'Tacones Lejanos', balada de otoño

'Tacones Lejanos', balada de otoño
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La hija (Victoria Abril) de una célebre cantante pop (Marisa Paredes) se ve salpicada en una oscura trama de asesinato en la que solamente un fiscal (Miguel Bosé) parece creer en su inocencia. Pero nada es lo que parece y una trama de casualidades y amantes se cruzará en su camino.

Después de la maravillosa, y ciertamente provocativa para los tiempos en los que corrían, 'Atame' (id, 1990), el gigantesco y experimental Pedro Almodóvar atravesó su etapa de incipiente madurez marcada por el enorme éxito, comercial y artístico, de 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (id, 1988). Los resultados fueron muy apreciables.

'Tacones Lejanos' (id, 1991) es una incomprendida rareza de un cineasta que iba a empezar a perfeccionar aquellos registros de melodrama noir que ya afinó muy bien en 'La ley del deseo' (id, 1987) película clave para entender las obsesiones del cineasta y fundacional en cuanto se delinean, por vez primera, talento y referencialidad y se deja atrás una primera etapa donde la vocación gamberra fue mayor que el talento, aunque ya hubiera puntuales y grandiosos destellos de brillantez y acabado.

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Evocando, incluso en un diálogo maravilloso, la 'Sonata de Otoño' (Hötsonaten, 1978) de Ingmar Bergman, se cuenta también una historia de una madre talentosa cuyo influjo en su hija será de fascinación y secreta e irremediable sumisión. Almodóvar busca convertir en un enrevesado juego de azar esta trama, logrando suspender la verosimilitud en más de una ocasión, pero manteniendo la diversión y el entretenimiento a muy buenos niveles. El asunto es que esta es también una de sus incursiones más claras en un territorio emocional más o menos limitado y con vocación de eficacia y los resultados son ahí desiguales.

Por un lado, Marisa Paredes y Victoria Abril dan unas interpretaciones magníficas, especialmente la segunda, obteniendo el papel más complejo y difícil que le ha dado el cineasta manchego, el de una mujer marcada por una infancia en un segundo plano y caracterizada por un festival de pasivo-agresividad ejemplar. Paredes sabe radiar todo el magnetismo y la arbitrariedad que suponemos a una estrella de la canción latina, pero Abril brilla ofreciendo todos los claroscuros de un personaje difícil, situado en un terreno francamente alejado de cualquier asidero moral confortable - algo que suele pasar a las películas del cineasta.

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Pero el decepcionante último acto, con el sacrificio final, es quizás menos sugerente que los movimientos dramáticos que nos han llevado a él. Mientras que un deliberadamente drag Miguel Bosé ofrece un papel camp y divertido y Bibi Andersson ejerce su magisterio como secundaria típicamente almodovariana, ofreciendo un número musical divertido. Con todo, hay mucho que ver y apreciar de esta película, como su exquisito trabajo compositivo, sutil, lleno de colores y juegos simétricos, con una rarísima y envolvente banda sonora de Ryuichi Sakamoto que solamente es interrumpida por dos maravillosos temas de Luz Casal, Piensa en mí y Un año de amor, que ofrecen más luces y más sombras a esta historia de mujeres caídas y destinos fatales, muy del gusto de un director del que se conoce su lectura atenta de Tennessee Williams.

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