Mucho se hablado de los problemas que ha tenido ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ (‘Rogue One: A Star Wars Story’) durante su rodaje, dándose a entender que la implicación de Tony Gilroy llegó a tal punto que no sería del todo justo decir que es una película dirigida únicamente por Gareth Edwards. También se habló de unos cuantos cambios en el guion para aproximarla más al tono que buscaba Disney, creando así más dudas sobre el resultado final.
Por mi parte, he preferido mantenerme bastante alejado de todo lo que rodeaba a la película. Tan sólo vi el primer tráiler una vez y porque no me quedó más remedio y mis esperanzas en ella se centraban en que fuera lo más entretenida posible. Pese a ciertas debilidades, en esto último podemos hablar de todo un triunfo por parte de ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’, pero a cambio nunca logra superar la sensación de que era una propuesta innecesaria.
Diferente sin serlo realmente
No voy a negar que me costaba ver la necesidad de dedicar toda una película a contarnos cómo llegaban hasta Leia los planos de la Estrella de la Muerte. Salvando las distancias, es un caso similar al de películas con un final que no te da todas las respuestas y más tarde su éxito propicia la aparición de una secuela cuya existencia suele ser mejor olvidar.
En ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ toca echar la mirada atrás sabiendo el punto de llegada y otros detalles que a mí me parecen muy obvios pero que mejor no concreto por si alguien no ha caído aún en ello. Nos queda entonces el viaje para intentar disfrutar de una película que tenía que conectar de forma directa con ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’), por lo que había que establecer una serie de lazos muy notables entre ambos, algo presente incluso en la efectiva banda sonora de Michael Giacchino.
De hecho, una de sus principales virtudes es la que también revela otra de sus debilidades: El relato está muy bien estructurado y acotado -ahí es difícil ponerle pegas-, pero no sucede lo mismo con los personajes, donde la necesidad de contarnos toda su historia aquí deja al descubierto lo esquemáticos que son en algunos casos y sus reacciones quizá demasiado convenientes en otros.
¿Dónde puede haber surgido ahí esa supuesta discrepancia entre Edwards y Disney? Pues que al mismo tiempo una aventura intergaláctica en la que hace falta humor para que el espectador se sumerja en ella y la historia de una guerra a punto de estallar en la que hay demasiado en juego. El tono del relato bascula en todo momento entre esas dos realidades y lo cierto es tiene más peso lo primero -aunque a un nivel diferente a lo habitual en la saga-, conectando además bastante bien con el sentido del espectáculo con el que Lucas inauguró la saga hace ya casi 40 años.
Luces y sombras de 'Rogue One: Una historia de Star Wars'
Eso no quiere decir que ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ esté al mismo nivel de ‘La guerra de las galaxias’, ya que lo que allí era algo nuevo y fascinante aquí es algo con unos límites demasiado claros. Por ello me hubiera gustado que esos vientos de guerra tuvieran más fuerza. No es que sea algo anecdótico -hasta en el apartado visual tiene una presencia destacable en no pocas escenas-, pero ahí es donde todo luce más interesante y alejado de la saga al mismo tiempo que la complementa.
Todo ello tiene trae consigo que ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ tiene un toque oscuro que a algunos puede hacerles olvidar que la aventura sigue siendo lo primero. El resto, sin entrar en detalles, es consecuencia directa de la historia que se está contando y en casi todos los casos simplemente necesitaba estar ahí, incluyendo la magnífica aunque breve aparición de Darth Vader demostrando una vez más que es uno de los mejores villanos de la historia.
Lo que sí tengo claro es que esa disensión podría haber condenado a la película, pero lo que realmente consigue es dejarla en una posición extraña que desconcertará a los que busquen un poco más de lo mismo y no será suficiente para los que quieran ver algo realmente diferente. No niego una ligera insatisfacción, compensada de sobra por lo dicho antes sobre su impecable estructura y también a que tiene el ritmo adecuado para que la historia fluya de forma natural, ni demasiado pausado ni acelerando sin motivo, pero sabiendo utilizar ambas opciones siempre que es necesario.
