A estas alturas no hace falta decir que Steven Spielberg es uno de los directores más influyentes de toda la historia del cine. El que más y el que menos ha intentado parecerse a él, ya sea por temas o por la puesta en escena. Entre sus imitadores, y con esto no pretendo decir que sean malos, podemos encontrarnos con gente como Frank Darabont (‘La milla verde’ es donde más se nota su pasión por el cine del Rey Midas) o Edward Zwick, que es quien nos interesa en este momento.
Zwick, que a veces se ha movido con seguridad (‘Leyendas de pasión’ o ‘Diamante de sangre’), y otras sin arriesgarse demasiado (‘Tiempos de gloria’ o ‘El último samurai’) nos presenta ahora ‘Resistencia’, pensando que con el muy de moda Daniel Craig, y un tema espinoso como el de la persecución de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, tenía ya medio trabajo hecho, al menos de cara a la taquilla. La película no llega precisamente en el mejor momento para levantar simpatías hacia el pueblo judío, y su batacazo en taquilla es prueba de ello. Pero es que además, es una completa pérdida de tiempo.
‘Resistencia’ está situada en el verano de 1941 en Bielorrusia, cuando los alemanes avanzaban por Europa en busca de todo judío viviente. Allí, tres hermanos lograrán lo imposible, defender y comandar a cientos de judíos, a los que esconderán en los inexpugnables bosques de la región, donde pasarán escondidos el resto de la Guerra. Un hecho real totalmente conmovedor, como todo lo concerniente a esta tema.
La sombra de ‘La lista de Schindler’ de Spielberg planea sobre esta película de forma descarada. Habrá quien piense que es simplemente porque en el film aparecen alemanes, judíos y penurias, pero la comparación es más de forma que de fondo. Los resortes de Zwick para conmover al espectador recuerdan a los de Spielberg, pero sin la garra de aquél, sin su sinceridad, sin su fuerza visual y sin su sentido de la narración. Para compensar la falta de todo lo que tiene que ser un buen director de cine, Zwick compone su film a base de bloques presumiblemente emotivos, intercalados con alguna que otra secuencia de acción filmada con corrección, pero carente de alma. Y eso es precisamente lo peor de ‘Resistencia’. Una historia que habla sobre el coraje humano, sobre la supervivencia, sobre la compasión, la venganza, el odio, e incluso el perdón, tiene que tener alma, vida propia. En el film no hay ni el más mínimo atisbo de ello.
Únicamente en el pétreo rostro de Daniel Craig podemos llegar a vislumbrar lo que ‘Resistencia’ pudo haber sido, y no es. El sufrimiento de un pueblo entero está reflejado en su cansada cara, espejo de la impotencia para poder salvar a más gente ante una de las injusticias más grandes cometidas por el ser humano. La pena es que el guión, en el que también está involucrado el director, camina por derroteros de abierto carácter bíblico, con metáforas hacia el Mar Rojo y Moisés. Y ahí el personaje de Craig pierde toda su esencia, quedando como un monigote con ínfulas mistizoides y religiosas que provocan verdadera vergüenza ajena, por lo poco convincente de la propuesta y peor desarrollo. La relación con sus hermanos, un entregado Liev Schreiber y un soso Jamie Bell, no llega a interesar de verdad, conflictos de niño pequeño, y alusiones más que directas a ‘Leyendas de pasión’, en la que también se narraba la historia de tres hermanos (hay una determinada escena que es un calco).
El uso de dos personajes femeninos, a los que dan vida las interesantes Alexa Davalos y Iben Hjejle (la exnovia de John Cusack en la inolvidable ‘Alta fidelidad’), es realmente vergonzoso: calentar los corazones de dos de los hermanos. En ese punto, la película se hace innecesariamente larga, por culpa de querer abarcar demasiado, intentado meter no sólo una historia de amor, sino ¡¡¡tres!!! (una por hermano, faltaría más). Que una película sea previsible depende muchas veces de la cantidad de cine que hayamos visto y nuestra capacidad de sorpresa descienda con el paso de los años, pero ‘Resistencia’ sorprende por lo desvergonzadamente predecible que es. Además, intenta en todo momento ganarse el corazoncito del espabilado espectador, de forma tendenciosa. La progresión dramática no existe, los hechos nos son presentados sin más, y por lo tanto nuestras emociones siguen dormidas. Pretender emocionar de esta forma (algunos lo llaman recurso de lágrima fácil) dice poco de un director que hasta ahora era bastante correcto, y filma de lejos su peor película.
‘Resistencia’ estropea además el disfrute de dos trabajos magníficos: el del director de fotografía Eduardo Serra, y el músico James Newton Howard. El primero filma el duro invierno como nadie, con su peligrosa nieve cayendo como una amenaza más sobre los pobres judíos; y el segundo refuerza sus desdichas con solos de violín de Joshua Bell. Todos intentado dar pena. Y lo consiguen, vaya si lo consiguen.
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