De las adaptaciones de superhéroes del cómic en papel, siempre se suele esperar, desgraciadamente y ante los abundantes ejemplos recientes, que acaben siendo meros estereotipos en la gran pantalla. Donde sus enormes y fantásticos poderes quedan evidenciados por una profusión de efectos especiales que eclipsan una mínima historia que los justifique. Por lo que, tras ver 'Iron Man' uno recupera el entusiasmo y congratula ver que sí es posible hacer una película de superhéroes con una buena historia, con un excelente personaje y con los efectos visuales al servicio de una narración absolutamente entretenida de principio a fin.
Unas de las grandes virtudes (aunque también adolece de los habituales defectos de este tipo de películas) es la huída del protagonista estereotipado, ya que Iron Man no se nos muestra superficialmente, sino que se llega más allá, dotado de mayor humanidad y profundidad, aproximándolo más a la audiencia. Quizás tenga que ver, que la película se ha planteado con un profundo respeto al espectador, ya que no todos los que acuden a verla son adolescentes ávidos de espectaculares efectos y explosiones.
La película se distancia lo suficiente del personaje original, pero sin llegar a molestar en exceso a los más seguidores del superhéroe. La dirección de Jon Favreau aprovecha al máximo la historia de la creación y génesis de la forja del superhéroe, en cierto modo para sacudir cualquier ápice prejuicioso con respecto al auténtico y nos presenta el relato desde cierto distanciamiento. Que parece idóneo para los menos conocedores del cómic. Y sin por ello, abusar de la acción y los efectos en cada escena, sino ahondando en la esencia del personaje.
Por cierto, algo muy similar a lo realizado por Nolan con 'Batman Begins'. Y es que este 'Iron Man' guarda mucha relación con el hombre murciélago. Hombre rico y poderoso, con muchos medios tecnológicos a su disposición y que busca en la lucha contra los malvados una forma de redimir su sentimiento herido y encontrar cierto equilibrio que justifique su actuación.
El guión resulta un buen trabajo por parte de Mark Fergus y Hawk Ostby (autores de 'Hijos de los Hombres'), que trasladan el comienzo de la acción al Afganistán actual (y no al Vietnam del cómic de Marvel), dotando al relato y a su protagonista de una acertada contemporaneidad, aunque del todo aséptica, manteniendo al margen cualquier mención políticoreligiosa.
Y nos sitúa al protagonista, un joven playboy, engreído, arrogante e irresponsable como máximo exponente de Industrias Stark, la principal y más poderosa empresa armamentística de Estados Unidos, heredada de su padre. Tony Stark resulta entrañable, y es que un inspirado Robert Downey Jr. le confiere un carisma especial, muy por encima muy por encima de otros actores en papeles similares, y que le otorga un estilo y sentido del humor muy apropiados a Tony Stark/Iron Man, lo que lo hace en algo más creíble. Downey acierta en el proceso de transformación de su personaje, con ingenio y comicidad en su justa medida, rozando la sobreactuación, pero ciertamente comedido. Dibuja un hombre maduro, reflexivo pero no exento de pinceladas infantiles (se lo pasa como un niño cuando prueba su nueva superarmadura).
En el resto de personajes es donde la película adolece del mismo defecto del resto de cintas de superhéroes, como mencionaba al principio. El flirteo con su fiel ayudante, Pepper Potts (correcta Gwyneth Paltrow) añade las gotas de romance necesarias para incluir a la chica guapa en la película, aunque esa cierta tensión amorosa/pasional/sexual queda muy descafeinada. Es por ello, que se echa en falta algo más de intensidad, pero hay que recordar que estamos ante una película de acción con superhéroe y esto queda muy en segundo plano.
Los villanos son realmente grises, personajes totalmente planos, que no están a la altura del protagonista. Ni el calvo afgano ni el transformado Jeff Bridges, en el papel de Obadiah Stane consiguen aportar la tiranía ni la complejidad necesarias para que el héroe brille meritoriamente. Y, por último, el fiel amigo del bueno, Rhodey (Terence Howard) sigue la misma línea. Un secundario que aporta bien poco.
Dos últimos aspectos destacables son, por un lado la inusual pero brillante inclusión de temas de rock duro en algunas escenas de acción, y por otro, el trabajo de efectos especiales, muy elegantes y espectaculares, pero que no abruman por exceso, lo que no es poco para los tiempos que corren.
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