En el apartado visual seguro que no sorprendo a nadie señalando que es una película espectacular, sobre todo durante un tramo final en el que la intensidad se eleva hasta niveles también impropios en la franquicia. Todo ello sin caer en la esquizofrenia digital -aunque hay cierta decisión artística comprensible pero cuestionable- que mataba a las precuelas oficiales y, lo mejor de todo, sabiendo no caer en el error de los cortes de plano excesivamente rápidos en las peleas más físicas, algo que agradecí muchísimo.
Unos personajes mejorables
Como era de esperar, Donnie Yen es uno de los que más brilla en este último punto, pero la verdadera sorpresa es que su personaje sea el que mejor conecta con lo que yo creo que George Lucas tenía en mente a la hora de pensar en el corazón de su universo. Brillante en lo físico y excelente en lo psicológico, Yen se sobrepone a ese toque superficial que afecta a todos los personajes y nos da un verdadero motivo -K-2SO es muy divertido, pero ya- para conectar con la misión imposible de nuestro nuevos héroes.
Algo menos halagador es lo que tengo que decir del resto del reparto, donde brilla lo multicultural del casting -¿una forma de facilitar que gente de todas las nacionalidades pueda sentir su viaje como suyo propio?-, algo que seguramente no haya sido mera casualidad. Sin embargo, lo importante es que encajen y eleven sus respectivos personajes y aquí el entusiasmo baja, y bastante.
Sé que las comparaciones son odiosas, pero van dos películas seguidas de la saga centradas en un personaje femenino, y la Rey de Daisy Ridley quizá era demasiado perfecta, pero también tenía muchísimo gancho, en gran parte por la aportación de la actriz. Aquí la Jyn Erso de Felicity Jones es una mujer aguerrida y capaz de cualquier cosa, pero a la hora de la verdad sabe a poco, quizá por no tener el espacio adecuado para expandir su personaje en lugar de lidiar con sus cambios sin poder ahondar en ellos.
Algo parecido me pasa con el Cassian de Diego Luna, aún más víctima de esos cambios necesarios para que la historia avance del guion de Chris Weitz y Gilroy. Como es normal, al ser los protagonistas es algo que se percibe más, pero tampoco esperéis nada arrollador de Forest Whitaker, Ben Mendelsohn, quien al menos tiene un papel con más sustancia que el de Dohnall Gleeson en ‘Star Wars: El Despertar de la Fuerza’ (‘Star Wars: the Force Awakens’) y sabe aprovecharlo, o Mads Mikkelsen.
Un bagaje positivo
Al final creo que la gran víctima de tener una historia tan limitada de antemano han sido sus personajes, ya que aquí no hay espacio para responder dudas más adelante y hay un relato muy claro que contar, por lo que todo está plegado al mismo. Eso daña a los personajes a la hora de respirar por sí mismos -los discursos épicos molan más si hay algo realmente detrás para respaldarlos- y los actores hacen lo que pueden por compensarlo. Por desgracia, no es suficiente para evitar que surja un problema de equilibrio cuyo resultado es que la aventura que nos cuenta no deja un verdadero poso en nosotros.
A ese respecto viene muy bien el aumento de intensidad que comentaba antes durante su tramo final, que es donde todos echan realmente la carne en el asador. No es tan memorable como me hubiera gustado por esas mismas limitaciones que no puede superar y además hay un detalle de guion que no me pudo gustar menos, pero es ahí donde ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ está más cerca de ser algo más que una película entretenida que no nos aporta gran cosa salvo eso.
En definitiva, ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’ es mejor que las tres anteriores precuelas y una aventura más que digna, pero también le falta brillo para poder emocionar a los espectadores como sí lograba la trilogía original y además los límites que todos sabíamos que tenía le impiden lograr el impacto de ‘Star Wars: El Despertar de la Fuerza’ aunque sí haya algún aspecto en el que la supere con holgura. La clave es que nos hace pasar un buen rato, pero no uno memorable.
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