‘Selma’ (id, Ava DuVernay, 2014) pasará a la historia por haber sido una de las películas con las dos nominaciones a los Oscars más extrañas jamás recibidas por una película. Nada menos que mejor película y mejor canción, una combinación que pone en evidencia el hecho de que la Academia de Hollywood la ha ignorado vilmente; una nominación al premio gordo, como consolación, y otra para la estatuilla que finalmente recibió, la del poderosísimo tema musical ‘Glory’, como consolación, parte dos. Tema aparte es que la película las mereciera, que creo no es el caso.
De hecho considero que otros apartados del film, como algunas de las interpretaciones, o alguno técnico, sí habría tenido más sentido una nominación a un premio que se supone premia lo mejor. Polémicas absurdas a un lado, creo que ‘Selma’ es un film muy académico, y sorprende su falta de nominaciones, aunque teniendo reciente el éxito de ’12 años de esclavitud’ (’12 Years a Slave’, Steve McQueen, 2013), en la que ejerce funciones de productor Brad Pitt, como en ésta, ya sabemos que a la Academia no le gusta repetir temas dos años seguidos, y menos de carácter racial.
El film no es un biopic al uso sobre la mítica figura de Marthin Luther King Jr. –personaje más que famoso, y que da la oportunidad a David Oyelowo de lucirse como nunca−, pero sobre todo haciendo hincapié en su lucha por conseguir el derecho a voto para la raza negra en los Estados Unidos, algo que resulta verdaderamente escalofriante si pensamos en el hecho de que no ha pasado realmente mucho tiempo desde ello. Una de esas manchas en la historia de la humanidad, de la que sentirse muy avergonzado. Sin embargo, ‘Selma’, como producto cinematográfico que transmite un mensaje, no las tiene todas consigo.
Cuidada dirección artística, cuidados secundarios, con el punto de que son interpretados por actores de primera fila, como alegoría a la importancia que sus personajes tuvieron en los hechos, en la historia –aunque se tergiversa algo el papel que tuvo el presidente Johnson, un muy eficiente Tom Wilkinson, al respecto−, y sin embargo un trabajo de dirección que se tambalea entre lo muy acertado y lo realmente tendencioso y manipulador. El personaje de King, sobre el que no se centra todo el film, está rodeado de claroscuros, como todo ser humano. No sucede así con los secundarios, sobre todo los blancos.
Ooooooprah...
Por un lado las portentosas imágenes de King en la cárcel siendo visitado por su esposa, y la composición de los planos, y el montaje, eliminan las rejas que les separan, uniéndolos en una causa común, por otro los mismos personajes hablando sobre amor en su casa con una planificación y montaje de lo más errático, pero sobre todo ese montaje paralelo, antes de la famosa marcha sobre el puente, de gente blanca y negra hablando, en el que los segundos portan la razón y el debate, mientras que los primeros sólo atiende a radicalismos raciales.
No debemos olvidar que la principal productora del show, porque ‘Selma’ parece más un show que una película, es doña Oprah Winfrey, quien sabe perfectamente lo que hace, y mucho ha llovido desde su estreno como actriz en la magistral, esa sí, ‘El color púrpura’ (‘The Color Purple’, Steven Spielberg, 1985). Cada elemento en ‘Selma’ está minuciosamente planeado para hacer efectivo un mensaje que aún no ha llegado del todo a la gente. Esta sociedad sigue siendo racista, si lo negamos cometemos un error un poco más gordo que el de intentar manipular al espectador para hacerle llegar el mismo, por muy verdadero y puro que sea.
Con todo, el glorioso, nunca mejor dicho, final de ‘Selma’ tras uno de los discursos de King, convenientemente cambiado para el film, ya que ninguno se ha reproducido con las palabras exactas, hace que uno se emocione al son de la canción de John Legend, Common y Che Smith. Misión cumplida. En los Oscars la gente lloraría desconsolada ante el numerito, pero la película se queda a medio camino de todo, sin que esto signifique que me parezca mala. El año que viene no la recuerda nadie.
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