'Sin novedad en el frente' ('Im Westen nichts Neues', 2022) de Edward Berger reclama un clásico largamente esquivo en la cinematografía germana. Esta adaptación de Netflix llega más de 90 años después de que la novela de 1929 de Erich Maria Remarque impactara en una Alemania nacionalista al describir con detalle la brutalidad de enviar a jóvenes para que fueran masacrados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, por lo que fue vetada.
La adaptación, que se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto, se sumerge de lleno en esos horrores, y se atreve a añadir un contexto político que hoy tiene un reflejo inevitable en el paisaje europeo, y la forma de entrar en él es mirar desde la perspectiva contraria a la que nos muestra habitualmente el cine, es decir, mostrarnos el lado de los soldados que luchaban en el bando equivocado, los que acabarían siendo los perdedores, a modo de reverso tenebroso y (aún más) trágico de ‘1917’ (2019).
No es difícil que el film suscite esa difícil empatía ya que todo el poder de sus imágenes está dirigido a eliminar las razones detrás de la contienda y convertir el campo de batalla en un infierno real en el que se borran los colores y solo queda la humanidad en cuestionamiento. No había nada militarista o partidista en la novela de Remarque, una de las razones por las que los nazis la prohibieron y la quemaron cuando llegaron al poder, también porque avivaba el resentimiento de lo que se consideró una derrota humillante en la Primera Guerra Mundial.
Una revisión impecable de un clásico bélico
La versión de Hollywood de 1930 dirigida por Lewis Milestone, mostraba a los soldados como alemanes, pero hablaban inglés, lo que endulzaba la experiencia para el público anglosajón y “limaba” la historia para que representara la experiencia de cualquier soldado. En la nueva ‘Sin novedad en el frente’ hablan alemán, el reparto es alemán y no hay manera de mirar hacia otro lado de una realidad: todas las penurias que sufren los soldados, la forma en la que pierden la guerra, sabemos que llevará a un ascenso de los nazis y una guerra aún peor, con mayores horrores ocultos.
Esta perspectiva histórica solo contribuye a las ideas que desprendía el libro, que trataba sobre la humanidad (o la falta de ella), pero en 2022 adquiere un nuevo poder por la naturaleza cíclica de la crueldad, y hoy puede verse con más claridad que el dicho “la violencia engendra violencia” no es gratuito, lo que se puede comprobar en cada escena de dolor, que nos lleva directamente a la gran amenaza para el mundo en la que de alguna manera se acabará convirtiendo. Una óptica neutra que sigue una tradición de representación de la guerra que se remonta a la versión de Milestone, pero que desapareció durante mucho tiempo.
La Segunda Guerra Mundial llevó a Hollywood a abrazar cierta épica de la victoria que se ha ido perpetuando de diferentes formas, pese a que Steven Spielberg tratara de eliminar el glamour en su célebre secuencia inicial de ‘Salvar al soldado Ryan’ (1998), nunca se ha acabado de quitar la costra del heroísmo aliado, y esto se podía aplicar a la mirada británica de ‘1917’, que venía a contar algo similar a ‘Sin novedad en el frente’ pero con un ejercicio cinematográfico bellísimo que, si bien la convierte en algo cercano a una obra maestra, no deja de tener una fascinación por el conflicto.
La película de Netflix elimina cualquier elemento de ornamentación para mostrar la brutalidad en crudo y resaltar el dilema de usar a los jóvenes como carne de cañón, sin dejar de someter al espectador a la brutalidad, cansando la visión de este con la sensación interminable de una guerra que cada vez va teniendo menos sentido. La fotografía de James Friend es apabullante, pero su belleza no esconde una lírica oculta, sino que rema junto a la perspectiva realista de inmersión, e incluso los planos secuencia que podrían recordar a ‘1917’ son para incorporar más angustia a la perspectiva del soldado.
Un paseo por los horrores sin pizca de romance
‘Sin novedad en el frente’ empieza con un paisaje infernal lleno de cadáveres, pasa una batalla corta y brutal, y de ahí a una secuencia escalofriante, en la que los soldados les quitan las vestiduras a sus camaradas muertos, dejando una pila de chaquetas y pantalones desgarrados y embarrados junto a filas de ataúdes negros. Después seguimos la ropa hasta una fábrica para ser lavada, remendada y finalmente entregada a los nuevos reclutas, uno de los cuales, Paul Bauymer de 17 años (Felix Kammerer), recibe su nuevo uniforme y ve algo raro.
Cuando mira la etiqueta con el nombre señala con inocencia: "Esto ya le pertenece a alguien", en un momento desgarrador que nos deja ver que no tiene ni idea del macabro origen de su atuendo, para poner en contraste la ingenuidad adolescente de los jóvenes reclutas frente a la brutal penuria a la que se van a enfrentar. La decisión de apartarse del material de origen se materializa en las escenas con el alto mando alemán, responsables de enviar a morir a los mancebos sin conciencia.
Daniel Bruhl interpreta a un ministro del gobierno que avista que retrasar la paz solo llevará a que más soldados mueran antes de la inevitable capitulación de Alemania pero sus argumentos no logran persuadir a los oficiales que piensan que Francia no puede dejarse caer. Y es en este contraste, de soldados masacrados frente a mandos limpios, seguros y obsesionados, con tomas de decisiones estratégicas sin sentido, llenas de orgullo y agónicos intentos de demostración del poder nacional, incluso con decisiones que hierven la sangre, cuando el conflicto le faltan horas, en donde la película adquiere su pleno sentido.
Una de las grandes películas originales de Netflix
El montaje nos da plena conciencia del sinsentido de todo lo que pasa en el campo de batalla, lo inútil de las muertes de los hombres, asesinados individualmente o en masa de maneras espeluznantes. Vemos desde apuñalamientos hasta amputaciones, atropellos salvajes por un tanque, disparos en la cabeza, gente que explota, quemados sin compasión, ahogados, gaseados hasta la muerte y más. ‘Sin novedad en el frente’ muestra la muerte, la mutilación —indeleble el plano de un paracaidista en una rama de un árbol— y la tortura psicológica en primer plano. Lo presenciamos todo a través de los ojos de Paul, que pasa del entusiasmo al horror, a la culpa de hacer lo mismo que le aterra, al dolor y a la resignación.
Los rostros de estos adolescentes muertos de miedo y asfixia son retratos de sangre y barro, y vemos cómo en ese estado de shock son derribados una y otra vez por soldados franceses con ametralladoras, tanques, bombas y lanzallamas. La comparación que viene a la cabeza con frecuencia es la mirada de 'Masacre (Ven y mira)' (Idí i Smotrí, 1985), pero dentro de un campo de batalla más familiar, conectando de igual forma casi con el cine de terror, entre otros aspectos por la minimalista partitura de Volker Bertelmann, con golpes de tambor agudos y acordes electrónicos inusuales, en un siniestro compás, casi fúnebre, de tres notas.
La película de Netflix es la opción de Alemania en la carrera por los Oscar a la Mejor Película Internacional de este año y debería de tener opciones en el marco social en el que se estrena este año. La versión de Berger de ‘Sin novedad en el frente’ es insoportablemente oscura, pero te convence de que así debe serlo. Su contraste de la propaganda y la realidad de la despiadada vida en las trincheras es sutil pero rotunda, un claro alegato anti-guerra que se centra en humanidad perdida en ambos lados a través de las miradas, la desesperanza y el nada que perder. Deja huella después de varios días.
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