A nadie se le escapa que el panorama de los realities en España es absolutamente aterrador. Famosos de segunda (o futuros famosos de segunda) ligando en una isla, sobreviviendo en una granja, cocinando o gritándose en una casa: desde 'Secret Story' hasta 'La isla de las tentaciones' el género está tan machacado y hundido en nuestro país que levantar un proyecto tan ambicioso como 'Traitors' merecía una labor de reeducación audiovisual para que el público general comprendiese que esto no va de gritarse ni de tener fiestas, sino de urdir estrategias, hacer alianzas y apuñalar en el momento menos pensado.
Tengo un traidor amarillo
'Traitors' desconfía del público, y con razón: acostumbrados a productos que desafían solo la paciencia, un programa de intuiciones y traiciones es un cambio en seco que marca intenciones desde el casting. Y para que la audiencia entienda que esto no es lo que esperan, se realiza una presentación ominosa y, durante el primer episodio, se repiten las reglas básicas una y otra vez, hasta el punto del hastío. Como explicando un juego de mesa a alguien que nunca ha jugado, el programa repite el funcionamiento del mismo como un mantra durante todo su primer episodio. De hecho, es en su segunda entrega cuando empieza a funcionar de verdad, ya zafados de los yugos de la comprensión lectora.
Sin embargo, la mecánica no es tan compleja de entender: 'Traitors' es, básicamente, una partida magnificada de 'Hombres lobo de Castronegro' ('Pueblo duerme', 'Lobos' o como lo llaméis vosotros). En un grupo grande hay un montón de inocentes y tres traidores, que ocultan su identidad. Por las noches, los traidores matan a uno de los inocentes, y la mañana siguiente todos votan por la persona que creen que es el traidor para eliminarle del juego. Al marcharse, revela si era traidor o inocente. Hay un par de alicientes extra, pero este es, básicamente, el juego.
La influencia es tal que los propios concursantes no paran de confundirse y decir que son "lobos", utilizando la terminología del juego de mesa ("Me voy a comer a alguien"). Es normal, de la misma manera que lo es ver a algunos concursantes tratando de jugar un concurso diferente y heredero de las décadas de Telecinqueo, más basado en el colegueo y la convivencia que en la malicia, los apuñalamientos por la espalda y las suposiciones. Es Juan Sanguino el que lo deja claro desde el primer episodio, argumentando "Este no es ese tipo de programa". Y vaya que si no lo es.
Knives Out: el misterio de HBO Max
Creo que en su afán por dejarlo todo muy claro para un público aletargado y muy atrasado en los realities de competición de calidad, HBO Max comete un error (heredado de las ediciones internacionales) al mostrar a los tres traidores que llevarán el peso del juego a sus espaldas. Como hace 'El topo' (el fantástico reality de Netflix), permitir al público jugar y elucubrar es mucho más emocionante, convirtiéndose en parte activa del juego y no simplemente sujetos pasivos del mismo.
Este pequeño error del formato no impide que disfrutemos de un casting que, por fin, está a la altura de las circunstancias. En lugar de coger famosos de su padre y de su madre, o famosillos Mediaset, el reality de HBO Max ha decidido jugar con concursantes que sean los mejores en lo suyo: jugadoras de póker, waterpolistas, actores, periodistas, cómicas y (el giro para llamar la atención) Cristina Cifuentes. Son personas inteligentes, con capacidad para hablar, cavilar y discurrir: un avance de gigante comparado con los realities a los que estamos acostumbrados, desde luego.
Sin embargo, hay algo que falla de manera notoria y por lo que es posible que no enganche a la mayoría de la gente: 'Traitors' es, por más que me pese... aburrido. Las pruebas, al menos en los dos episodios que hemos podido ver, carecen de espectacularidad visual o emocional, a lo que no ayuda un montaje más bien torpe que decide contar la historia siempre a través de los testimoniales de los concursantes en lugar de dejar que se desenvuelva de manera orgánica. Es como si la producción quisiera siempre tener la voz cantante en la narrativa, no permitiendo que el público se involucre... o se entere de lo que está pasando.
Et tu, Bruto?
Confieso que tenía unas ganas bárbaras de ver 'Traitors' pero el resultado final, aún siendo entretenido y diferente, también es torpe. Al tomar la decisión de no ayudarse con elementos gráficos que expliquen y apoyen el montaje, en las pruebas solo vemos un montón de gente hablando sin que nos quede muy claro cuáles son los giros, quién va delante o qué concursantes han cometido un error garrafal. Todo lo estilosa que resulta la fotografía y lo acertado que es el casting se diluye por culpa de una edición a la que le falta el entrenamiento que sí tienen en otros países donde este tipo de programas abundan más.
El reality cuenta muy bien las tramas entre concursantes, pero se pierde en lo más básico. Por ejemplo, explicar cómo se encuentra un escudo en la armería o mostrar esas fotos de las que no paran de hablar durante la primera prueba, formando, sin darse cuenta, una discusión entre concursantes sobre imágenes a las que no tenemos acceso. Pese a todo, son errores perdonables si tenemos la esperanza de ver más realities un poco diferentes en televisión y que alejen la estela del desastre que dejó 'Insiders'.
El público español lleva años pidiendo un tipo de reality diferente al que nos ofrecen las televisiones en abierto: aunque nos llegan productos como 'El topo' o 'The circle' aún queda mucho por hacer para verlos adaptados a nuestro país. 'Traitors' es un muy buen primer paso, que refuerza continuamente la idea de que esto no es un reality al uso, pero en esa reeducación audiovisual termina diluyéndose y perdiendo fuerza. Ojalá tomen nota para una futura temporada 2, porque, con suerte, la fiesta de la traición solo acaba de empezar.
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