'The good fight' es una serie que entraría en la categoría de "series que hasta que no vuelven no descubrimos lo mucho que se le ha echado de menos". La sucesora de la magnífica 'The good wife' volvió el pasado 4 de marzo a CBS All Access (y en España en Movistar+) con los nuevos casos a los que se debe enfrentar Diane Lockhart (Chistine Baranski) y compañía.
La temporada 2 de 'The good fight' comienza con el funeral de Reddick, socio fundador del bufete hogar de la serie. Esta muerte no será la única: una muerte por infarto y el brutal atropello de un prestigioso abogado impacta en la comunidad legal de Chicago, creando cierto clima de paranoia.
Todo esto será el detonante de una serie de movimientos internos en el bufete, con Liz Reddick (Audra McDonald) siendo el fichaje estrella del despacho para no perder el prestigio que da su apellido. Además seguiremos con atención el juicio de Maia Rindell (Rose Leslie) por su presunta participación en la gran estafa de su padre y que es lo que realmente da combustible a 'The Good Fight'.
Quizá la peor parte de 'The good fight' sea la obsesión desmedida con la figura de Trump como Presidente de los EEUU, por lo menos por parte del personaje de Diane. No es porque ocupe tramas o tenga peso en la historia de la temporada, por lo menos de momento, sino por el uso bastante gratuito de imágenes suyas y declaraciones al comienzo de cada episodios. Esto llega al punto en el que el título de cada episodio de la segunda temporada es el número de días que lleva Trump sentado en el despacho Oval.
Al principio de la serie la investidura de Donald Trump servía para ponernos en el contexto emocional de Diane Lockhart, convencida y progresista demócrata, como en el social. Reddick, Boseman & Kolstad nació para hacer el buen combate, el de la justicia para los desfavorecidos y aquellos que podrían verse más afectados en la América de Trump. Y en muchos sentidos la serie trata sobre las incoherencias e incompatibilidades entre idealismo y negocio.
Esta nueva temporada de 'The good fight', por lo menos en sus dos primeros episodios, se han centrado más en esa trama general sobre Maia que en "el caso de la semana". Lo cual, siendo relativamente normal, sí que ha causado que se eche de menos "el caso de la semana".
A lo mejor es que en las oficinas de producción de la serie se han dado cuenta de que están en una plataforma digital y, por tanto, exentos de la "tiranía" de la emisión en abierto y, por tanto, son más libres para centrarse en dicha historia general.
Sin embargo, siento que esta trama del esquema Ponzi de los Rindell ha perdido bastante fuelle y no termina de tirar, por lo que espero que durante la temporada le den más peso a la trama del (los) "asesino/s de abogados"... y lo que parece una paranoia (o algo más) que atribula a Diane.
Afortunadamente ya en el tercer episodio volvemos al caso semanal, con uno que sigue un presunto caso de violación durante la grabación de un reality y el uso de imágenes para sostener lo que pasa (algo que en España recuerda a lo que pasó en la última entrega de 'Gran Hermano'). Son en epiosodios como este donde 'The good fight' brilla.
A pesar de navegar por muchos terrenos comunes de la "serie madre", ya en la primera temporada de 'The good fight' comprobamos que Robert y Michelle King querían contar cosas diferentes dentro del rico universo de la abogacía de Chicago creado para 'The good wife': apariciones de jueces y secun darios, una apuesta por el relato femenino (feminista) que propone, un gran escándalo para dinamitar la serie, pero distintas historias.
Este comienzo de la segunda temporada de 'The good fight' ha comenzado tanteando el terreno, con una gran calidad pero sin terminar de encontrar el equilibrio entre lo episódico y lo general. Esperemos que sea algo pasajero y que sigamos teniendo en los siguientes episodios un excelente drama de abogados que sigue los debates del mundo real y que se acerca desde una perspectiva legal a cuestiones como la libertad de expresión versus discurso de odio versus troleo.
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