“La fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar” no solo es una de las frases más conocidas de la historia de la televisión: también es un resumen muy escueto pero bastante acertado de ‘Las niñas de cristal’, la nueva película de Jota Linares para Netflix en la que hay mucho baile, mucho drama y un par de secuencias oníricas muy bellas unidas mediante una realización televisiva y un guion que pretende ser enmarañado pero al que le falta misterio. Que empiece el ballet.
Un baile lleno de tropezones
La escena inicial de ‘Las niñas de cristal’ es estupenda: planteada con preciosismo audiovisual y dejando una sorpresa preparada para sus últimos segundos, podría mantener un poso de intriga durante toda la cinta… Si no fuera porque durante más de la mitad del metraje, la película tira por otros derroteros, y el misterio se diluye hasta ser una simple subtrama cuya solución no es lo suficientemente impactante y poco añade a un drama ya ajeno a esta propuesta.
‘Las niñas de cristal’, queriendo contentar a todo tipo de público, al final termina por no ser fiel a ella misma. Es un drama familiar, una tragedia en el mundo de la danza, una película onírica sobre la amistad, un misterio y una denuncia de los abusos cometidos en base a la exigencia, todo en uno. Y, tristemente, no es ninguna de estas cosas: el paralelismo de Aurora con ‘Giselle’ podría estar mejor llevado, porque no logra encuadrar a unos personajes absolutamente desdibujados.
Siendo justos, aunque la película empieza con trompicones y no presenta bien a sus protagonistas, sus personalidades se van aclarando a lo largo del primer acto (de dos, como la propia película divide explícitamente), consiguiendo llegar a un punto álgido antes del notable punto de giro que podría haber llevado la trama por otras preguntas mucho más interesantes de las que se plantea. Tristemente, el segundo acto se embarra y está plagado de lugares comunes entre los que destaca la belleza de las secuencias de baile, pero que nunca llega a arrancar realmente. Dicho de otra manera: la obra de Jota Linares promete una gran explosión final que se queda en cuatro petardos.
A vueltas con el arte
“El arte debe ser una obsesión. Si no, no es arte: es entretenimiento”, dice la directora de la academia en un momento dado. ‘Las niñas de cristal’ cae en su propio dilema: es entretenimiento, pero por momentos se cree arte. Y tiene secuencias virtuosas donde lo consigue, en las que las protagonistas entran en un mundo propio en el que nada les puede hacer daño. Bailan sobre el agua, rodeadas de flores y figuras transparentes, donde ambas descubren que se necesitan para poder triunfar. Este ambiente entre onírico y enrarecido es el mayor hallazgo de la cinta, que da atisbos de lo que podría haber sido.
Sin embargo, el director decide marcar su tono en un ambiente más rutinario y mundano en la mayor parte del metraje, haciendo que la magia solo surja durante unos pequeños minutos en los que podemos soñar con una película mejor o, al menos, más centrada en ella misma y en lo que quiere contar. ‘Las niñas de cristal’ trata, en última instancia, sobre la fascinación y la obsesión por un arte, pero desde tantos puntos de vista y con tantas tramas abiertas que resulta confusa de seguir y es difícil sacar alguna conclusión clara sobre lo que quiere contar.
No es culpa, desde luego, de su reparto: Paula Losada deslumbra en su primer papel, en el que interpreta con solvencia al personaje más complejo de la película. Aurora es lo único que nos conecta con la película más allá de planos bonitos y frases prototípicas sobre el arte y el baile, y hace una estupenda pareja con la Irene de María Pedraza, que repite con Jota Linares tras la muy notable ‘¿A quién te llevarías a una isla desierta?’. También es un descubrimiento Mona Martínez, que actúa con la templanza y la solidez de la actriz teatral formada en los escenarios que realmente es. Entonces, ¿qué es lo que falla en ‘Las niñas de cristal’?
Yo quiero bailar toda la noche
El gran problema de esta película, que tiene potencial para ser una de las grandes de Netflix, es su falta de atención hacia sí misma. Añade tramas y tramas a las que dedica pocas escenas y que realmente no aportan nada al conjunto final, en lugar de centrarse en esa amistad tóxica y en cómo ambas se fagocitan y hacen mejorar teatralmente y empeorar mentalmente al mismo tiempo. Es en esta conexión en la que se debería haber incidido: cuando en sus minutos finales se descubre como la verdadera trama central es demasiado tarde.
Es comprensible que ‘Las niñas de cristal’ se quiera distanciar de ‘Cisne negro’, y por eso aborda su guion desde una perspectiva más mundana, pero al mismo tiempo no es una visión acertada. Todos sus aciertos se perciben como bocetos de lo que podría haber llegado a ser, y la culpa es en parte de una dirección que pone el caramelito en la boca pero lo quita antes de que puedas disfrutarlo.
Eso sí, los aficionados al baile clásico están de enhorabuena, porque el Ballet Clásico Nacional participa (y de qué manera) en la película. Hay que recordar que la compañía representó la propia ‘Giselle’ en 2020, así que las coreografías están recientes, y son tan impresionantes como llamativas. No es un caso en el que las actrices tengan que utilizar dobles constantemente: tanto Paula Losada como María Pedraza, ambas con educación en baile (Losada, de hecho, es bailarina profesional), están más a la altura de la propuesta que el propio guion.
En resumidas cuentas
‘Las niñas de cristal’ promete misterio, toxicidad, amistades peligrosas y secuencias de ensueño, pero se queda en la mera promesa. Sus bellas escenas de baile no esconden un libreto que no se centra y no para de añadir subtramas hasta extenuar al espectador, que se ve con demasiados frentes abiertos al mismo tiempo con un tono que tampoco termina por quedar claro. Al menos, encontramos un hallazgo entre el drama familiar y las reflexiones sobre la dureza del arte: Paula Losada, una actriz novel de la que, con suerte, volveremos a oír hablar.
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