"Un rayo nunca cae dos veces en el mismo sitio..." - Ray Ferrier
Tras la rotunda equivocación, al menos para quien esto escribe, que supuso 'La terminal', Spielberg sorprendió por su decisión de acometer el remake de la película de Sci-Fi del año 1953 'La guerra de los mundos', de Byron Haskin, basada como todos sabemos en la mítica novela de H.G. Wells. Y lo cierto es que la versión de Spielberg, no sólo es muy superior a la primera, si no que no puede ser más pertinente en estos tiempos convulsos. Por una vez, su instinto comercial se aliaba con su instinto creativo, para crear lo que yo considero un tótem de la aventura y de la ficción científica, que gana a cada visionado
Josh Friedman y el gran David Koepp (al que debemos maravillas como 'Carlito's Way') escribieron un guión modélico para que Spielberg, en un gran estado de forma, diera lo mejor de sí mismo. Sólo necesitó tres meses de preproducción, y menos de dos meses de rodaje, lo que da idea de la velocidad con la que trabajó, y de lo clarísimas que tenía las ideas. Esta película es, en la relación entre lo buscado y lo encontrado, la más redonda de la década, junto a la magnífica 'Atrápame si puedes'. Parece mentira que sea el mismo director de las sosas y olvidables dos primeras partes de 'Parque Jurásico'. Una vez más, después de un tropiezo, Spielberg demuestra de lo que es capaz.
Sensacional arranque
El comienzo impresiona por su estilo contenido y certero, y por la contundencia con la que se perfilan los caracteres. Morgan Freeman ejerce de narrador, estableciendo ya el tono de desatado horror que va a presidir el drama. Su elegante voz ya consigue transmitir la inquietud y la inseguridad necesarias. A continuación, en un majestuoso plano de helicóptero que se cierra progresivamente sobre un operador de grúa de puerto (Ray Ferrier/Tom Cruise), conocemos al protagonista. Cruise clava el personaje, en la que podría ser su mejor interpretación en la pasada década. Ray Ferrier es un trabajador chuleta y cínico, que conduce un deportivo a toda velocidad, y llega tarde a la cita con su ex-mujer (Miranda Otto), que le espera a la puerta de casa con sus dos hijos menores de edad. Intenta hacerse el padre responsable, pero queda claro, con diálogos muy bien escritos y docenas de detalles, que es un desastre como progenitor.
Sus hijos están interpretados con gran convicción por Justin Chatwin (al que pudimos ver en ese horror de 'Dragonball' y en algún episodio de 'Lost'), y por Dakota Fanning, que contaba con once años por entonces (aunque aparentaba menos) y con esos enormes ojos azules. La relación con el padre está perfectamente definida. El hijo, que le desprecia y le desafía continuamente, lleva una gorra de béisbol parecida, pero de otro equipo, y en lugar de llamarle papá usa siempre su nombre de pila. La hija, aunque tiene continuos roces con su padre, aún le aprecia y le respeta, y parece ser más prudente y más sabia que él. Pero enseguida llegan los alienígenas, y aunque Ray no quiera, tendrá que aprender a cuidar de ambos.
La secuencia del cruce es magnífica, y con ella se establecen ya los dos niveles por los que va a discurrir Spielberg con total equilibrio: el espectacular y el personal. No hay música hasta que la enorme máquina extraterrestre se levanta del subsuelo, arrasando todo a su paso, y cuando Williams llega, nos pone a todos los pelos de punta. La idea de que estuvieran enterradas bajo tierra, y que sus ocupantes bajaran con la tormenta, fue del propio Spielberg, y es brillante porque supone un nuevo punto de vista sobre una posible invasión. El director coge lo mejor de dos extremos, el que representa 'Signs', de Shyamalan, como ejemplo de una invasión a pequeña escala vivida por una familia disfuncional, y el de grandes espectáculos como el 'Independence day', de Emmerich, al que supera sin esfuerzo aparente, en un crescendo terrorífico admirable.
Varias secuencias podrían formar parte del mejor Spielberg:
Ferrier se hace con una pistola y un coche que funcione, pero se volverá contra él cuando cientos de refugiados quieran arrebatárselo. Spielberg muestra al ser humano tal cual es, miserable y cobarde, sin concesiones. La secuencia es descorazonadora.
Ya sin coche, se verán emboscados a punto de coger el ferry por varios trípodes que les rodean. Suben al barco, pero un enorme trípode lo hunde. Detalles como la mirada del padre ante el coraje de su hijo hacen que este momento valga oro.
