Tras el estreno de 'Maverick' (id, 1994) Richard Donner volvía a tener al público a sus pies: en sólo tres días, su western se había convertido en el filme con mejor primer fin de semana de 1994, y los 101 millones recaudados en Estados Unidos serían motivo de gran satisfacción para el director por más que el presupuesto hubiera ascendido a 75 millones de dólares. A fin de cuentas, estamos hablando de un género en el que rebasar la barrera de los 100 millones era un hito que sólo habían conseguido 'Bailando con lobos' ('Dances with Wolves', Kevin Costner, 1990), con 184 millones de recaudación, y 'Sin perdón' ('Unforgiven', Clint Eastwood, 1992) con la misma cifra que la cinta de Donner.
En ese momento de su carrera, 'Asesinos' ('Assassins', 1995), un guión escrito por los hermanos Wachowski que iba a ser financiado por Warner y producido por Joel Silver, tendría que haber llamado la atención de Donner: con 50 millones de presupuesto y una gran estrella de Hollywood —por aquél entonces Stallone volvía a estar en boca de todos gracias a 'Máximo riesgo' ('Cliffanger', Renny Harlin, 1993) y 'Demolition man' (id, Marco Brambilla, 1993)— la producción tenía todo el aspecto de esos blockbusters que tanto aludían a los gustos del cineasta.
Pero creyendo que no tenía mucho en común con la estrella y sintiendo poca conexión con el guión, Donner declinó los empellones de Silver, máxime después de una fallida reunión con los Wachowski que extinguió el poco interés que pudiera albergar aún hacia el filme. Además, ya había iniciado negociaciones con Hanna-Barbera para adaptar los dibujos de 'Las aventuras de Jonny Quest' ('Jonny Quest, 1964-1965) a la gran pantalla tras haber fracasado en hacer lo propio con 'Los Picapiedra' ('The Flinstones', 1960-1966) casi una década antes.
Pero Silver, que casi nunca ha aceptado un no por respuesta de nadie, presionó a Warner para que le ofreciera a su amigo la mayor oferta de su carrera, logrando que la major le pagara a Donner un sueldo multimillonario que se convertiría en un récord dentro de lo que se había ofrecido nunca a un cineasta, además de dividendos sobre los potenciales beneficios del filme y, claro está, el pastel fue demasiado goloso como para rechazarlo —el director llegaría a confesar más tarde que "fui un poquito puta"—.
Queriendo imponer su visión sobre el hiper-violento guión escrito por los Wachoswki y pretendiendo que la acción del filme centrara su atención en la dinámica que planteaban sus tres personajes principales (Rath, Baine y Electra) Donner contrató a un joven llamado Brian Helgeland para reescribir el manuscrito de los creadores de 'Matrix' (id, 1999), dándole instrucciones al guionista de que encontrara la nobleza en el personaje que interpretaría Sylvester Stallone, un actor que estaba acostumbrado a dictar sus propias normas en los sets de rodaje y que solía elegir a los directores con los que trabajaba no tanto por su talento sino por su capacidad para capitular antes sus constantes exigencias. Y Donner no era de estos.
Aun así, el cineasta supo darle su sitio a la estrella, haciéndole partícipe de cuántos entresijos de la pre-producción fueron necesarios y contando con el actor para elegir a los co-protagonistas del filme. Ambos considerarían a Woody Harrelson y Christian Slater para el papel de Miguel Baine, pero quien finalmente se haría con el personaje sería nuestro Antonio Banderas, al que le tocaría interpretar a un asesino a sueldo que quiere a toda costa ser el número uno del mundo, un puesto que tendrá la oportunidad de arrebatarle a la actual primera figura del arte del asesinato cuando éste tome bajo su cargo a la que tenía que haber sido su última víctima, una misteriosa mujer llamada Electra cuyo rostro sería el de Julianne Moore.
'Asesinos', cuyo rodaje creó no pocas fricciones entre las fuertes personalidades de Stallone y Donner, sobre todo debido a la frustración del primero por no comprender las extrañas motivaciones que el cineasta y Helgeland habían añadido a su personaje, sería, tras anteriores tiras y aflojas con la crítica y el público, el primer escalón que el director bajaría en firme para no volver a ascender en la poca carrera que le quedaba: montada la cinta, Donner y Warner se dieron cuenta de que lo que tenían entre manos no era lo que habían buscado en un principio y debido a ello atrasaron la fecha de estreno de verano al poco competitivo otoño. Pero todo fue en vano.
La cinta se estrelló en la taquilla, recuperando en Estados Unidos 30 millones que, obviamente, supieron a muy poco. Los motivos de ello, y de que la crítica se ensañara con ella en el momento de su estreno, cabe encontrarlos en primer lugar en que, pareciendo un thriller convencional de acción, la cinta carezca por completo de alma, siendo un vehículo vacío y de limitadísimo interés en el que Stallone se pasea con cara de estar aburriéndose sobremanera mientras que la interpretación de Banderas hace gala de un irritante histrionismo que, para colmo de males, fue exacerbado hasta insoportables límites en la versión española cuando el actor decidió doblarse a sí mismo.
Con Julianne Moore unida a la desidia de Stallone, la inane música de Mark Mancina —que el compositor tuvo que entregar en cinco semanas después de que el score de Kamen fuera rechazado a última hora— como clara muestra de la poca efectividad del conjunto y una historia que deambula por terrenos tan transitados como aburridos, lo único destacable de 'Asesinos' son puntuales momentos en los que la dirección de Donner brilla por su claridad, quedando como el mejor de toda la cinta la espléndida secuencia del taxi con Rath y Baine.
De poco vale el intento de Donner de centrar la atención del espectador en la dinámica entre los personajes por encima de la acción, cuando la consecución de la verosimilitud que siempre ha intentado aplicar a sus filmes no se alcanzaba aquí ni siquiera en esos momentos sueltos en los que la marca Donner aparece fugazmente. Una marca que, a cuatro filmes de alcanzar la finalización de su trayectoria hasta la fecha —poco probable es ya que el cineasta, de 83 años, vuelva a sentarse en la silla de director—, terminará disolviéndose en equivocadas decisiones artísticas e innecesarios regresos a "letales" franquicias.
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