Sitges 2024: 'El baño del diablo' es un exquisito true crime de época donde lo pagano y la religión inducen a un descenso a la depresión y el horror psicológico

Sitges 2024: 'El baño del diablo' es un exquisito true crime de época donde lo pagano y la religión inducen a un descenso a la depresión y el horror psicológico

La elegida para representar a Austria en los Óscar es un salto colosal de los directores Veronika Franz y Severin Fiala

Sin comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
The Devil S Bath Trailer 2024 Full Review Plot Cast Release Date More Bq

A unas semanas de su estreno en España el 8 de noviembre, ‘El baño del diablo’ (Des Teufels Bad) se presentó en Sitges 2024 vestida de drama histórico en la Austria del siglo XVIII, donde el dúo formado por Veronika Franz y Severin Fiala extienden un gran tapete para explorar las consecuencias de las normas sociales y los dogmas religiosos sobre la salud mental a su manera, con su estilo sobrio y lleno de poso sombrío, en realidad de forma no tan distinta su ‘La cabaña siniestra’.

El caso de este nuevo trabajo es particular puesto que, por una parte, tienen en sus manos una propuesta de prestigio, que puede escudriñarse como un trabajo de época, con un desarrollo de digestión lenta que puede atraer al público de festivales finolis y hacer de cebo para las temporadas de premios, y así ha cosechado elogios de la crítica, recibiendo un Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín y siendo seleccionada como la candidata austriaca al Mejor Largometraje Internacional en la 97ª edición de los Premios de la Academia.

Folk horror histórico

Por ello pude chocar su presencia en Sitges, donde la sección oficial suele ampliar las miras del fantástico, pero aunque no tenga ninguna dimensión sobrenatural como algunos folk horror recientes de tradición británica, en los que los menhires, lo ancestral, invocan algo desconocido y terrible, sí que tiene más en común de lo que parece a simple vista con la película que removió las aguas del género recientemente, ‘Midsommar’ (2018), donde además de tratar la depresión femenina, encontramos que el elemento de terror es sencillamente la tradición, el culto a rituales paganos que nos resultan demasiado salvajes y extraños.

Esto casa perfectamente con el estilo del terror del dúo, que siempre ha sido flemático y despiadado, con un humor oscuro que mira a la desesperanza más agónica con cierta maldad, y en esta ocasión han afilado su escalpelo a un extremo de perversión elevada a arte. En ‘El baño del diablo’ narran la desgarradora historia de Agnes, una joven que se casa y sueña con una vida plena como esposa, para encontrarse poco después atrapada en un sombrío y solitario viaje interior. Su caída al abismo se desarrolla en medio de bosques frondosos y aldeas rurales, donde poco antes una mujer fue condenada a muerte tras cometer infanticidio.

Devil S Bath

Agnes, interpretada por Anja Plaschg, navega por su nueva vida con el corazón encogido, mientras día a día se ve cada vez más alejada de su conexión con la naturaleza, su afición entomológica, su relación con los animales, para verse atrapada en un camino turbio y solitario que la conduce pensamientos oscuros. En su parte final podemos reestablecer todo lo que hemos visto —con un juego de paralelismos en puesta en escena con la primera escena tremendamente desolador— y vemos cómo toda esa tradición terrible del folk horror tan solo depende del punto de vista.

Depresión y crímenes innombrables

Si el terror del subgénero viene del contraste, de introducir la civilización dentro de un lugar sin evolucionar, normalmente se usa la tercera persona, pero en esta ocasión el turista despistado somos nosotros, observamos desde una ventana al pasado una cotidianidad imposible de comprender, rastros de esa cultura precristiana remanente que nos conectan con el lado más oscuro de la humanidad, y nuestra capacidad para disociarnos de lo vil. La única diferencia con película de Ari Aster es que no seguimos a Florence Pugh, sino que observamos desde dentro rituales impensables, poniendo al espectador, ahora sí, en primera fila de la capacidad para normalizar la barbarie del ser humano, a veces a través de normas religiosas tan rígidas que permiten rupturas de la norma grotescas.

Pero no solo tiene ‘El baño del diablo’ una conexión con el folk horror a través de la historia, sino que en sí misma puede considerarse un true crime, la diferencia con ese subgénero es que no hay un crimen concreto, sino casos más o menos documentados que han supuesto ciertos en una de las mujeres que utilizaron el suicidio por proxy, que resumiendo el concepto era cuando para quitarse la vida, muchas mujeres optaban por un asesinato que les condenara a muerte para así poder ser ejecutadas. La fotografía de Martin Gschlacht realza la inquietante atmósfera de la película, mientras que la partitura de Anja Plaschg subraya la profundidad emocional del viaje de Agnes.

Devil Bath

Frank y Fiala orquestan toda la historia de su protagonista alrededor de hechos reales documentados, por lo que en su parte final tenemos primero una sórdida crónica negra con detalles incluso de torture porn —esos métodos médicos dignos de Takashi Miike—, que recuerda por su crudeza a algunas películas como ‘El bosque del lobo’ (1970) o ‘El huerto del Francés’ (1978) y otra de un cine de brujería desde el punto de vista de las mujeres víctimas que se ha perpetuado en la obra de Dreyer, principalmente en ‘Vredens dag’ (1943) o ‘La pasión de Juana de Arco’ (1928), en la que el film parece transmutarse durante algunos planos de su momento culminante, en un claroscuro expresionista muy poderoso.

Una tradición de brujería y ajusticiamiento

Esa tradición con hitos como ‘El martillo de las brujas’ (1970) es perpetuada por los directores, quienes, de hecho, ya habían visitado este terreno de brujería en ‘The Field Guide to Evil’ (2018) con una historia de amor homosexual —que es uno de los detonantes del dilema aquí—en la Austria medieval, en la que sí incorporaban una figura folklórica sobrenatural como el Trud, un espíritu maligno que atormenta a los pecadores. En ella parecían replicar la situación que planteaba ‘Hagazussa’, con la que ‘El baño del diablo’ tiene mucho que ver en detalles como la influencia de Robert Eggers. Su retrato de la culpa sexual y la presión social tenía ya el germen de lo que ocurre aquí.

El camino deja un crudo retrato de la depresión y el peso de las expectativas, abriendo una ventana desoladora a la psique femenina durante una época en la que el sufrimiento de las mujeres era ignorado. Los síntomas distorsionadores y debilitadores de la enfermedad retratan un colapso mental femenino que se mira en los dramas psicológicos de Robert Altman, e 'Anticristo' de Von Trier, y otras películas que han ido englobándose en la etiqueta House of Psychotic Women acuñada por Kier-La Janisse. La diferencia es que esta también tiene suicidios en cascadas que podrían haber sido pintados por Caspar David Friedrich.

Devilsbath

Cadáveres decapitados entre columnas totémicas, ritos de un cristianismo remoto e indiferenciable con lo pagano que, además de surtir de estampas de horror puro, tienen un poder subversivo destinado a incomodar a través de la historia. ‘El baño del diablo’ es una de las mejores películas del año sin ninguna etiqueta, pero cualquier duda sobre su género debería disiparse por su intencionalidad inquietante, su banda sonora o la forma en la que presenta la caída de Agnes, recordando los mejores Von Trier y Haneke, la trilogía medieval de Frantisek Vlácil e incluso el Ken Russell de ‘Los demonios’ (1971).

En Espinof | Las 39 mejores películas de terror de todos los tiempos

En Espinof | Las mejores películas de 2024

Inicio