‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ parece destinada a arrasar en los próximos Oscar. Ya daba esa sensación antes de hacer historia durante los Globos de Oro, donde arrasó con 7 galardones, y mucho tendrían que cambiar las cosas para que no acabe triunfando también en los próximos premios entregados por la Academia de Hollywood. La crítica la adora y el público la ama incluso más.
La duda que surge con esas credenciales es si la nueva película de Damien Chazelle realmente sería para tanto, ya que tantas alabanzas son el caldo de cultivo para una decepción. Eso es lo que temía que fuera a pasarme durante sus primeros minutos, que no terminaron de convencerme, pero ‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ no deja de crecer y va conquistándote de forma progresiva hasta que acabas totalmente rendido a sus encantos.
Una fantasía para soñadores
‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ es durante más de una hora una fantasía para soñadores en la que absolutamente todo está medido para conseguir que el espectador se vea reflejado en sus dos protagonistas, intentando así que su felicidad se vuelva también la nuestra. Desde la impresionante fotografía de Linus Sandgren -el uso de los colores refuerza ese toque de fantasía que sobrevuela en todo momento- hasta la composición de los planos, sin olvidarnos de los tira y afloja hasta que acaban juntos.
Sí es cierto que Chazelle ha de asumir ciertos sacrificios -pienso por ejemplo en las dificultades que surgen para ser dejadas de lado de forma inmediata- para que sea la relación entre los personajes de Ryan Gosling y Emma Stone el foco exclusivo. La idea es que amemos a los protagonistas, algo que tampoco nos cuesta mucho dada la gran química que hay entre los dos actores, pero sin olvidarse de crear un espectáculo musical de primera categoría.
En mi caso siempre me ha costado entrar en los números en los que personajes intrascendentes para la historia se pongan a cantar o bailar sin venir a cuento y Chazelle apuesta precisamente por ese recurso para dar inicio a la película, empezando a mostrar ya de entrada el brillante manejo de la cámara del que hará gala durante todo el metraje. Quizá de ahí que a mí me costase un poco entrar, pero dudo mucho que eso vaya a pasar a los que no compartan ese punto de discordancia que siempre he tenido con los musicales.
Sin embargo, Chazelle no tarda en dar también todo el protagonismo de los números musicales a Gosling y Stone, apoyándose en unas coreografías impecablemente orquestadas por Mandy Moore que nos llevan al cine clásico durante el proceso de seducción para ir dejando paso progresivamente a un acercamiento más íntimo, resaltando las emociones de los dos personajes sin por ello descuidar un acabado técnico superlativo para conseguir el efecto deseado.
El magnífico regreso a la realidad
Chazelle no está interesado en hacer un "simple" cuento de hadas en el que todo sea colorido, optimista y festivo -aunque lo borda a todos los niveles a la hora de ejecutar esa parte de la película-, ya que llega un punto en el que el relato vira, planteando un dilema cuando sus dos protagonistas tienen que hacer frente a una realidad que pondrá a prueba ese amor sobre el que todo había girado hasta entonces.
Ahí volvemos a ver temas ya abordados por Chazelle con anterioridad, ya que el golpe de realidad que reciben los protagonista es cierto que puede provocar que la magia se reduzca e incluso que desaparezca por momentos, pero es ahí cuando todo emociona más. La aparición de auténticas dificultades es lo que hace que todo lo anterior adquiera una dimensión que por sí mismo no terminaba de alcanzar, permitiendo además a Stone y Gosling muchos más matices en sus estupendas interpretaciones.
Lo que sí se mantiene es la precisión de Chazelle a la hora de mostrarnos lo que sucede, controlando un despliegue técnico quizá menos vistoso pero igual de efectivo y necesario, e incidiendo más en las implicaciones emocionales. La primera frase era la seducción, la conquista necesaria para que lo que viene después realmente nos llegue dentro y nos importe muchísimo lo que pase con ellos. Además, todo evoluciona de una forma impecable hasta llegar a un desenlace en el que no cambiaría nada. Es perfecto así.
‘La ciudad de las estrellas – La La Land’, un musical delicioso
Está claro que la música juega un papel fundamental en todo musical y ‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ no es una excepción, ya que Justin Hurwitz realiza un trabajo emocional, creando unas canciones repletas de vitalidad que te dejan con ganas de ponerte a bailar con los protagonistas y que además encajan con ese tono de fantasía romántica de la función.
Por si fuera poco, también cuadra todo a la perfección con ese amor al propio cine que desprende la película -normalmente muy logrado, aunque hay algún detalle aquí y allá ligeramente forzado- y que seguro ha ayudado en parte a que sea un título tan querido dentro de la industria. Eso sí, tampoco faltan apuntes más melancólicos que también refleja el guion de Chazelle y que ayudan a que esa aparente superficialidad de la primera mitad quede compensada con creces.
La única pega, y tampoco creo que lo sea realmente, es que falta esa canción memorable que lleve su naturaleza como musical a otro nivel. Es verdad que ‘City of Stars’ refleja de forma inmejorable el lado más emocional de ‘La ciudad de las estrellas – La La Land’, pero le falta algo para conseguir lo que reflejo. A cambio no hay ni una sola que destaque por no estar al nivel del resto, así que mejor dejarlo como una pega menor y que igual acaba siendo inexistente en futuros revisionados que no dudo que haré más temprano que tarde.
En definitiva, ‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ es una delicia de película, un estupendo musical y un exquisito cantor al amor. Es cierto que tiene alguna debilidad que le impide llegar a ser esa obra maestra que algunos esperarán de ella, pero cumple y excede todo lo que se propone, superando con cierta holgura a la notable ‘Silencio’ (‘Silence’) y habrá que ver si alguna de sus competidoras en la carrera por el Oscar llega tan siquiera a su nivel.
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