Netflix es la plataforma de streaming con un mayor volumen de estrenos, algo que en no pocas ocasiones equivale a la llegada de títulos que son pocos más que simple relleno dentro de su catálogo -aunque por supuesto que también tiene películas muy buenas y series que no te puedes perder-. He de confesar que esa era la sensación inicial que me transmitía 'El abogado del Lincoln', adaptación televisiva de una saga literaria de éxito que ya se intentó llevar en su momento al cine con 'El inocente', una película muy disfrutable protagonizada por Matthew McConaughey que, por desgracia, nunca tuvo secuela.
Por ello, decidí ignorar 'El abogado de Lincoln' cuando se estrenó en Netflix en mayo del año pasado y seguía haciendo caso omiso a esta serie creada por David E. Kelley cuando se convirtió en un gran éxito para la plataforma. A fin de cuentas, que mucha gente vea algo no quiere decir que sea bueno, pero en el caso que nos ocupa ha resultado ser tan cierto que no tenga dudas en decir que para mí es la serie actual más adictiva de Netflix -sí, más que 'Stranger Things'-. Y además consigue esto de forma muy diferente a lo habitual.
Entretenida, precisa y sencilla
Estrictamente hablando, 'El abogado del Lincoln' es un drama legal en el que el protagonista tiene que investigar un caso durante una temporada completa. Algo para nada revolucionario que además parece más propio de una serie de la época en las que las cadenas por cable norteamericanas eran el gran referente televisivo. La serie de Netflix quizá habría corrido el riesgo de ser una más entonces, pero hoy en día se siente especialmente refrescante, pero es que además todo funciona con precisión para que devores episodios sin darte cuenta y para cuando eres consciente de ellos igual te has visto ya media temporada.
Esa último detalle no lo he elegido al azar, pues este jueves llega a Netflix la Parte 1 de su segunda temporada, lo cual equivale a cinco episodios que me vi el mismo día del que dispuse de los screeners con la misma facilidad con la que cualquiera se bebe un buen vaso de agua fresquita en plena ola de calor. ¿Y cómo consigue 'El abogado de Lincoln' algo así? Pues confiando en lo que debería ser la base de cualquier buena serie, es decir, dejando respirar la historia para que fluya con naturalidad y prestando atención a todos sus personajes para que en ningún caso se sientan como meros recursos de guion.
Está claro que la mayor parte del peso de 'El abogado de Lincoln' recae sobre el actor mexicano Manuel García-Rulfo ('Los siete magníficos'), quien ya en la primera temporada demostró un buen hacer envidiable a la hora de presentar un personaje que ha de transmitir confianza y determinación como abogado, pero también tener un pequeño punto pícaro -un buen ejemplo en la segunda temporada lo tenemos en la forma que tiene de solucionar el caso al que se enfrenta la hija de un buen amigo suyo- para librarse de los líos en los que se ve envuelto.
Además, el carisma también resulta fundamental en la interpretación de Garcia-Rulfo, pero aquí se opta por un tono más relajado que el de McConaughey que se traslada a toda la serie en líneas generales. Obviamente, sí que hay varios giros a lo largo del camino para que la tensión no desaparezca y sigamos interesados en el caso al que se enfrenta Mickey Haller, pero incluso entonces no se siente como grandes golpes de efecto más o menos necesarios, sino como una prolongación tanto del hecho de abrazar sin complejos su naturaleza episódica como de ese ritmo en el que se prefiere minimizar lo altisonante en beneficio de una narrativa más clara y directa.
Engancha sin trucos innecesarios
Ahí es donde surge un milagro que en ningún caso hubiese esperado de esta adaptación de la saga literaria de Michael Connelly, pues aquí no se busca nunca ese toque vibrante que era lo que impedía que una serie discreta como 'El agente nocturno' se viniese completamente abajo. Y es que no lo necesita para engancharte, porque prefiere ir explorando las ramificaciones de la historia dejando que estas surjan como consecuencia de las acciones de sus protagonistas, brillando por ejemplo la forma en la que lidian con el cliffhanger que dejaron al final de la primera temporada. No se le da más importancia de la necesaria, pero tampoco se lidia con ello de forma precipitada.
Todo eso nos lleva a que otra de las armas nada secretas de 'El abogado de Lincoln' sea su reparto. Bien merecido es el aplauso que le he dado ya a García-Rulfo, pero es que además está muy bien acompañado, funcionamiento especialmente bien la dinámica de su personajes con los de Becki Newton y Neve Campbell, que dan vida a sus dos ex-mujeres, completamente diferentes entre sí salvo en el detalle primordial de lo buenas que son en sus respectivos trabajos.
Sí que es una lástima que Campbell pierda presencia en la temporada 2, seguramente consecuencia de que iba a protagonizar otra adaptación televisiva de la obra de Donnelly que parece que finalmente se ha quedado en nada, pero el interés de 'El abogado de Lincoln' no se resiente por ello y además permite la inclusión de otro personaje femenino encarnado por Yaya DaCosta ('Dos buenos tipos') que añade una dinámica diferente con el protagonista, a quien quiere derrotar a toda costa.
Siendo claros, la temporada 2 de 'El abogado de Lincoln' es continuista con respecto a lo que vimos en su predecesora. Claro que el caso es diferente y hay nuevos personajes, pero en todo momento se siente que forma parte de ese universo que ya nos había conquistado y que están proponiendo algo nuevo pero en un entorno que nos resulta familiar. Y todo se hace con calma, permitiendo así que uno disfrute con sus grandes pilares en lugar de intentar compensar debilidades por otra parte. Que al final, una buena historia con unos personajes que funcionan sigue siendo una fórmula infalible y que además también puede ser perfectamente la base para una serie tan entretenida como la que nos ocupa.
Deseando estoy poder ver la Parte 2, que llega a Netflix el próximo 3 de agosto, porque es que hasta ese corte al final del quinto episodio está bien elegido para dejar al espectador como mínimo con curiosidad sobre qué ha pasado exactamente.
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