Edgar Wright está convirtiéndose, película a película, en uno de los bastiones de la actual comedia norteamericana. Yo incluso diría que es el único, ya que independientemente de que se hayan estrenado algunas películas que devuelven al género de comedia su perdida dignidad —‘Resacón en Las Vegas’ (‘The Hangover’, Todd Phillips, 2009) podría ser un ejemplo adecuado—, Wright es el único realizador que ha sabido mantener cierto nivel en sus películas. No hablamos de uno de esos directores que sorprenden con su primera película y en posteriores trabajos se revela que había sonado la flauta por casualidad. Tampoco hablamos de ningún Leo McCarey, Howard Hawks o Preston Sturges, baluartes universales de la comedia cinematográfica, pero sí de alguien que sabe lo que hace, y sobre todo moverse con las modas imperantes en la actual sociedad.
A falta de ver su ópera prima, la parodia sobre los westerns ‘A Fistful of Fingers’ (1995), Wright se hizo famoso por su particular versión del subgénero de zombies con la divertida ‘Zombies Party’, demencial título español de ‘Shaun of the Dead’ (2004). En su siguiente trabajo le dio por parodiar las buddy movies en ‘Arma fatal’, otro ridículo título para ‘Hot Fuzz’, con la que Wright confirmaba sus dotes para la comedia. No obstante, y en cualquiera de los dos ejemplos, Wright aún no dominaba a la perfección el ritmo de sus films, quedando a mi parecer demasiado largos. ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ (‘Scott Pilgrim vs. the World’, 2010) adolece en menor grado de dicho problema, pero el director sigue manteniendo su buen humor, que esta vez salpica al género de la comedia romántica, mezclándola hábilmente con el mundo de los cómics y los videojuegos.
Tomando como base la novela gráfica de Bryan Lee O´Malley, Wrigth los cuenta la historia de Scott Pilgrim, un chico bastante raro que se encuentra en una curiosa tesitura. Para formalizar su relación con una chica nueva en el barrio, Ramona Flowers, deberá antes enfrentarse y vencer a sus siete ex novios que han formado una Alianza mortal que controla el futuro amoroso de Ramona. Además deberá cortar con su novia actual, una oriental de 16 años que adora con toda su alma a Pilgrim y la banda de música en la que él toca el bajo. El argumento es una locura total que Wright sabe adaptar muy bien a los formatos de hoy día. Tal vez estemos hablando de la primera película que mezcla con éxito los mundos del videojuego y el cine, de difícil entendimiento entre sí.
Tal vez me deje llevar por la emoción —es lo que suele ocurrir en los momentos posteriores a ver una película— pero para mí ha sido todo un deleite el visionado de ‘Scott Pilgrim contra el mundo’. No hablamos de una gran película, pero para alguien como yo que rechaza de mano el mundo de los videojuegos —debido a que aún no he encontrado uno que me entretenga lo más mínimo—, que una película use tan inteligentemente, y sobre todo con mucho sentido del humor, el formato de un videojuego, adaptándolo a la narración cinematográfica, me llena de ilusión. Wright controla en todo momento que el film no quede ahogado por la estética de cómic o videojuego, entrelazando todo con inusitada pericia. Puede que una vez más falle en el ritmo.
Y es que al igual que sus dos anteriores largometrajes, ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ es demasiado larga. Edgar Wright padece del mal común entre los directores que también suelen firmar sus guiones; le gustan demasiado los personajes de su relato y parece que le cuesta soltarlos, alargando un poco de más el film. Por la contra consigue que un actor tan inexpresivo como Michael Cera —que año tras año parece interpretar el mismo personaje— caiga simpático al espectador. Wright somete a Cera a un tour de force que el actor pasa con sumo estoicismo, que sin embargo carece de química con su partenaire Mary Elizabeth Winstead, que está más bien sosa en su papel. Todo lo contrario que Kieran Culkin, absolutamente espléndido como amigo gay del protagonista, uno de los tópicos en la actual comedia romántica. Culkin demuestra que en los de su apellido puede correr sangre de actor por las venas.
Al igual que en un videojuego, Scott deberá ir pasando determinadas fases para madurar en su relación no sólo con Ramona, sino con todos los que le rodean, además de recuperar la fe en sí mismo. Cada nuevo enemigo al que se enfrenta simboliza una nueva fase en su existencia, y Wright aprovecha para reírse de forma sana de aspectos como la identidad —el episodio de Chris Evans, que utiliza a su verdadero doble—, los vegetarianos —un excelente Brandon Routh—, o incluso los gustos musicales —el enfrentamiento entre la banda de Pilgrim, bajo, guitarra, voz y batería, contra dos hermanos orientales que utilizan imponentes teclados y luces de colores—. Tal vez parezca que se hace un poco repetitivo el esquema narrativo —Pilgrim enfrentándose a los siete ex novio de Ramona, casi continuamente—, pero debe observarse que el film avanza sin quedarse estancado.
Una buena película en definitiva, que muy probablemente gane con el tiempo. Creo que Wright domina cada vez mejor la puesta en escena, no obstante, la propuesta de ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ le permite arriesgarse más en ese aspecto. Personalmente me quedo con el sano humor con el que el director se enfrenta a todas las posibilidades del relato, y que en cierto momento parecen infinitas. Y sobre todo con lo equilibrado que resulta el conjunto en toda su locura, logrando que no chirríe ni en instantes como el delirante homenaje al cine de Bollywood, logrando llegar más lejos que Danny Boyle en el tostón aquél que amasó un buen puñado de Oscars.
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