Son ya muchas de películas derivadas de ‘Parque Jurásico’ (Jurassic Park, 1993) las que nos han llevado de viaje a islas tropicales donde todo parece estar bien hasta que no lo está, y ninguna de ellas ha igualado a la original, dirigida por Steven Spielberg. Ahora Colin Trevorrow, quien reinició la franquicia en 2015, regresa con ‘Jurassic World: Dominion’ pero no parece haber hecho el trabajo más brillante o innovador para separarse de las demás.
La sexta y supuestamente última película de la franquicia ha adoptado el papel de blockbuster de los años 2000, en los que las películas de Tom Raider, Jason Bourne y otros aventureros trotamundos recorrían el mundo en distintas escenas que se unían por la más tibia de las tramas, donde cada bloque se concebía para justificar un salto de localización y vender cada elemento por separado, un modelo cada vez más desgastado que prácticamente solo hace bien ya ‘Misión Imposible’.
Sin embargo, ese cambio de modelo no ha derivado en el mundo lleno de dinosaurios que la franquicia siempre ha prometido, y las mejores escenas, como ver a pterodáctilos arruinando bodas o anidando en rascacielos se relegan a un montaje de noticias al principio y al incomprensiblemente escindido del montaje prólogo promocional, con un T-Rex en un autocine. Como el ‘Episodio II’ de ‘Star Wars’ que prometía unas guerras clon que no se veían, aquí todas las posibilidades divertidas están rebajadas al extremo.
El arte de convertir propiedades en blockbusters del montón
Eso no quiere decir que no haya dinosaurios, ya que además de los favoritos y conocidos también se presenta a varios recién llegados emplumados que convierten la experiencia en una instructiva visita al museo, pero el verdadero interés reside en ver cómo los héroes de la trilogía actual, Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard), se mezclan con los viejos amigos de la trilogía original, Alan (Sam Neill), Ellie (Laura Dern) e Ian (Jeff Goldblum).
Más allá de lo desaprovechadísimo que ha estado Pratt en la trilogía, relegado a poner caras de póster y poner la mano como si tuviera un superpoder, dejando sin usar su magnífica vis cómica, es frustrante la poca inercia que se genera con los personajes clásicos, que aunque siguen siendo encantadores y tienen más tiempo en pantalla que otros recientes cameos de "recuelas", el poco inspirado texto les limita a repetir sus gestos más reconocibles sin una interacción orgánica con los nuevos, más allá de "uhm, conozco tu trabajo" o "uhm, conocí a tu madre".
La aparición de los viejos personajes también deja en evidencia lo poco importantes que han sido los otros compañeros de viaje y lo intercambiable que resulta todo, con un cameo de Justice Smith que le da minutos sin volver a recuperarlo, desechado y olvidado por el guion como la villana y el compañero de Pratt en Malta, con una Valeta que por cierto, tiene una representación, especialmente musical, de oriente medio que sube en bolsa la vergüenza ajena de Hollywood.
El mundo Jurásico que nunca fue
Todo debería arreglarse con la cantidad de escenas de acción y saurios lanzados a la cara, pero más allá de lo vibrante de las persecuciones, cuando las personas están en peligro, las escenas nunca son tan tensas como para asustar ni a los niños. Es todo más familiar que nunca y la mala baba que alguna vez tuvo Spielberg se ha quedado en un eco lejano. Aún así, lo más decepcionante es que nunca vemos a sus monstruos prehistóricos arrasando por todo el mundo, el escenario posible de ‘Jurassic World: Dominion’ es pólvora mojada.
La premisa invitaba a un mundo lleno de dinosaurios como el de los cómics ‘Flesh’ de 2000 AD, pero la franquicia vuelve a involucionar hacia la vía más cremosa posible y acaba asimilando un aroma ‘Liberad a Willy’ ya muy lejano a las primeras. La pregunta es cómo con un nuevo status quo totalmente distinto se las han acabado arreglando para volver a hacer ¡otra vez! la exacta misma película, siguiendo paso a paso los pulsos incluso de la primera de esta trilogía.
Porque aunque ahora todos los carnívoros están sueltos, la mayoría de ellos están alrededor de un valle en las montañas Dolomitas bajo la protección de una empresa de ingeniería genética llamada Biosyn. El jefe similar a Jeff Bezos, Elon Musk o Steve Jobs (Campbell Scott) afirma que está atendiendo a estos dinosaurios por el bien de la humanidad, pero en realidad están experimentando con langostas y el foco de la amenaza se cambia completamente. Pero al final lo que tenemos es otra Nublar, sin los límites de una isla, pero el mismísimo mismo concepto de nuevo parque.
El final del revival vuelve al principio del revival
Gusta tanto de repetir la misma canción que incluso el clímax es calcado paso a paso del de ‘Jurassic World’, sin ningún tipo de vergüenza. Su fórmula cumple como blockbuster al uso, concibe muchas situaciones diferentes para enfrentar a los protagonistas a una aventura de escenas bien realizadas, pero la sensación es que no tienen ningún conflicto sólido y que todo da un poco lo mismo. Al final todo vuelve a parecer una excusa para añadir espectáculo, acción, personajes infiltrándose y volviendo a salir y guiños familiares pero nunca ingeniosos o ágiles.
La promesa de que si no te tomas demasiado en serio la película puedes divertirte tampoco funciona, porque de cuando en cuando a cada rato hay unos bloques de ladrillo melodramático terribles con la niña de la anterior película, uno de los giros más repelentes de la anterior entrega parece servir aquí de gran cimiento para la parte dramática, dejando que el corazón de la película lata en un compartimento aparte que no interesa lo más mínimo, dejando que el conflicto del principal héroe de esta franquicia sea jugarse la vida para rescatar a una cría de velociraptor de la que nada depende, mientras todo se cae a su alrededor.
Hay más caos y peligro para la civilización en el clímax de la absurdamente vilipendiada ‘Parque Jurásico 2’ —un Spielberg saltándose bastantes normas y más cafre que cualquiera de las tres de esta trilogía— que en esta ‘Jurassic World: Dominion’, que sabe a fin de ciclo de esta aventura para niños, que pese a su acción competente, muchísimos dinosaurios distintos y viejos conocidos para seguir jugando la carta de la nostalgia, resulta estéril y agotadora por su predecible guion de plantilla, lleno de conveniencias, malos diálogos y constante sensación de déjà vu. Otra oportunidad perdida
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