‘Tin y Tina’ es una ópera prima diferente e inédita en el cine español que se estrena el 31 de marzo. Definida por su productora como un “thriller religioso con tintes de terror”, no es fácil ponerle etiquetas a su mezcla de géneros y tonos. La película, protagonizada por Milena Smit y Jaime Lorente, es a ratos una comedia negra con fuertes elementos de conexión generacional, y en otros un drama sobre la maternidad condicionada.
Sin embargo, no es una película esquizofrénica, ni sus intenciones provocadoras acaban chocando con la traslación de ideas imposibles a la pantalla, sino que consigue hilvanar bastante bien sus particularidades y ganas de separarse del rebaño. Parte de ese mérito está en el casting de los jóvenes Carlos G. Morollón y Anastasia Russo, que consiguen transmitir una mezcla entre hilaridad, extrañeza, ternura y terror, como una pareja de hermanos albinos que son tan traviesos como devotos católicos, apostólicos y romanos.
Cuando Lola (Milena Smit) pierde los bebés que estaba esperando, también pierde su fe en Dios. Con la esperanza de recuperarla, acude junto a su marido Adolfo (Jaime Lorente) a un convento de monjas donde conocen a Tin y Tina, dos angelicales mellizos de siete años por los que Lola se siente extrañamente atraída. Aunque Adolfo no siente lo mismo, deciden adoptarlos. Con el paso del tiempo, Lola empieza a caer en una espiral de sospecha y obsesión con los niños y sus macabros juegos religiosos.
Inocencia envenenada
La trama no es algo demasiado nuevo, sino que sigue una tradición de niños malévolos en el cine de terror que va de ‘La mala semilla’ a ‘El buen hijo’, pasando por 'Goodnight Mommy', pero si en otras muestras de género el peligro es que los niños son el anticristo, en esta ocasión representan exactamente lo contrario: niños prácticamente fanáticos cristianos que interpretan los textos bíblicos de forma literal. Una premisa con mucho juego que se basa en el cortometraje homónimo del director y guionista, Rubin Stein, creador de la trilogía de cortometrajes de suspense en blanco y negro ‘Luz & Oscuridad’.
En esta es donde se incluía ‘Tin & Tina’ (2013), que fue seguido por ‘Nerón’ (2016) y ‘Bailaora’ (2018). En esta extensión del primero hay una lluvia de referencias de la cultura española de 1981 que sigue cierta idea común de una nostalgia ochentera que hemos visto en la obra de Paco Plaza, con referencias a Chicho Ibañez Serrador, tanto a sus terrores favoritos como el ‘Un, Dos, tres’ y se expande a la música de la época con el hit ‘Super Disco Chino’ de Enrique y Ana como leit motiv.
Es en esa mezcla de costumbrismo católico ibérico y referencias de la transición —ese “golpe de estado” literal y figurado— en donde ‘Tin y Tina’ encuentra una personalidad reforzada por una puesta en escena muy cuidada y de matices cromáticos a lo Ari Aster. Sin embargo, el encantamiento no dura más de la mitad del metraje, cuando ni la retrobizarra presencia de Teresa Rabal como madre superiora consigue rescatar al conjunto de su propio ensimismamiento.

Hay un síndrome del debut-expansión de un corto que es difícil de pasar por alto. Tras volcar una gran cantidad de ideas geniales y litros de humor corrosivo jugando con los tropos conocidos del género, la película se acomoda en sus hechuras de thriller de tarde y empieza a intoxicarse de una gravedad que pide a gritos un regreso a la locura prometida en su primer acto. La trama se convierte en una película de suspense al uso sin mucho suspense, y el espectador camina siempre tres pasos antes de la trama con deja vu de películas recuentes como 'La cabaña siniestra'.
