Adrien Brody y Sarah Polley son dos científicos de nombre Clive y Elsa, dos nombres que aluden directamente a los actores Colin Clive y Elsa Lanchester por sus respectivos papeles en una de las obras maestras del cine de terror, ‘La novia de Frankenstein’ (‘Bride of Frankenstein’, 1935, James Whale). En dicho film Clive daba vida al mítico doctor Frankenstein y Lanchester a la criatura que creaba el doctor para hacer compañía al monstruo encarnado por Boris Karloff en una secuela en la que se daba un paso más a lo expuesto en el film anterior. Toda una declaración de intenciones, pues, por parte de Vincenzo Natali a la hora de embarcarse con su ‘Splice: Experimento mortal’ (‘Splice’, 2009) en ese tipo de películas que versan sobre científicos que amparándose en la importancia de la ciencia para la evolución, rompen todas las reglas ético morales que existen.
Clive y Elsa son aquí nuestros Frankensteins particulares que jugueteando con la genética y el ADN de especies animales crean híbridos para una empresa farmacéutica. Con la ambición que caracteriza a los científicos, ambos dan un paso más creando un híbrido que lleva ADN humano. La criatura resultante, a la que llaman Dren, resulta ser un espécimen espectacular en todos los aspectos. Como vemos no hay mucha diferencia del argumento de los míticos títulos de Whale, pero Natali decide introducir un elemento pocas veces explorado en este tipo de películas: el sexo.
Si hacemos un poco de memoria el maestro Terence Fisher —probablemente el origen de terror moderno, y sobre el que volveremos en multitud de ocasiones en el especial Vampiros de verdad y en otro sobre la Hammer— introdujo el elemento sexual en la gran ‘Frankenstein creó a la mujer’ (‘Frankenstein Created Woman’, 1967), en la que el mad doctor más famoso de todos los tiempos se atrevía a crear a una mujer perfecta que le acarrearía algunos problemas. El sexo estaba presente en la historia como pocas veces se ha visto y su atrevido subtexto parecen servir de inspiración ahora a Natali para una historia que se mueve entre lo osado, con sus gotas de morbo, y lo directamente ridículo. Dos mad doctors, pareja emocional para más inri, enfrentados al dilema moral de sus vidas.
Siempre he creído que Vincenzo Natali era uno de esos directores sobre los que recaían proyectos interesantes malogrados por una falta de pulso increíble. A falta de ver ‘Nothing’ (id, 2003), tanto ‘Cube’ (id, 1997) —su película más prestigiosa hasta el momento— como ‘Cypher’ (id, 2002) me parecen films vacíos que partían de ideas muy buenas pero malogradas a la hora de la realización. Ahora con ‘Splice: Experimento mortal’ —dichosa manía la de los subtítulos supuestamente llamativos— vuelve a hacer gala de lo mismo, esto es, una idea con multitud de posibilidades que se pierden incomprensiblemente en una primera parte interesante pero aburrida y un tercio final en el que Natali sucumbe a las concesiones. Extraño en un film que se supone arriesgado, atrevido y diferente.
Natali evita presentaciones de todo tipo, algo que a mi parecer es un acierto, nos introduce de lleno en la historia con los dos científicos creando el híbrido. Lamentablemente el director emplea demasiado tiempo en la creación y desarrollo de la criatura, aún a pesar de que ésta crece a velocidad vertiginosa. En dicha parte se encuentran lo más interesante del relato, las alusiones a una maternidad fervientemente deseada por un lado —Elsa— y evitada por otro —Clive— y que se materializa en Dren, quien a su vez experimenta curiosos y determinantes sentimientos hacia sus progenitores. Natali irá más allá en un par de escenas de lo más atrevidas, aunque su resolución navega por el más amplio de los ridículos en la primera —Natali dice que ha introducido humor en la historia pero creo que se trata más de un humor involuntario que da lugar a instantes completamente ridículos— y en la segunda parece caer ante todo tipo de concesiones.
‘Splice: Experimento mortal’ tiene dos partes bien diferenciadas; una primera demasiado larga pero en la que Natali pone sobre la mesa lo más interesante del relato, y otra en la que parece una película totalmente diferente que camina por el cine de terror facilón que transcurre de forma muy apresurada hacia un final abierto que deja la historia para una posible segunda entrega. Tal vez la historia dé para más a partir de lo planteado en su parte final —por otro lado previsible—, pero si Natali lo hace con la misma falta de energía que aquí me temo que será más de lo mismo. Queda para el recuerdo la composición de Delphine Chanéac, que realiza una buena creación de su personaje estando muy por encima de unos muy apagados Adrien Brody y Sarah Polley.
Splice traducido al español significa error. Buen título que define a la perfección el film significa empalme, lo que no vais a tener viendo la película.
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