Como era de esperar, el estreno de ‘Star Wars: el ascenso de Skywalker’ (Rise of Skywalker, 2019) ha vuelto a crear un polvorín entre los fans y los no fans de la saga, pero especialmente entre los amantes de la anterior entrega y los que no le tienen mucho aprecio, dejando que la crítica haya sido no solo menos benevolente sino especialmente destructiva e insidiosa. Algo que contrasta, claro, con la reacción de los fans.
Y es que los fans, ese ente que cada uno que da su opinión convierte en su hydra particular, son los que están recibiendo, en realidad, la mayor parte de los palos, porque según muchos análisis son el elemento tóxico que ha convertido el Episodio IX en la película más discutida, odiada y peligrosa para la paz mundial del año. En realidad, lo que se puede observar, es la misma pataleta vehemente de siempre, ahora por parte de los que consideran la Star Wars de Rian Johnson una pieza magistral (sic).
SPOILERS EN TODO EL TEXTO
La venganza de los warsies
Antes de entrar en analizar por qué ‘El ascenso de Skywalker’ es una gran película de aventuras espaciales, independientemente de lo que haga bien con respecto a la anterior o no, es conveniente hacer un cierto balance de por dónde van los tiros de las críticas al film de Abrams. Muchos apreciaron el valiente intento de Rian Johnson de expandir la saga y convertirla en un espectáculo más polivalente, con humor y unas supuestas rupturas con mandamientos de la saga que están más en la cabeza de algunos que en ninguna tabla de la ley.
El primer problema es considerar que ‘Los últimos Jedi’ es una obra maestra incontestable por el simple hecho de tratar de desmantelar elementos clásicos y “dogmas”. La película tenía muchas virtudes y un final emocionante y arriesgado, pero también había subtramas de relleno que no funcionaban, ni en sí mismas ni como recurso para desarrollar nada en lo que, no olvidemos, es una historia en tres partes. De hecho, se mostraba más conservadora de lo que se dice, volviendo a los peores tics digitales de George Lucas con Casinos y estampidas CGI.
En el texto de arriba analizaba esto con profundidad, pero la idea principal es que muchos de sus avances tan solo eran exposiciones, no nada definitivo, y muchas de ellas han creado caminos en la cabeza diferentes a lo que realmente se muestra en pantalla. Por ello, las mayores críticas a ‘El ascenso de Skywalker’ se centran en como “dinamita” todo lo que supuestamente dinamitó el VIII, pero siendo llevado a extremos en los que se reinterpretan o malinterpretan aspectos de ambas películas.
No es una bofetada, es una redirección continuista.
Abrams tenía varias ideas plantadas para la trilogía que la segunda no desarrolló. No significa que las decisiones tomadas en el segundo capítulo quisieran romper nada. Podían posicionarse, pero son nada definitivo. Por ejemplo, Ren queda como el líder supremo en la anterior, pero no significa que no estuviera planteado que había un mal mayor detrás. No es ninguna afrenta que aparezca Palpatine, y además no es el superior de Kylo Ren, sino una nueva némesis para él.
Ren pretende seguir su misión, engañándole, pero los planes reales son unirse con Rey y derrocarle, no pasa a ser un súbdito, sino un enemigo activo que juega a dos bandas, dándole una mayor dimensión al personaje. Lo mismo pasa con Rey. El hecho de que Ren diga que sus padres no son nadie en el Episodio VIII no era definitivo. Por mucho que signifique que ella no es nadie, Ren lo dice casi como una revelación para el público, y eso, dentro del contexto del film hasta rechina. ¿Qué pasa por qué sus padres no sean nadie?
Es cierto que tenía la implicación de que cualquiera puede ser poderoso en la fuerza, pero los flashbacks del Episodio VII indicaban que Rey sí tenía recuerdos por algún motivo. Es ingenuo pensar que no iba a desarrollar ese ángulo ya plantado. La revelación de Johnson era importante por descartar a Luke o Leia, pero no a Palpatine. El hecho de que sea él no cambia el dilema de Rey, debe igualmente buscar su identidad, esta vez para huir de un nombre manchado y aceptar a los que le han ayudado, una Skywalker de adopción tendría el mismo sentido si el emperador no fuera su abuelo.