Probablemente la mejor secuencia de la película: mientras los soldados intentan, sin éxito, enfrentarse a los alienígenas, Ray tendrá que escoger entre un hijo y el otro, pues el mayor se empeñará en ver con sus propios ojos la aniquilación de la última esperanza, mientras la menor es encontrada por dos desconocidos que intentan ponerla a salvo. Un gran Cruise.
Ya en el sótano con Harlan Ogilvy (estupenda creación de Tim Robbins) el trío intentará pasar desapercibido ante la búsqueda incisiva de un tentáculo dotado con una cámara de vigilancia. Muy superior, este momento, a uno parecido con Velocirraptores en cierta película del director.
Sin embargo varias consideraciones terminan lastrando el conjunto e impidiendo que se consolide la obra magistral que roza con los dedos en todo momento pero que nunca consigue ser a manos llenas. Creo que es un error que veamos a los alienígenas, tanto en la secuencia del sótano como en el plano final en el que uno de ellos muere delante de un marine. Hubiera sido más terrorífico no llegar a verles nunca del todo, y Spielberg les muestra con dos primeros planos que les restan fuerza. Por otro lado, la tensión se disuelve demasiado rápidamente desde que son atrapados por uno de los trípodes. Es cierto que es fiel a la novela, pero al espectador se le escamotea un crescendo que hasta entonces era impecable, y que de pronto se queda en nada.
Tampoco creo que sea acertado que el hijo siga vivo al final. Nadie hubiera podido sobrevivir a la batalla del páramo. De hecho, hubiera sido magnífico que Ray, una vez hubiera aprendido a ser un buen padre, muriese, opción que siempre que veo la película me parece la más lógica. Son detalles menores que terminan empañando un poco este gran esfuerzo de Spielberg.
Rasgos estilísticos
Es notable observar que Spielberg, por primera vez quizá, utiliza los master-shots con preponderancia en esta película. De hecho, filma por bloques. Con ello, la velocidad en rodaje aumenta siempre que se tengan las cosas claras, y se imprime una gran energía a la secuencia. Muchas escenas parecen filmadas a una sola cámara, si bien es posible que empleara otra, u otras dos, para tomas de apoyo. De tal forma, filma muchos planos largos y, una vez terminados, no vuelve a ese plano, si no que continúa con otro plano largo. La fluidez de la cámara es fenomenal, y los ejemplos de planos brillantísimos son numerosos, como el de la cámara de video casera que filma la masacre, o los reflejos de los trípodes en los coches.
La rotundidad y la limpieza de las secuencias de acción son notables, así como la coherencia y el detalle en las secuencias más intimistas. A menudo, Spielberg monta un primer plano de un personaje observando algo, y a continuación, sin romper el plano, o cortándolo, muestra lo que ese personaje observa, con gran profundidad y con el personaje en escorzo de espaldas. No se puede meter al espectador en la aventura con mayor talento. La cámara suele situarse a la altura de la cadera humana, en un punto de vista más cercano al del personaje de Fanning, y muy pocas veces busca la espectacularidad tal cual, si no que suele respetar el punto de vista de los personajes, sabiendo que lo que ven es lo suficientemente espantoso como para no tener que exagerarlo con grúas impresionantes.
No creo que Kaminski haga aquí uno de sus mejores trabajos, pero está efectivo a la hora de hacer uso de las luces. Así mismo, es notable el trabajo de la diseñadora de vestuario de Joanna Johnston, que de manera excelente consigue transmitir ideas interesantes a través de la chaqueta de Ray (de la que se hicieron 60 réplicas para mostrar su degradación) o la de Rachel (de camuflaje rosa...).
Es interesante que esta película trata sobre la mirada, y en la que los "malos" van subidos en cámaras (trípodes con ojos enormes). La relación con la mirada y con las cámaras es constante, como cuando la reportera afirma que fue la cámara la que salvó a uno de sus compañeros, o la manía de Ray de que su hija no vea determinadas cosas (con lo cual terminan siendo más horribles...). El mismo Ray, en su trabajo de colocar enormes contenedores en el puerto, parece un montador de cine que va juntando las piezas.
Conclusión
Película de aventuras incontestablemente mayor de su director, que no es magistral por los defectos antes mencionados, aunque poquisimas películas tiene Spielberg sin fallos importantes, aún las mejores de ellas. Demuestra una inspiración mucho mayor que en productos tan menores como los parques jurásicos, y parece capaz de conseguir todo lo que se propone. La película fue un justo éxito de taquilla, y preparó el camino para la siguiente, también filmada en un tiempo récord, la ambiciosa 'Munich'.
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