En 2016, y tras seis ediciones que fueron cada vez más dejando de lado la autenticidad y centrándose en los concursantes más inestables, 'Pekín Express' decía adiós con una audiencia por la que hoy en día las cadenas se matarían (más de un millón de espectadores en cada episodio), pero que hace ocho años era un desastre. Sobre todo, viniendo de rozar casi los tres millones en su primera edición. Ahora, después de un largo periodo de barbecho, el mejor reality español de aventuras (con permiso de 'El conquistador del fin del mundo') ha vuelto con el mismo ADN y unos concursantes... innecesariamente famosos.
De Vietnam a Angkor Wat
Reconozco que estaba con la mosca tras la oreja tras saber cada uno de los detalles nuevos que se iban dando a cuentagotas sobre esta séptima entrega de 'Pekín Express', entre el cambio de presentador y los concursantes VIP. A veces, traer a concursantes famosos puede ser esencial si los eliges sabiamente (como en el caso de la estupenda 'Traitors'), pero la mayor parte del tiempo solo entorpecen el devenir natural de los acontecimientos en un reality haciéndolo girar sobre su propio ego. Ejemplos hay miles, desde 'Gran Hermano VIP' hasta 'Masterchef Celebrity'. Y es inevitable temblar de miedo por la posible masacre de mi reality hispano favorito.
Por suerte, el equipo ha sabido tratarlos sin lujos, como si fueran anónimos, y preservar la esencia de 'Pekín Express': pruebas, inmunidades, un euro al día, encontrar dónde dormir, amuletos, etcétera. Lo único que cambia es que el dinero ahora irá para una ONG en lugar de quedárselo ellos, lo que, de momento, no parece hacer que estén luchando menos. Porque este es uno de los pocos programas donde realmente uno desde casa desea vivir la experiencia de patearse Vietnam, comer cosas asquerosas, parar coches por la calle y quedarse a dormir en salones de masaje si hace falta. Es aventura, es diversión y, por una vez, no trata al famoso como si fuera un majestuoso ser de otro planeta.
Ni las pruebas son más sencillas de lo habitual en el concurso, ni les ponen un taxi para ir de un lado a otro, y, sorprendentemente, ni tan siquiera famosos habituados al éxito como Alba Paul o Gonzalo Miró se quejan o dan muestras de disconformidad (o, lo más probable, han cortado esas partes). Esto no es un programa de humor donde los famosos pisan barro y dicen "Jolín, mis botas de 400 euros", es un reality de competición. Y, para dejarme totalmente anonadado, así se lo han tomado también desde Max, donde han acortado la duración sin, por ello, hacer daño a un ritmo contagiosamente espídico.
Hay que expressarse bien
Sí es cierto que se echan un poco de menos más momentos de conocer bien a las parejas, en los que se nos muestren de manera natural divirtiéndose más allá de buscar casa por las noches, pero es inevitable al recortar la duración. No afecta en exceso si lo que estás buscando es un 'The amazing race' a la española por Vietnam, Laos y Camboya, al que acompaña una fotografía espectacular y unas pruebas distintas a las habituales en televisión -en un punto medio entre el pachangueo de 'Gran Hermano' y la dureza de 'El conquistador'- que dejan que el formato fluya con las mismas señas de identidad de siempre: el sobre negro, las penalizaciones, el libro rojo, etcétera.
Pese a que todo siga intacto, quedaba la duda de si Miguel Ángel Muñoz estaría a la altura, pero, una vez eliminados los prejuicios sobre este formato actualizado, hace un gran trabajo, consciente de que no todos apostábamos por él, con un toque de humor muy agradecido (ese momento repasando los puestos en la carrera mientras come) y mejorando a sus dos últimos presentadores, unos Jesús Vázquez y Cristina Pedroche que no sabían muy bien lo que estaban haciendo entre elefantes y bambú. La labor de Muñoz es vital en este formato, porque sin alguien narrando la carrera y dando las pistas necesarias con carisma, colegueo y cierta autoridad se caería todo de manera inmediata.
Es probable, eso sí, que en este nuevo formato nunca vayamos a vivir la emoción a flor de piel de las ediciones anteriores, porque todos los famosos saben que no pueden hacer tantas perrerías: se juegan, en el fondo, parte de su imagen pública. 'Pekín Express' aguanta sin gritos, malos rollos, gente robando coches a otros equipos y sopapos, pero la falta de incentivos también puede que haga que en episodios futuros se estanquen: al fin y al cabo, quien participa para mejorar su vida siempre va a darlo todo incluso en los momentos más bajos, y quien juega como simple experiencia puede decir "Hasta aquí" y rendirse. De hecho, esta falta de tensión se nota en cómo se apoyan los unos a los otros de manera constante en lugar de competir. Eso sí, son simples conjeturas... Y ojalá dentro de unas semanas, cuando comprendan que es un concurso en el que a veces no queda otra que traicionar a tus amigos, me tenga que tragar mis palabras.
En todo caso, volver a ver 'Pekín Express' es como encontrarse con un viejo amigo y darte cuenta de que ha cambiado de manera de vestir, pero en el fondo sigue siendo el mismo. Es un reality fantástico con un montaje perfecto y un equipo técnico detrás increíble que cumple su función de manera metódica. ¿Es la función divertirnos? Sí, eso también... pero, a falta de poder vivir un 'Pekín Express' de anónimos, la diversión siempre va unida a entrar en Internet y mirar cuánto cuestan los vuelos a Hanoi para ir el año que viene. De ilusiones también se vive en 'Pekín Express'.
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