Se critica que no se haya dado ninguna pista, pero, entonces ¿Cómo iba a ser una sorpresa? Por otra parte, si Luke no quiere entrenarla no es porque “no sea nadie” precisamente. Él ve su potencial, él ve que ella tiene una tendencia al lado oscuro muy fuerte y una fuerza como ninguno de sus padawan. Lo que le hace temer que le pase de nuevo lo que a Kylo Ren. El hecho de que sea heredera de un Palpatine no sale de la nada. Cuando se ve a sí misma lo hace en un oscuro e inquietante laberinto de espejo. Hay apuntes claros en el Episodio VIII.
La crítica a esta línea se hace absurda cuando, además, el misterio de su origen es la propia fuerza del personaje de Rey. Su conflicto, no iba a quedar resuelto en el segundo episodio, que es un nudo. Las implicaciones de que Rey fuera sensible a la fuerza era que cualquiera puede tenerla. El niño cogiendo la escoba dejaba esa vía abierta y ampliaba las posibilidades de Disney, por cierto, de hacer más películas sin los Skywalker.
La fuerza es de todos
Por lo que, ese cuestionamiento de Johnson, que no es tanto un “acto valiente” como un “movimiento comercial a largo plazo”, no queda anulado. La revelación de Rey no elimina esa idea de que cualquiera puede tener la fuerza. De hecho, Abrams tiene muy en cuenta la lección de la anterior y la aplica a un personaje cuyo conflicto había, literalmente, muerto con la caída de Phasma. Finn, un niño huérfano secuestrado para ser un soldado imperial se encuentra con otros como él mientras se da cuenta de que tuvo ese presentimiento gracias a… la fuerza.
Durante mucha parte de ‘El ascenso de Skywalker’ se van dando pistas de que Finn percibe cosas e incluso se confunde con un arrebato romántico con Rey. De hecho, su encuentro en el Episodio VII tiene una nueva dimensión al entrar el factor de la fuerza como elemento de conexión. La idea de que todos los “niños perdidos” del sistema Endor que han desertado lo hayan hecho por “un presentimiento” que deja entrever que es la fuerza la que ha entrado en juego en esa decisión.
Esta idea conecta con la idea de “los niños con escoba” del final de la de Johnson y al final son ellos el apoyo revolucionario que se dejaba entrever y, de hecho, se expande con el sometimiento de la primera orden en el planeta Kijimi y se refuerza con el personaje de Zorii Bliss. Además, esta idea inspirada por la muerte de Luke Skywalker es la que lleva a los rebeldes a hacer aliados por toda la galaxia en su escena final, por lo que no, el acto de Luke no fue en vano.
La muerte de los Jedi
En otros comentarios se critica que se recupere el aspecto honorable de la orden Jedi, tras dejar quemar el árbol y, de nuevo supuestamente, los libros sagrados. Es gracioso porque el propio Johnson deja la idea de que eso no es tan significativo ya que hay un plano al final del Episodio VIII, en el Halcón Milenario, en el que se muestra claramente un cajón en el que Rey ha cogido los volúmenes para completar su entrenamiento y seguir estudiando. Vamos, que el Episodio IX tan solo continúa la idea del entrenamiento que insinuaba la anterior.
La idea de que Luke estuvo buscando a Dark Sidious también está en los libros que Johnson dejó como gancho, por lo que no se acaba de entender demasiado bien por qué se habla de que esto sale de la nada. Pero lo más extraño es que lo que decía Luke en el Episodio VIII sobre acabar con los Jedi se toma de forma literal, como si fuera el mantra de la película y no consecuencia del tormentoso conflicto del personaje. Cuando Luke aparece como fantasma de la fuerza para agarrar el sable hay una respuesta poética a su desprecio de este en el anterior.
