Estados Unidos de clase media pueden ser todo lo cotidianos que se quiera porque estamos hartos de verlos en las películas, pero el impacto de ver la España del día a día es incomparable. Bares mugrientos, yonquis en las puertas de los colegios, fascículos semanales de temas prohibidos, el "déjame que yo no tengo la culpa de verte caer", gotelé a espuertas, sintonías de anuncios como torniquetes sonoros, monjazas españolas.
Paco Plaza termina de confirmarse como un excelente observador de ambientes populares españoles, que sabe emplear a su favor construyendo entornos creíbles (con la ayuda de su director de arte, Javier Alvariño) y, por tanto, generando terrores cercanos. Lo hizo reflexionando sobre la tradición católica en 'El segundo nombre' y con leyendas rurales en la estupenda y algo infravalorada 'Romasanta'.
Pero también reflejó nuestro país y su idiosincrasia en clave de humor con El Evento Español por excelencia, La Boda, en la irregular y algo sobrevalorada 'Rec 3'. Y también lo hizo, aunque de forma más sutil, en sus entregas de 'Rec' en combo con Jaume Balagueró, que se beneficiaban de una ambientación urbana barcelonesa muy característica y que dotaban de gran personalidad a la saga zombi española por excelencia.
Una ambientación que, por supuesto, no llegaría a ninguna parte sin el excelente trabajo de los intérpretes. En primer lugar, la debutante Sandra Escacena, cercana y emotiva, perfecta en su papel de antiheroína frágil pero vehemente. El perfecto contrapunto lo da Ana Torrent, estableciendo un puente hacia su propia y aún hoy enigmática 'Cría cuervos'. Y como puntilla, las refrescantes interpretaciones del trío de hermanos de Verónica, que desbordan espontaneidad pero son adecuadamente intensas cuando llega el momento.
Atmósfera y planificación
'Verónica' peca, en algún momento, de ser algo derivativa. Su impecable trabajo de atmósfera, su atrevida mezcla de coming of age con apuntes de sexualidad turbia, historia de fantasmas tradicional y nostalgia -más fina que la de productos más ambiciosos como 'Stranger Things'- no quitan para que a veces los resortes de la maquinaria sean demasiado evidentes.
Por ejemplo, parte de la imaginería más afortunada del film (el espectro del padre, la monja ciega) están saqueadas de un clásico del horror sobrenatural de los setenta, 'La centinela' y sus correspondientes exploits italianos. Y la influencia argumental y estética de éxitos recientes del género es obvia (aunque Plaza y su director de fotografía, Pablo Rosso, hacen un excelente trabajo dotando de textura analógica una película rodada en digital).
Pero al final, a todo ello queda supeditado a un gusto de Plaza muy clásico y notable por el cine de terror bien narrado y bien planificado. Cada encuadre, cada detalle de atmósfera, cada elemento de las escenas es una pieza más de una historia que maneja la tensión y el suspense de forma magistral. Y el respeto con el que trata a sus dos personajes femeninos principales es extraordinario y destacable.
No sé si podemos calificar a 'Verónica' de película revolucionaria o fundacional de una nueva fase para nuestro cine de género, en una industria tan maltrecha como la nuestra y tan dependiente de bombazos que luego acaban por no tener continuidad. Pero lo que sí confirma es a Paco Plaza como un nombre propio, ya sin depender de coautorías, que podría dar un futuro volantazo al cine de terror rodado en España.
Ver 3 comentarios