Tras su premiere en la Sección Oficial del Festival de Sitges, se ha estrenado en España ‘La pasajera’, una pequeña película de terror española independiente que logra trasladar el espíritu de John Carpenter al cine más mezclando el cine fantástico más grimoso en una aventura a bordo de una furgoneta compartida que mezcla la comedia costumbrista con las criaturas y monstruos del cine de los 80.
‘La pasajera’ es el primer largometraje en común de Raúl Cerezo, y Fernando González Gómez, que han rodado mano a mano íntegramente en territorio navarro con un guion de Luis Sánchez-Polack sobre una furgoneta compartida en la que viajan un hombre y tres mujeres, que atropella a una turista que camina en la oscuridad por una carretera secundaria. Tras subirla al vehículo para llevarla al hospital más cercano, los ocupantes comienzan a observar que la nueva pasajera se comporta de manera extraña.
Terror cañí con gore y pasodobles
Lo que comienza como una divertida road-movie que enfatiza el suspense intenso y el humor, se va transformando en algo diferente, como si en la película ‘Carretera mortal’ (Roadgames, 1981) de repente se cruzara el monstruo de ‘Xtro’ (1982) y cambiara su género. En sus primeros compases, los directores ejecutan el tramo de presentación de personajes con una gama de tomas y perspectivas inusual en una película española.
Split diopter, angulaciones extrañas y una fotografía muy trabajada para sacar luz de la oscuridad hacen que la estética rompa un poco con lo que acostumbramos a ver en el thriller español habitual, con un toque más de cine de los ochenta y las sensaciones que transmite el interludio en el coche de la película ‘En los límites de la realidad’ (The Twilight Zone, 1983). Sin embargo, esa apuesta estética contrasta con el humor muy concreto que despliega.
COmo la reivindicable 'Lobos de Arga' (2011), ‘La pasajera’ funciona mejor que otros intentos de comedia de terror en España gracias que pone más mimo a los personajes de lo habitual, en especial al interpretado por Ramiro Blas, una definición de castizo de clase obrera con gustos que contrastan con las sensibilidades Gen Z. Es divertido y durante algunos pasajes consigue lo que pretende, al confrontar su punto de vista con el de la adolescente que lleva en la furgoneta, logrando una relación entre ambos sorprendentemente entrañable.
Una dirección rotunda y monstruos de la vieja escuela
Sin embargo, a veces la intención de caracterizar a Blasco con elementos icónicos del arquetipo ibérico agonizante –los pasodobles o la tauromaquia– no es tan graciosa como parece y el exceso de elementos zafios le hacen esclavo de su estereotipo y acaba perdiendo una humanidad que el propio actor le imprime de sobra. La idea de transcribir dos elementos antitéticos como el cine de terror americano de una época concreta con los español se convierte en una misión más que en un rasgo.
Esto hace que los detalles castizos sean en ocasiones demasiado castizos (si se quieren superar algunas cosas de nuestra cultura es por algo) y esto se acaba impregnando en la propia película, que parece buscar abanderar esos detalles, y acaba resultando un poco “torrentiana” de forma forzada, sin necesidad, cuando tiene elementos de sobra para mantenerse por sí misma como una película de cine fantástico creíble en el escenario improbable de las carreteras secundarias de la península ibérica.
Y ahí es donde las virtudes de ‘La pasajera’ brillan con más músculo, desde el ritmo incesante, la iluminación rica, azulada y sorprendente –toda la película pasa de noche y no hay ningún problema de oscuridad– hasta los magníficos efectos especiales, con gore estupendo y la caracterización de infectados a lo ‘Hidden: lo oculto’ (1987) a criaturas animatrónicas con la gelatina y viscosidad que se están echando en falta en muchas películas de terror de estudio que dejan recaer en el cgi todas los elementos fantásticos, haciendo que dejen de ser fantásticos. Todo un logro para el cine español de género, que, como viene siendo costumbre, sale desde las barricadas.
Ver 18 comentarios