'Mad Max: Furia en la carretera', el puñetazo encima de la mesa de George Miller

'Mad Max: Furia en la carretera', el puñetazo encima de la mesa de George Miller

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'Mad Max: Furia en la carretera', el puñetazo encima de la mesa de George Miller

‘Mad Max, salvajes de la autopista’ (‘Mad Max’, George Miller, 1979) es el comienzo del mito, lo que hoy día se llamaría Mad Max Begins, una lección de cine, sobre todo de montaje y planificación, con secuencias tan inquietantes como la de Max yendo a por su coche en el aparcamiento, desapareciendo cual fantasma, y apareciendo, sin cortar plano, conduciendo su coche convertido ya en Mad (loco) por la muerte de sus seres queridos.

‘Mad Max, el guerrero de la carretera’ (‘Mad Max 2’, George Miller, 1981) es el punto álgido de la saga, un cuento de aventuras en el que la figura de Max, con un Mel Gibson pletórico, alcanza la dimensión de leyenda, marcando así lo que será el personaje en futuras entregas, incluida la que acaba de estrenar. ‘Mad Max, más allá de la cúpula del trueno’ (‘Mad Max Beyond Thunderdome’, George Miller & George Ogilvie, 1985) es la cesión al Hollywood más comercial de los ochenta –esos guiños a las sagas Star Wars e Indiana Jones y toda la trama de los niños−, pero no tan desdeñable como se cree, con ideas muy estimulantes y escenas de acción impecables.

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Con la cuarta entrega como uno de los proyectos más “alargados” desde el germen del mismo, Miller ha regresado por la puerta grande a reinar, sin ningún tipo de duda, entre tanto y tanto blockbuster que ahora se cuece en Hollywood. Tras sus escarceos con el cine de animación –de los cuales, la magnífica ‘Happy Feet’ (id, 2006) tiene muchos elementos de la presente saga; tal y como propone el experto en Miller Álvaro Pita, es otra película de Mad Max pero con pingüinos−, y en medio de una vorágine excesiva de filigranas millonarias filmadas sin demasiado sentido de la puesta en escena, Miller da un puñetazo encima de la mesa —expresión gentileza de Tonio L. Alarcón— y los calla a todos.

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Tom Mad Hardy

Porque este director australiano de 70 años demuestra una mayor vitalidad que la gran parte de directores más jóvenes, metidos a empresas en apariencia fáciles. Suele creerse que el cine de acción es algo fácil, o simple, falacia donde las haya, y por la que siempre ha sido un género infravalorado. El propio Miller ha declarado recientemente que el género de acción es, en este momento, con el que poder mostrar la esencia pura del cine, imagen en movimiento, síntesis narrativa, con una historia de múltiples lecturas, sobre todo políticas.

‘Mad Max: Furia en la carretera’ (‘Mad Max: Fury Road’, 2015) –otra vez, una equivocada traducción al español en el título− va directa al grano, consciente de que el espectador conoce el universo de Mad Max, ésta vez en la piel de un Tom Hardy visceral y parco en palabras, controlando cada uno de sus gestos, con los que rinde un sutil homenaje al Max de Gibson, recogiendo el testigo con respeto y contundencia a partes iguales. También es otra prueba más, al igual que en ‘Locke’ (id, Steven Knight, 2013), de lo bien que modula la voz el actor. Las pocas frases que recita impresionan tanto como las explosiones de la acción más adrenalítica, y perfectamente coreografiada, vista en años.

Varias set pieces, todas con un sentido del ritmo interno impecable, unen esta furiosa entrega que, adaptándose a los nuevos tiempos en el género, esconde varios homenajes a la saga, como nostálgico ejercicio, pero sin quedarse atrás. Miller efectúa una salvajada con la que se demuestra, una vez más, que en arte la forma ES el fondo. Un crescendo dramático sin parangón, y sin demasiado subrayados, nos lleva hacia una viaje emocional, el de Max y sus “protegidas”, que consiste en encontrar la esperanza en un mundo post-apocalítpico que no dista demasiado del actual, alegoría que debe ser aún más salvaje, a ver si el mensaje impacta en nuestra adormilada cara, y mente, para que seamos testigos del cambio.

Madmaxfuryroadf3 George Miller dando instrucciones a Charlize Theron durante el rodaje de 'Mad Max: Furia en la carretera'

La verdad a través de la fábula

Al igual que en las dos anteriores entregas, el personaje central se encuentra con un grupo de personas en su vagar por un planeta desolado y lleno de muerte. Siendo en un principio reticente a ayudarles –sabe que el mundo no tiene arreglo− terminará haciéndolo aun poniendo su propia vida al borde del peligro. Ecos del romanticismo del western, con ese personaje solitario, a lo Shane o tantos otros, que los que se lo han encontrado recordarán en historias contadas a la luz del fuego en años venideros. Maravillosa metáfora sobre el héroe que todos llevamos dentro –Max perdiéndose entre la multitud al final− y está loco, nunca mejor dicho, por salir.

Al lado de un perfecto Hardy, brilla a gran altura Charlize Theron, tanto que en ciertos instantes le roba planos a Hardy. Imperator Furiosa es todo una declaración de principios dentro del género de acción, un personaje del que estarían orgullosas Sarah Connor y Ripley –de 1979 es el primer Mad Max, y James Cameron tiene dicho film como una de sus principales referencias−, la guardiana del futuro de la humanidad, roto por un breve instante en una de las muertes más sentidas, y en fuera de campo, del film, punto de inflexión, que parece milimétricamente pensado en todo un engranaje que funciona con la precisión de un reloj suizo.

‘Mad Max’: Furia en la carretera’ es una lección de cine, y la misma realiza un juego de regeneración dentro del propio arte que funciona a diferentes niveles. No sólo recupera a uno de los mitos cinematográficos por excelencia de los ochenta, lo ajusta a las nuevas formas, y tiempos cambiantes, para abofetear sin compasión a la ameba que es hoy día el espectador. Por otro lado, la sangrienta ironía final, la de recuperar la esperanza a partir del orden reestablecido, acabando con la tiranía más cruel, aquí representada en el simple H2O, es toda una declaración de intenciones por parte de un cineasta que conoce perfectamente el lenguaje del cine, un arte destinada, como las demás, a ser la herencia del ser humano, a hablar de él. Y de paso provocarnos un orgasmo que no olvidaremos en mucho tiempo.

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