Desde que la Unión Soviética lanzase el primer misil balístico intercontinental a finales de la década de los cincuenta hasta la misión soviético-norteamericana Apolo-Soyuz a mediados de los setenta, las dos potencias mundiales llevaron fuera de la Tierra una nociva rivalidad, extendida —oficialmente— hasta el fin de la Guerra Fría, en el periodo conocido como la "carrera espacial".
Esta competencia podría extrapolarse —de forma mucho más sana— a un campo cinematográfico en el que Estados Unidos es el gran rival a batir; especialmente cuando nos centramos en el terreno del blockbuster. No obstante, desde la industria rusa se han puesto las pilas, plantando cara a la imbatible Hollywood con modestas superproducciones que poco tienen que envidiar a sus homólogas yanquis.
Después de aproximarse al género bélico en la estimable 'Stalingrado', de intentar dar forma a su propio escuadrón de superhéroes en la irregular 'Guardianes' y de apostar por el cine de catástrofes con 'Pánico en el metro', Rusia vuelve a apostar por el espectáculo sin concesiones con 'Salyut-7', saliendo triunfante con un entretenimiento fantástico que, para bien o para mal, captura toda la esencia del blockbuster americano.
Tomando como base la historia real de la estación espacial que da título a la película, cuya avería dio lugar a la catalogada como una de las hazañas más impresionantes de la historia de las reparaciones espaciales, el realizador Klim Shipenko extrae oro puro de los escasos seis millones de dólares de presupuesto para dar forma a un ejercicio tan satisfactorio como totalmente inesperado en términos de calidad y factura.
La épica espacial de 'Salyut-7' puede mirar directamente sin sonrojarse lo más mínimo a producciones hermanas como la 'Apolo 13' de Ron Howard, encontrando las diferencias más evidentes entre ellas en el idioma empleado por su reparto y por la sustitución de las barras y estrellas por hoces y martillos; permaneciendo completamente intacto el resto de la esencia del show astronáutico canónico a lo largo de todo su metraje, lo cual tiene sus pros y sus contras.
Por una parte, la factura técnica y la narrativa del filme lucen impecables; con una cadencia envidiable y una gestión del suspense y la atmósfera que logran mantenerte al borde del asiento durante dos horas que sortean la sensación de resultar excesivas gracias a unos personajes carismáticos y muy bien dibujados, y a unos efectos visuales a la altura de las circunstancias en —casi— todo momento.
Eso sí, abrazar sin pudor las herramientas tonales y estilísticas hollywoodienses supone también impregnar el relato de ese patriotismo exacerbado y esos dejes melodramáticos y cursis a los que ya estamos tan acostumbrados; algo que, para algunos, podría resultar particularmente irritante y un motivo para defenestrar el filme mirándolo por encima del hombro.
Imaginad a un Michael Bay algo más contenido de lo habitual, ponedle un ushanka, dadle una buena botella del mejor vodka que podáis imaginar y el resultado sería esta genial 'Salyut-7': entretenimiento espacial puro y duro que no sólo es capaz de hablarle de tú a tú a cintas como la 'Gravity' de Alfonso Cuarón, a la que adelanta por la derecha sin un ápice de su pomposidad y a golpe de desparpajo soviético.
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