Mejor cuanto más gamberra y autoconsciente
Hay muchas posibilidades que no acaban desarrollándose y elementos sugeridos — ese perro que detecta algo en los niños— resultan no desarrollarse, al igual que el dilema de fe de su protagonista, el endeble comentario social de una sociedad patriarcal y el camino psicológico de Lola, que resulta ser el verdadero protagonista en una película más preocupada por ejecutar bien un plano secuencia final que en desarrollar con eficacia los mecanismos más básicos de la tensión sostenida.
Con dos horas largas de duración, queda la impresión de que hay situaciones redundantes —¿Cuántas veces puede Jaime Llorente decirle a Milena Smith que no hay nada raro en las cosas de niños?— diálogos que necesitan síntesis y demasiadas frases susurradas de forma anémica. La banda sonora de Jocelyn Pook, un compositora de Reino Unido autora de la banda sonora de ‘Eyes wide shut’ de Stanley Kubrick dota de una consistencia coral y religiosa al conjunto, pero tiende a repetir algunos pasajes de forma que se difumina su poder inquietante.

Hay una propuesta visual excelente, con gran dirección de arte y que apunta en la dirección de un cine español diferente que aparece en ‘La piedad’, ‘Cuerpo abierto’ o ’13 exorcismos’, pero ‘Tin y Tina’ comete el pecado de hacernos creer que hay un cine verdaderamente atrevido esperando a explotar en crescendo para acabar cayendo en una colección de convenciones más o menos perturbadoras que en el fondo siempre juegan sobre seguro, a pesar de alguna estampa poderosa—ese líquido amniótico cayendo por un miembro cercenado— pero carente de una intención real, más allá del coqueteo con lo extravagante, que olvida que en España venimos de una tradición involuntariamente escalofriante como ‘Marcelino Pan y vino’ o artefactos únicos como ‘Camino’.
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dante31
Se nos está quedando un mundo de lo más ofendidito. ¡Que pereza, por favor!
mickyvainilla
Hablando del perro, ya empezamos mal con la 'inocente' advertencia de Netflix de "maltrato animal" antes de que empiece el film... Que sólo sirve de terrible spoiler. No hace falta ser Sherlock para deducir que el pobre perro no acabará muy bien. La película tira mucho del absurdo, me extraña que no se mencione en la crítica. Eso, o realmente era muy fácil adoptar niños en la España de los 80. Entregas al señor soborno (digo limosna), y en dos segundos ya te llevas no uno, sino dos perfectos y sanos demonios angelados a tu casa... Qué eficiencia la burocracia española.
Denver, 10 puntos toda la película. Hasta se podría entender que siendo el típico "hombre que trabaja" que está poco en casa, y no sabe nada de criar niños pues eso es cosa de las mujeres, no se percate de la situación. Puede ser que el macho alfa español de los 80 crea que lo que hacen los pequeños psicópatas adorables sea cosa de niños. Puede ser, los 80 eran tiempos extraños, peeero que Lola sea tan pasiva... Esa mujer tiene más problemas que los Tod y Rod diabólicos.
cinefly
Muy de acuerdo con lo de debut sorprendente. Muy en desacuerdo con las pegas a la segunda mitad. Hay secuencias de un suspense y una tensión (el sofá, la piscina, la leche…) que se palpaba en la sala (la vimos en un pase especial del Fant) y que todavía no me saco de la cabeza. Eso sí, el espectador que (como este crítico) espere un final loco con niños despiadados acuchillando a todo lo que se ponga delante, pues no… Y ése creo que sería el camino fácil, por eso recalco lo de sorprendente, porque creo que la película toma riesgos donde otras se acomodarían a los patrones del subgénero “niños malos”. Aquí asistimos a un último tercio con un plano secuencia muy tenso y malrollero pero siempre sugestivo (hay un uso superlativo del fuera de campo) que juega con las expectativas que vamos generando a lo largo del film. Mención aparte al retorno poderoso de Teresa Rabal (¡pero dónde estaba esta mujer!) y a una Milena Smit absolutamente desatada como no la habíamos visto nunca. La banda sonora de Jocelyn Pook me pareció una delicia, ojalá la publiquen pronto en plataformas.