Obviamente, cuando Luke se redime en el final de la de Johnson cambia su parecer. Cuando Luke decía que “los jedi tienen que morir” habla su parte amargada, con miedo —como bien indica ahora que se ha liberado— su parte que desprecia su sable láser. Pero esto cambia con su aparición final. En su holograma, empuña el sable láser azul (o se proyecta con él) que acompañó a su padre, y molesta a Ren por ser el de su abuelo, por lo que la imagen habla por sí sola.
Por ello, no tiene sentido que ahora siga despreciando la fuerza, los sables y el ser un Jedi después de superar su miedo y romper el muro a la fuerza que ha construido. Cuando ahora reconoce que es un arma noble, se lo dice a Rey con sorna paternal, usando el sentido del humor que define su personaje y haciendo énfasis en la desilusión especular de Rey en ese momento. La crítica a lo que hace no es una corrección de nada, sino que indica que muchos ni siquiera han entendido bien su doloroso y bello arco de caída y redención en el octavo capítulo.
El problema de Rose Tico, y el fandom tóxico
El síndrome de “ensayo y error” de Jar Jar Binks fue un caso muy sonado en el 99. En aquel momento nadie se quejó de que el terrible bicho desapareciera en la trilogía de Lucas, pero no se ha aceptado tan bien que Rose tenga tan poco protagonismo en esta entrega por la respuesta tan nociva contra la actriz que tuvo su inclusión en la segunda parte. El hecho de que Kelly Marie Tran tuviera que abandonar twitter es tan lamentable como los insultos racistas a Leslie Jones por ‘Cazafantasmas’ (2016).
Pero si nos ceñimos al ámbito cinematográfico, la drástica reducción de tiempo en el tercer acto es lógica por la necesidad de centrar el capítulo en Rey-Ren y cerrar los arcos de Poe y Finn. Rose tiene relevancia en el segundo episodio porque es un personaje-vehículo para cambiar a Finn, cuyo plan es desertar. Rose no estaba escrita para tener otro desarrollo más que el de ser, nada menos, que segunda de mando de la rebelión junto a Leia. Que el capítulo se centre en Rey, Poe y Finn y los junte por primera vez es orgánico y lógico.
Rose recibió “la cobra” de Finn y casi muere en un acto de valor, lo que, dentro del conflicto que vive por la muerte de su hermana, tiene sentido. Si ese cierre se pudiese haber reservado para la batalla final, quizá hubiéramos tenido un sacrificio significativo en este episodio, pero puede que también hubiera sido criticado. Pero todo lleva a una pregunta que se resume en ¿venía a cuento su inclusión en la segunda parte, cuando ya se había hecho una presentación en la primera? No todo es culpa de los fans, sino de la escritura perezosa basada en “necesitamos una cara nueva”.
El ataque de la nostalgia
Otro elemento cuestionado es el desfile de caras conocidas, apariciones y reminiscencias de otras películas de la saga. El agotador debate de cada entrega, que aquí está bastante justificado por cerrar una historia de nueve películas y atar muchos cabos al mismo tiempo de servir de despedida para muchos. Pero es que esas apariciones tienen sentido. El recuerdo de Han Solo surge en un momento determinante, es tremendamente significativo para el segundo personaje de la trilogía y tiene una coda natural para una muerte que creó terremotos de tinta.
Resulta cínico que sea a esta entrega, la única de las tres que no se ajusta al esquema de ningún episodio de la trilogía original —‘El despertar de la fuerza’ se ajustaba al Episodio IV y ‘Los últimos Jedi’ quería ser desesperadamente ‘El imperio contraataca’— y vuela más libre, a la que se le acuse de regodearse en la nostalgia. Además, sin ir más lejos, la misma aparición “sorpresa” de esta se hacía en la anterior con Yoda, para después plantear un ataque con At-At a la base rebelde en un planeta en el que se cambia la nieve por sal.
