Este pasado viernes llegó a los cines ‘Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’ (‘Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales’), quinta entrega de la saga liderada por Johnny Depp. Muchos señalan que está agotada artísticamente -en mi caso sigo creyendo que es la más entretenida de las cuatro secuelas-, pero está funcionando muy bien en taquilla. Eso sin duda hará despegar la carrera de Joachim Rønning y Espen Sandberg, sus directores.
Tras una aciaga experiencia con su ópera prima ‘Bandidas’, Rønning y Sandberg recondujeron su carrera hasta acabar logrando una nominación al Oscar de mejor película de habla no inglesa gracias a ‘Kon-Tiki’, su tercer largometraje. El premio se lo llevó Amor’ (‘Amour’), pero ellos fueron recompensados con el salto a Hollywood. Vista la película se entiende que precisamente fichasen por esa saga por mucho que su anterior trabajo se quede lejos de ser una película memorable.
Un hombre y su sueño
La obsesión ha llevado al ser humano a conseguir auténticas proezas, algunas de forma desinteresada y otras por la necesidad de demostrar que ellos estaban en lo cierto y el resto se equivocaba. ‘Kon-Tiki’ pertenece a este segundo grupo, en el que también entraría la reciente ‘Z: La ciudad perdida’ (‘The Lost City of Z’), una comparación que viene al caso porque creo que Rønning y Sandberg ayudan al reducir al mínimo la presencia de la familia del protagonista.
Es verdad que esa decisión supone prescindir de entrada de un componente emocional que bien llevado podría ser la guinda definitiva, pero la cinta de James Gray languidecía por ahí, mientras que aquí es algo que aparece solo en los momentos imprescindibles -sobre todo llegado cierto punto de su metraje-. No es eso lo que les interesa a los directores de ‘Kon-Tiki’, sino mostrar cómo un visionario emprendió una misión casi suicida y las diferentes fases de la misma.
Eso provoca que la fuerza resida más en la capacidad de Pål Sverre Hagen para transmitir todo lo que sucede en la cabeza de Thor, desde su determinación para que las múltiples negativas no echen al traste con lo que él sabe cierto hasta ese viaje por mar en el que se empeña en respetar de forma escrupulosa los métodos de antaño. No diré que hace un mal trabajo, pero sí que le falta esa chispa necesaria para equilibrar el guion de Peter Skavlan.
Siendo justos, los propios detalles del viaje del protagonista, documentados por él mismo en un libro y un documental ganador del Oscar, limita lo que Skavlan podía hacer, pero el séptimo siempre ha demostrado tener mucha manga ancha a la hora de modificar historias reales para hacerlas más cinematográficas. Aquí la mayor aportación en esa dirección es que los diferentes golpes de efecto de la travesía se van dosificando para evitar que surja un gran bajón de interés que te haga perder la atención del espectador.
Los desequilibrios de ‘Kon-Tiki’
Dicha decisión, loable sobre el papel, también provoca que el ritmo de ‘Kon-Tiki’ nunca termine de despegar, mientras que Rønning y Sandberg tampoco aprovechan la inmensidad del escenario elegido más que a cuentagotas. Ahí seguramente sea decisivo el no haber contado con un presupuesto mayor -aunque todo luce muy bien visualmente, nada se percibe como falso-, lo que les lleva a apostar por la intimidad de los personajes en oposición a la grandeza del viaje que han emprendido.
Ya que el propio libreto les condicionaba a ello, quizá lo más acertado hubiera sido ampliar el encuadre cuando se centran en ello como un todo y volver a reducirlo cuando surge algún problema, como la llegada de los tiburones -hay un momento bastante visceral cuando esa amenaza hace acto de presencia, pero ese peligro imprevisible y letal nunca se termina de palpar en el ambiente-. Habría sido una buena forma de reforzar el paso de lo general a lo concreto.
Lo que sí ayuda a reflejar eso es el desgaste físico y psicológico de los marineros y no pondría pega alguna a aquellos que digan que simplemente se convierten en sus personajes. Donde sí tengo problemas es que no son lo suficientemente inspiradores como para que sus odiseas personales me interese más allá de detalles puntuales. Como comentaba, hasta al propio protagonista le falta ese gancho necesario para que el relato no navegue a la deriva en determinadas fases y realmente transmita lo legendario que fue el caso real.
Lo que nos queda al final es un viaje en el que Rønning y Sandberg demuestran cierta pericia para las escenas submarinas y también un sentido de la aventura que es fácil trasladar y ampliar en Hollywood. Eso es lo que hicieron precisamente en la quinta entrega de ‘Piratas del Caribe’, pero potenciando el entretenimiento por encima del factor humano, justo lo contrario a lo que hicieron aquí. En ninguno de los casos lo bordaron, pero personalmente disfruté más de su salto al universo de Jack Sparrow.
En definitiva, ‘Kon-Tiki’ es un cruce de drama humano y cine de aventuras que funciona ocasionalmente, pero que en líneas generales se queda lejos de exprimir a fondo la grandeza de la historia real que adapta. Siendo justos, no hay nadie a quien señalar diciendo que esto falla, sino que simplemente todos los elementos empleados rayan a un nivel alejado del ideal para captar la grandeza del hecho real que reproduce. Apreciable pero fallida.
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