En 2004, un desconocido llamado Zach Braff estrenaba 'Algo en común' ('Garden State'), una agridulce comedia indie sobre madurar que sorprendió a todos por su especial sentido del humor, su sensibilidad y su fiel retrato de lo que supone tener casi 30 años y enfrentarse a ser adulto. Diez años después, Braff ya es más conocido en nuestro país —la serie 'Scrubs' le dio mucha fama en USA—y estrena su segundo largo como director 'Ojalá estuviera aquí' ('Wish I Was Here'), donde una vez más se reserva el papel protagonista.
'Ojalá estuviera aquí' parece una continuación de aquella ópera prima en la que los personajes se nos presentan ya cerca de la cuarentena, ya asentados en la madurez, teniendo que afrontar las dificultades de la edad. Producida gracias a una campaña crowdfunding, 'Ojalá estuviera aquí' no llega a emocionar ni a divertir tanto como su predecesora.
La madurez era esto
En 'Ojalá estuviera aquí', Braff da vida a Aidan Bloom, un actor en paro, padre y esposo, que a los 35 años todavía está intentando encontrar su identidad y dar sentido a su vida. Cuando su padre le dice que no puede seguir pagando la escuela judía de sus hijos porque quiere pagarse un caro tratamiento contra el cáncer que padece, Aidan decide escolarizar en casa a sus Un día, decide escolarizar en casa a sus hijos. Al convertirse en su maestro, Aidan conocerá partes de sí mismo que no conocía.
Si en su ópera prima Braff se daba cuenta de que se había convertido en adulto, en 'Ojalá estuviera aquí' debe comenzar a comportarse como tal. Padre de familia, a la espera de su gran oportunidad como actor que nunca llegará, pasa de ser el protegido por su padre y su mujer, al que proteja y guíe la vida de sus hijos, solucione problemas familiares y los suyos propios. O lo que es lo mismo, convertirse en el auténtico superhéroe que siempre quiso ser cuando era niño.
Una premisa interesante si Braff no terminara convirtiéndola en un cliché detrás de otro y fallara en su narrativa simple, fácil y que a veces nos recuerda demasiado a los telefilms de domingo por la tarde. Y es que el director juega sobre seguro y no se arriesga a la hora de ahondar en sus personajes, y termina contando la misma historia que en su anterior película pero con falta de personalidad.
La familia perfecta
Y es que no sólo la premisa era interesante. El elenco elegido por Braff para dar vida a su curiosa y variopinta familia podría haber resultado de lo más interesante si se hubiera ejectudo bien. Empezando por él mismo, pasando por Kate Hudson, Josh Gad en la piel del hermano superdotado, Ashley Greene y hasta los pequeños Pierce Gagnon y Joey King que dan vida a los opuestos hijos de Aidan.
Con 'Ojalá estuviera aquí', Zach Braff no ha conseguido superar las altas expectativas puestas en él tras el estreno de su ópera prima hace 10 años. Quizás seamos demasiado exigentes, pero cuando algo empezó tan bien, nos hubiera gustado que hubiera seguido la misma línea. Una pena.
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