Una familia de ricos, groseros, paranoicos y faltos de empatía se enfrenta a una división interna y a una crisis empresarial que parece la definitiva. La serie de HBO se llama 'Succession' pero bien podría estar ambientada en la agencia de publicidad Sterling Cooper Draper Pryce de 'Mad Men', tras perder por el camino lo poético de su lenguaje asociado al marketing y a la creación de campañas.
Después de una primera temporada marcada por la hemorragia cerebral de Logan Roy (Brian Cox), el dueño y señor de la compañía de entretenimiento y comunicación Waystar Royco, y por el protagonismo del hijo predilecto, Kendall (Jeremy Strong), que puso en jaque el cetro de la empresa familiar con una OPA hostil, el drama de quién sucederá al patriarca se aleja del conato que se presentaba en el arranque de la ficción y se hace realidad en esta segunda entrega.
Donald Draper, Trump y una familia de personajes a la deriva
El clan Roy se descubre del todo como una red de figuras de barro, moldeadas de distintas formas dependiendo de cómo se presente el temporal y de lo que se necesite para capearlo. Kendall se confirma aquí como el Donald Draper de 'Succession', un hombre que se cree un talento prodigioso a ratos, y un despojo humano en otros momentos.
El personaje manda en la trama de esta temporada 2 desde el primer instante, a pesar de convertirse en un ente que navega durante la nueva entrega entre dos aguas: la manejada por Logan Roy y la propia, otro mar turbio y de fondo inapreciable.
Aceptar el pasado para poder seguir viviendo. El conflicto de Kendall es el gran protagonista de esta trama, una atención compartida con la línea argumental principal de Siobhan (Sarah Snook), que esta vez se pringa también las manos para tratar de dilucidar qué es realidad y qué es ficción en su vida.
La parte del acuerdo postmatrimonial con Tom (Matthew Macfadyen) que se estableció en el final de temporada no resulta tan interesante, sin que ello impida, no obstante, coronarla como coprotagonista de estos episodios.
En general, ahora es más evidente que nunca que todos los protagonistas y miembros de la familia Roy atraviesan distintas crisis de identidad, revelándose de una vez por todas como personajes a la deriva, arquetipos que interpretan las 24 horas del día al (supuesto) gusto del director de orquesta, Logan Roy, tan perdido en su ego y su mal carácter como el resto.
Aunque el tono satírico de la serie se regodea en los estereotipos de los multimillonarios con problemas del primer mundo, lo cierto es que la dirección y el estilo narrativo de 'Succesion', cercano en algunas escenas al falso documental que se recrea en las comedias como 'The Office’, ayudan a que esa supuesta realidad empresarial que refleja la serie gane en intensidad.
Esto no sólo se sustenta en la hipótesis de que en los cargos de poder hay más gente incompetente que profesionales, sino que también se nutre del mundo más allá de la ficción, siendo temas de conversación de la segunda temporada las "fake news", el acoso sexual y las malas praxis, el blanqueamiento público recurriendo a mujeres y la nueva política de lo incorrecto.
De este modo tenemos a Connor (Alan Ruck), uno de los hijos de Roy, postulándose como posible presidente de los Estados Unidos y convirtiéndose en el Donald Trump del universo de ficción de 'Succesion', ganadora del Emmy al mejor guión de una serie dramática en la pasada edición de los premios.
-Tu director ejecutivo es un bebé empalmado, ¿y yo debo estudiar gestión?
-Eres una mujer sin experiencia.
-¿Mujer? Eso me resta puntos...
-Pues claro, joder. Yo no inventé el mundo.
-Pero contribuyes a ello.
Este diálogo entre Logan Roy y su hija Siobhan evidencia que la conexión de 'Succession' con lo que hay fuera de la pequeña pantalla es mucho más fuerte. Así como que, de los años 60 en los que se ambienta 'Mad Men' al siglo XXI, el mundo de los peces gordos no ha cambiado tanto, pese a que los personajes femeninos se esfuercen por jugar con las mismas reglas de sus compañeros.
'Succession' se recicla y crece en su segunda temporada
'Succession' se ha reciclado en esta nueva temporada. Eleva los conflictos por suceder a Logan Roy sin traicionar su filosofía de guardarse un as bajo la manga y también añade leña al fuego de la ética reprobable de Waystar Royco y la crisis empresarial, auspiciada por la pérdida de valor de las noticias en favor de lo tecnológico, que se come todo a su paso en la industria.
La ficción creada por Jesse Armstrong gusta porque da alas a las teorías conspiranoicas del mundo empresarial, chanchullos turbios creíbles y episodios de vergüenza que parecen irreales, pero que resultarían verídicos a ojos de los verdaderos televidentes y lectores. De ahí el potencial humorístico de esta cita: "Ya me espía bastante gente como para meter a [Jeff] Bezos en mi casa".
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