#StarWarsTheRiseofSkywalker es un recorrido nostálgico de otras películas clásicas, no como 'Los Últimos Jedi' que no hacía nada de fan service recuperando personajes y fantasmas del pasado o evocando a ninguna otra película de la saga. pic.twitter.com/82gwxhcsPP
— Jorge Loser (@loserjorge) December 20, 2019
Y no solo eso, ‘El despertar de la fuerza’ era la película de Han Solo, y ‘Los últimos Jedi’ de Luke, mientras que la muerte de Carrie Fisher ha impedido que esta sea completamente de Leia, por lo que el peso se ha apoyado plenamente en los materiales verdaderamente originales de esta nueva trilogía, Rey y Kylo Ren. Es su película y solo suya, sin embargo Abrams es generoso con el legado de la saga y trata de hacer algunas reverencias finales, pero en cantidad de minutos cualquiera de las anteriores tiene más elementos del pasado.
Los límites de la fuerza
Otra de las “revoluciones” del Episodio VIII fue la inclusión de variaciones del uso de la fuerza que cabrearon muchísimo a los fans que decían que Luke no podía enviar su “holograma” a distancia, o que los encuentros de Rey y Kylo por su vinculación de la fuerza no eran posibles. Mientras Abrams es tachado de cobarde en medios de renombre, sus personajes no solo tienen encuentros con la fuerza sino que son capaces de teletransportar objetos en esas conexiones.
Algo que Johnson apuntaba con unas gotas de lluvia, aquí se convierte en un punto de trama definitivo al final, en una recreación fantástica del momento ‘Jungla de Cristal’ (Die Hard, 1988) de Bruce Willis, escondiendo un arma en su espalda en el enfrentamiento final. Pero no solo eso, sino que además, se atreve con nuevos poderes como la sanación haciendo una “transfusión” de fuerza e incluso la nigromancia propiamente dicha.
Esto coincide con los poderes de Baby Yoda que aparecen el último episodio de ‘The Mandalorian’, estrenado dos días antes de la película, y que, curiosamente, nadie critica por su uso de la fuerza fuera del canon. En efecto, Abrams se muestra entusiasmado por los juguetes que le ha cedido Johnson y si no los utiliza de la misma manera —ojo a la influencia de Leia en su hijo Ben— los lleva más allá. Si esto es ir remando en contra del anterior, si es tratar de anular sus avances, queda en la cancha del espectador.
Por qué ‘El ascenso de Skywalker’ es una buena película de Star Wars
Confundir “fan service” con “hacer una buena película de Star Wars” desafía el cómo funcionan ciertas normas de la creación artística, desde el diseño gráfico al arte. Las limitaciones son una herramienta. Si Rothko hace cuadros con tres colores, hacer un cuadro con una paleta de 10 colores no va a hacer un mejor cuadro de Rothko, de hecho, es un signo de que quizá el artista que se apoya en todos los elementos a sus disposición, suple una falta de capacidad de crear de forma armónica con elementos sencillos. “Simple is hard” que dice Scorsese.
‘El Ascenso de Skywalker’ entiende que la subversión de las expectativas no es sinónimo de buena narrativa, y por supuesto que en ese sentido enmienda el trabajo de Johnson. Tiene una finalidad de llegar al final como un tercer acto. El problema es que ‘Los últimos Jedi’ jugaba a la sorpresa y la ruptura por razones que no tienen que ver con participar en una historia que va más allá del microcosmos de esa misma obra. Las subtramas de la anterior, con la búsqueda del código o la traición, no tenían un propósito global y, en retrospectiva, en una visión general, y ahora se muestran como un relleno.
Se le ha achacado también que no es más que una gymkana de un sitio a otro, una persecución constante en el que en las prisas de los personajes se reflejan las prisas de la producción, pero no se aclara en estos comentarios que, precisamente toda 'El ascenso de Skywalker' es una misión contrareloj. A diferencia de otras entregas de la saga en las que el deadline aparece en el tercer acto, aquí surge desde un primer momento. Solo quedan 16 horas para que la orden final, un brillante juego con la solución final del tercer Reich, se desate.
Por ello, el guion de Abrams y Terrio puede estar sobrecargado, puede tener problemas de atropellamiento y saturación de información, pero todas las sorpresas, incluso la no muerte de Chewbacca, tienen un propósito en la historia, todo se mueve en la misma dirección y acompaña a las ideas de ‘El despertar de la fuerza’. Cada misión de cada personaje acaba en un mismo vórtice que contribuye en algo al espectacular clímax del film. Incluso en cada escena de acción hay cierto propósito que se mueve con los sentimientos de los protagonistas.
