El análisis y posterior debate sobre las bondades y errores de las adaptaciones del videojuego al cine suele resultar, por norma general, un tema particularmente espinoso y propenso a crispar a los aficionados a ambos medios; ya sea por la tendencia a desvirtuar los personajes, conceptos e historias del material original, o por la pobre calidad de unas producciones que se limitan a la pobre imitación de un estilo y al homenaje puntual para contentar al respetable.
La lista de filmes con los que puede ejemplificarse esta máxima se antoja infinita, pudiendo remontarnos a la abominable 'Super Mario Bros.', estrenada en 1993, para marcar un punto de partida al que seguirían trabajos sumidos en la más decepcionante mediocridad como 'Hitman', 'Max Payne', 'Assassin's Creed' o, por supuesto, varias de las infames adaptaciones firmadas por Uwe Boll.
'Tomb Raider', la nueva traslación a la gran pantalla de las hazañas de Lara Croft, el icono del mundo del videojuego creado por Toby Gard en 1996, llega a las salas de cine con la intención de arrojar algo de luz y brillar entre sus congéneres. Por desgracia, y pese a sus esfuerzos y bondades, este largometraje termina reduciendo el legado de la heroína a un soporífero amasijo de lugares comunes del cine de aventuras que circula sin pena ni gloria por nuestras retinas, ya acostumbradas a los rutinarios espectáculos de acción contemporáneos.
Con este reboot de 'Tomb Raider', el realizador noruego Roar Uthaug y su equipo contaban con el privilegio —y la ventaja— de tener en sus mansos el material perfecto para dar a luz la adaptación definitiva: el también reinicio de la franquicia de la arqueóloga en un juego con un fantástico tratamiento cinematográfico, una historia de iniciación sobradamente atractiva, un tono adulto y una renovada aproximación a su protagonista alejada de su cariz hipersexualizado habitual.
Por desgracia, y pese a capturar a la perfección la imagen y esencia de la nueva Croft, Uthaug y compañía toman la base del 'Tomb Raider' de 2013 y se limitan a fotocopiar —de forma prácticamente literal en alguna ocasión— algunas de las secuencias cinemáticas del videojuego, transformando la cinta en un artificio repleto de acción hueca vista una y mil veces que desvirtúa el guión original con su bochornoso conflicto paterno-filial, con unos secundarios de saldo y con una trama que avanza a trompicones mediante diálogos forzados.
Aunque, si algo espina particularmente en esta 'Tomb Raider', es una nula voluntad por innovar que la termina encasillando dentro del nutrido catálogo de copias descafeinadas de las peripecias de Indiana Jones —los paralelismos de su clímax con 'La última cruzada' son descarados—; esta vez en clave femenina, dominada por la pantalla verde y tratada con una blancura irritante en la que la estimable fisicidad de la violencia contrasta con sus aspiraciones para todos los públicos.
Tratándose de una película de estas características, resulta especialmente llamativo que 'Tomb Raider' destaque durante unos primeros compases en los que se centra en la descripción y desarrollo de su protagónica, esforzándose por moldear de forma convincente a su renovada Lara Croft y descubriendo al único elemento que logra mantener el filme a flote por sí mismo: una Alicia Vikander carismática y espectacular tanto a nivel físico como interpretativo a la que, sin duda, la película se le queda pequeña.
Puede que, en efecto, 'Tomb Raider' sea una de las mejores adaptaciones de videojuego realizadas hasta la fecha; algo que, por otro lado, y atendiendo a sus competidoras, tampoco es mucho decir. Y es que, una vez comienzas a retirar capas de CGI, clichés, diálogos huecos y personajes insustanciales, lo único que impide que este descafeinado survival caiga en el olvido de forma instantánea es el desbordante talento de una actriz entregada a una causa perdida desde su concepción.
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