Cada nuevo año siempre es el peor año para el cine de terror. Siempre estamos dispuestos a ello porque es un género tan subjetivo que nunca pone a nadie de acuerdo, con lo que solo es a través del paso del tiempo cuando podemos dilucidar si fue tan malo como lo pintaban. ‘Smile’ es la primera película del debutante Parker Finn, y llega en un año en el que ha habido todo tipo de muestras de fantástico y horror, pero pocas que hayan dado miedo de verdad.
Quizá la mejor muestra en este aspecto llegaba en enero, ese mes del que nadie se acuerda en las listas de lo mejor del año. ‘La abuela’ de Paco Plaza está llena de momentos siniestros, muy escenas dedicadas a poner al espectador en un estado de nervios y, en general, un tramo final entregado a los mecanismos del género sin barreras. Pero también dedicaba mucho tiempo a poner su tema sobre la mesa, cómo esquivamos la vejez y sus consecuencias, cargando de aspectos adyancentes a una historia que se toma su tiempo mientras despliega una gran cantidad de juegos de imagen y simbolismo.
También hemos tenido ‘Scream’ (2022) que es más un whodunit lleno de sangre, la comedia con zombies ‘Malnazidos’ (2022), el slasher grotesco de ‘X’ (2022) y ‘La matanza de Texas’ (2022), el coming of age superturbio de ‘Black Phone’ (2022), ‘¡Nop!’ y su mono asesino metido con embudo y sin lubricante en un western de ciencia ficción, y la metáfora de arte y ensayo con kilos de body horror de ‘Men’ (2022), pero de alguna manera todas tienen una capa de querer jugar con el género, variaciones e híbridos divertidos, bien dirigidos, algunas con imaginería extraordinaria y algunas escenas de espanto muy importantes. Pero este año… faltaba algo.
Un tren de la bruja sin pausa
Un largometraje sin máscara, que no pretenda ser otra cosa que una película de miedo. A veces, ahora que los géneros se están hibridando, expandiendo y enriqueciendo, se nos olvida que también hace falta en la mesa un cubierto básico con pan y mantequilla. Porque la sensación de sentarse en una sala de cine a oscuras durante casi dos horas para pasarlo mal pasándolo bien es, al fin y al cabo, lo que nos atrajo a acercarnos a algo que se cataloga como “terror”. A veces es solo una estética, a veces una inquietud, a veces una experiencia similar a un tren de la bruja.
Y eso es ‘Smile’, una serie inagotable de escenas espeluznantes muy bien interconectadas que juegan con todo tipo de recursos y elementos familiares con un acabado impecable. El punto de partida es una psiquiatra, interpretada por una sensacional Sosie Bacon, que tiene una experiencia brutal en una sesión con una paciente que dice ver a entidades que otros no son capaces de ver. A partir de ahí se desarrolla un viaje tormentoso para ella, en la que empieza a experimentar situaciones que pueden tener a algo maléfico detrás, o estar solo en su cabeza. Un concepto tan simple como efectivo.
No debe esperarse un argumento intrincado ni un nudo narrativo lleno de palancas, todo lo que ocurre sobre el papel está dentro de un tipo de película de terror de estudio comercial y familiar. De hecho, puede recordar a muchas películas de maldiciones este siglo como ‘The Ring’ (2002) —aunque en realidad su dinámica se parece mucho más a ‘La maldición’ (Ju-On, 2002)—, y éxitos como ‘It Follows’ (2014), aunque su modelo es mucho más similar al origen de aquella, ‘Kairo’ (2001), con la diferencia de todas ellas en su aspecto psicológico, que toma prestado, eso sí, más de algún detalle de ‘Hereditary’.
La película más espeluznante del año
‘Smile’ podría entrar de lleno en la categoría de neurosis femenina que la crítica Kier-La Janisse definió en su seminal volumen ‘House of Psychotic Women’, solo que elevada al cubo, rescatando la forma de películas de los 70 y 90 más comunes en el cine de terror de autor que productoras más independientes están resucitando ahora. Pero esto no es un ensayo de época con soliloquios interminables que quiere ser Beckett como alguna obra de Robert Eggers, sino una película de gran estudio juguetona, con muchísima mala baba —ojo a esa fiesta de cumpleaños inspirada en ‘Safe’ (1995) de Todd Haynes— y un buen puñado de sorpresas.
No falta la violencia, los momentos de impacto, el gore, los sustos, en general preparados y orquestados como el James Wan de su buena época, y hasta algunas ideas que encajarían en la dupla de ‘It’ (2017-2019) de Andy Muschietti. Es como si Parker Finn quisiera aprovechar su oportunidad y lanzara todo lo que le gusta al gazpacho, sin embargo hay un hilo bien construido y escrito, en donde una situación lleva a otra de forma orgánica, aunque no quiera contar nada especialmente en última instancia. A destacar también su dirección, llena códigos de color inusuales y de movimientos de cámara omnipresentes y elegantes que llevan siempre la atención del espectador a donde él quiere.
‘Smile’ puede ser criticada de convencional, pero es muy consciente de lo que está haciendo. Es hija de su tiempo y no pretende ser más que lo que es: una adaptación de uno de esos cortos de youtube que acumulan cientos de visitas y que, normalmente, se convierten en largos decepcionantes. Por una vez el corto ha crecido en una película de terror extraordinaria, aunque en el fondo no busque más que llevar esa experiencia esencial del momento de piel de gallina del formato de 5 minutos a una montaña rusa dedicada a remover las sensaciones primarias. Busquen las metáforas enrevesadas sobre el espectáculo en otro lugar.
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