Si en una conversación suena la palabra saga es casi seguro que la totalidad de los presentes piensan al momento en dos series cinematográficas cuyos personajes han salido de la mente de un tal George Lucas. Lógico y evidente. Eso si hablamos de sagas buenas o interesantes, pero si a colación sale el hablar de sagas pésimas, malas o nada interesantes lo cierto es que hay para dar y tomar. Personalmente me acuerdo cuando los inútiles cadetes de ‘Loca academia de policía’ (‘Police Academy’, Hugh Wilson, 1984) regresaron durante seis años más a torturarnos —para el año que viene se piensa en una octava entrega—, y también del temible Jason en una interminable serie de la que yo al menos he perdido ya la cuenta de títulos. Y así podríamos seguir con Michael Meyers y similares, o dando un pequeño salto irnos a Star Trek, que salvando el film de Robert Wise, el resto me parece demencial.
Pero viendo una película como ‘La saga crepúsculo: Luna nueva’ (‘New Moon’, Chris Weitz, 2009) me doy cuenta que no hay nada como una buena hostia para abrirte los ojos. Habiendo sufrido su primera entrega y pasando ampliamente del estreno en salas de cine de esta secuela, decidí rescatarla en DVD a pesar de muchas malas críticas —entre ellas la de mi compañero Juan Luis Caviaro— que la ponían fina, la nota del gran público en la IMDb —y que es meramente orientativa—, o incluso algunos fans que llegaban a decir que ellos ya sabían que iban a ver una mala película, la más delirante de las argumentaciones jamás oídas. Ahí me lancé, sin red ni nada, a comprobar como el señor Chris Weitz lograba empeorar una saga que va camino de convertirse en la mayor memez de la historia del cine.
‘New Moon’ sigue los hechos narrados en la anterior entrega dirigida por Catherine Hardwicke —la responsable de idioteces del calibre de ‘Thirteen’ o ‘Los amos de Dogtown‘—; Bella sigue enamorada del vampiro más soso de toda la historia (Edward), quien decide abandonarla para evitar hacerle daño por su condición de mortal. Se marcha lejos, muy lejos, —en cuerpo, porque el espíritu no deja de dar el coñazo todo el rato—, mientras Bella sucumbe al dolor del corazón herido. Pero con sus 18 añitos tendrá tiempo de hacer buenas migas con un tal Jacob —chiste fácil: no, el de ‘Lost, no— que resultará ser un hombre lobo que se enamora de ella y que también decide abandonarla. Conclusión: Bella es la tipa más gafe del cine reciente, no se enamora de gente normal y corriente, no, lo hace de criaturas fantásticas que se atormentan y deciden dejarla de lado para que pueda seguir disfrutando de su normalidad. ¿Debemos como espectadores sacar conclusiones de esto, o simplemente debemos partirnos de la risa? Yo opto por lo segundo.
Porque ‘New Moon’ puede ser disfrutable señores, sí. Al menos desde cierta perspectiva que en los últimos años se ha puesto muy de moda y es el ver una película sabiendo que es mala y reírse de ello, lo cual mirado un poco detenidamente no dice demasiado de quien lo practica y hasta puede ser una completa pérdida de tiempo. Pero como la vida es muy larga, y tenemos días y días para hacer lo que queramos en nuestros 175 años de esperanza de vida, ¿a quién coño le importa aprender algo cuando se trata de cine? Lo que se lleva ahora es el disfrute inmediato y olvido fulminante del producto visionado, algo que le debemos sobre todo a gente como Jerry Bruckheimer y sus acólitos. ‘New Moon’ es un claro ejemplo de ello, no se necesita más de una neurona para disfrutarla. Cine idiota destinado a los adolescentes enmarcando un relato de fantastique dentro de los límites de una comedia romántica. Porque no se equivoquen, esto no es una historia de amor con tintes de película de terror, esto se trata de una comedia. Involuntaria, lo que hace más delirante.
Desconozco por completo el original de esa señora llamada Stephenie Meyer, de la misma forma que ella ha declarado no haber leído jamás literatura de terror por lo que los precedentes de su historia o las posibles influencias proceden única y exclusivamente de su imaginación. En su mundo de lerdos los vampiros viven a la luz del día porque sí, y punto. Es por esto que no puedo hablar de ‘New Moon’ como adaptación. Sus defensores recurren a que es literal lo cual me hace sospechar de la nula calidad de los libros. Como producto cinematográfico puro y duro no tiene precio, es un bodrio de proporciones bíblicas, enormemente aburrido, con un penoso sentido del ritmo, interpretaciones lamentables y un trabajo de dirección inexistente.
Las riendas de la primera entrega fueron tomadas por Hardwicke, directora presumiblemente de cine de adolescentes por sus estúpidos retratos sociales. Que el sustituto fuera Chris Weitz tiene algo de sentido, pues su anterior trabajo, ‘La brújula dorada’ (‘A Golden Compass’), también estaba destinado al público más joven. Resulta muy extraño que éste haya sido el director de ‘Un niño grande’ (‘About a Boy’, 2002), codirigida con su hermano Paul, y que sí sabe acercarse al mundo adolescente en lo que respecta a la relación con el mundo adulto. Weitz ha olvidado todo lo que de bueno hay ahí porque evidentemente ha tenido que verse sujeto a las directrices marcadas en el libro de Meyer. El resultado contiene momento de humor perfectamente pensados para ello y otros completamente involuntarios. Sirvan como ejemplo la gracieta que el padre de Bella le hace sobre una cana y la reacción de ella; y cómo no, ese irrisorio instante onírico en el que Bella y Edward corren cual anuncio de champú o compresas, que ponen de relevancia no ya la incompetencia de sus responsables, sino el mal gusto de los mismos.
Kristen Stewart confirma sus nulas dotes para la interpretación, Robert Pattinson confirma sus nulas dotes para poner cara de lo que sea, y Taylor Lautner confirma sus nulas dotes para forzar una sonrisa. Michael Sheen y Dakota Fanning terminan por confirmar que aceptar un cheque por hacer el tonto es tan válido como hacer bien tu trabajo. Que Javier Aguirresarobe y Alexandre Desplant hayan prestado sus servicios a esta cosa debe responder también a meros intereses económicos. En el film no existe progresión dramática de ningún tipo, en más de dos horas no ocurre nada más allá del tormento de Bella ante la ausencia de su amado y que provoca ridiculeces como la del subidón de adrenalina o la conclusión en una población italiana en la que Weitz falsea el tiempo de forma alarmante.
El fascinante mundo de los vampiros queda mancillado pues por este engendro del que aún quedan dos partes más. Habrá que comprobar qué ha hecho un director como David Slade en la tercera entrega, pero mucho me temo que tal y como van las cosas, sus dos films anteriores parecerán verdaderas joyas. Me gustaría equivocarme pero somos todos tan previsibles…
A seguir escribiendo mientras me preparo para la sesión finale de un mundo más fascinante que el de Cre-PUS-CULO.
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