El trabajo de mímica de Ridley y Driver hace que sus peleas con sable sean algo más que una coreografía artística en una sala roja estéticamente bonita. Hay un propósito casi en cada golpe de espada, y la intensidad de sus ataques va acorde a la interpretación de movimientos, lenguaje corporal y gestos. Puede que no dirija tan bien, pero Abrams es un narrador visual puro y trabaja con la funcionalidad y la integración y el resultado es clasicista y dinámico.
Un serial juvenil que no subestima la imaginación
‘El ascenso de Skywalker’ sorprende por su honestidad, al querer ir de frente con sus elementos de folletín y de aventuras clásicas a lo H. Rider Haggard, película de Indiana Jones (hasta en el atuendo de Poe Dameron) con veloces diálogos a lo Howard Hawks y síntesis de todo lo que ha hecho la saga memorable. Un ritmo afiladísimo y escenas de acción visualmente apabullantes, estéticamente atemporales, que se ajustan al de los grandes finales de sagas al estilo de ‘El señor de los anillos’ o la propia ‘Vengadores: Endgame’ (Avengers: Endgame, 2019).
La diferencia con el final de Marvel es su trabajo hacia la fisicidad con una limitación de efectos digitales en personajes que la vuelve a acercar a lo terrenal, evitando estampidas animales de CGI. También incluye incursiones en naves de la primera orden, y trama de espionaje con la revelación del traidor, un elemento que aparece desde el principio y sorprende, pero afirmar que está sacado de la nada es no haber prestado atención al último plano de Domhnall Gleeson en ‘Los últimos Jedi’ y cómo le trata Ren, en general, durante todo el metraje de esta.
El final se mueve irremediablemente a ‘El retorno del Jedi’ pero se desarrolla de forma diferente, con ese planeta fantasma con arquitectura salida de un relato de Lovecraft, y pura atmósfera de horror cósmico. El romance gótico con ecos a Emily Brönte y el final trágico con una estampa como la piedad es un cierre perfecto para los dos personajes principales. Pero la clave está en cómo conecta toda la saga y le da un nuevo sentido a todas las películas con respuestas sobre los Sith en su escena final de misa negra satánica espacial.
El fin de una saga y una era del fantástico
La última confrontación del Emperador y Rey enfrenta a todos los caballeros Jedi y los Sith encarnados en ellos, de alguna forma se reúnen muchas generaciones en los últimos representantes vivos, asistiendo a una batalla minimalista para cerrar, gracias a una chatarrera sin apellido, una saga que empezó hace 42 años. Las generaciones de seguidores de ‘La guerra de las galaxias’, sus hijos e incluso nietos, confluyen también en ese momento. La resolución de la batalla naval de la rebelión, se salva en el último minuto, al estilo de Dunkerque.
Todo gracias a la gente de a pie unida para ayudar, como se recalca en una línea de guion que hace un saludo a los fans, tan criticados y etiquetados, con una parte de lado oscuro, pero con una buena parte de ellos cuyo único pecado ha sido amar las películas y las historias salidas de la factoría Lucas. Ahora todo se ha convertido en una propia guerra entre fans, no fans, críticos y público, opinadores y directores de cine, tuiteros, youtubers de final explicado y gente a la que no le va ni viene pero sale de la cueva una vez al año para decir que le ha parecido una mierda. Lo de siempre.
‘El ascenso de Skywalker’ encontrará su público con el paso del tiempo, se seguirá hablando de ella y toda una generación tendrá nostalgia de Rey, Kylo Ren y su beso variación de ‘Duelo al Sol’ (Duel in the Sun, 1946). Se harán maratones especiales en el cine para rememorarla, mientras pocos recordarán las guerras clon que se sucedieron cada navidad de 2015 a 2019, cada vez que se estrenaba una de ellas. Destinada a la concordia, el Episodio IX ha creado más sangre, lo que hace preguntarnos si realmente nos merecemos más películas de ‘Star Wars’.
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