'Blanquita', la tercera película del cineasta chileno Fernando Guzzoni (ganadora del premio al mejor guion en la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia), se inspira en el caso Spiniak, un mediático proceso de investigación en Chile durante los primeros años de este siglo que destapaba una red de pedofilia liderada por un rico empresario y que involucraba a altos cargos de la esfera política.
"Yo siempre consideré que había un regreso en esta historia, que esa verdad oficial no había logrado capturar, y un poco la película tiene ese espíritu de volver a revisitar este lugar y entender que hay segundas y terceras lecturas y complejidades", comenta su director en su entrevista con Espinof.
Una escandalosa historia real revisitada con ambigüedad
Basada libremente en Gema Bueno, la mujer que fue la testigo clave del caso, el filme sigue a Blanca, una joven de 18 años que reside con su hija recién nacida en un centro de acogida para menores y que, junto con la ayuda del sacerdote que dirige el centro, desencadena un escándalo mediático al asegurar que fue abusada por un político importante. A medida que se van descubriendo detalles, el propio espectador va cuestionándose si la verdad y la justicia van siempre de la mano.
'Blanquita' elige la ambigüedad como vehículo narrativo y, sobre todo, para ofrecer un retrato psicológico complejo de su protagonista. Guzzoni comenta que "El personaje de Gemita [Bueno] siempre me pareció fascinante porque era una suerte de heroína con doble moral. Había cometido un acto con cierta heroicidad, pero desde una lógica no muy ortodoxa y eso me parecía bien subversivo porque rompía con el molde de lo que muchas veces la sociedad reserva para lo femenino. Ella no representaba esta idea tan higienizada, pura, santificada de lo femenino".
Quizá el aspecto más destacado en la película está en esta aproximación matizada de su anti-heroína, interpretada por una inspirada Laura López, cuya mirada esconde no solo el enigma de su personaje sino también la rabia contenida hacia un sistema judicial podrido que no protege a quien más lo necesita. Sobre la labor de dirigir a su actriz debutante, Guzzoni añade que "fue un trabajo bien arduo y super intenso pero muy interesante donde fuimos entre los dos construyendo los matices, los silencios… esta cosa más ensimismada, minimalista que tiene el personaje. Fue un gran desafío para ambos, pero Laura es una chica muy inteligente, muy sensible, que entendió perfectamente lo que quería".
Sin embargo, ni el cineasta ni la intérprete estuvieron en contacto con Gema Bueno para construir el personaje. "Decidí deliberadamente no entrevistar a Gemita ni al sacerdote, básicamente porque la película no era un ejercicio mimético de la realidad, no tenía un afán periodístico ni historicista, sino que estaban puestas mis propias obsesiones ahí y en ese sentido yo estaba tensionando la realidad, pero con alguna arbitrariedad, entonces me parecía que entrar en ese terreno era condicionar el propio vuelo de la película".
Una vez estrenada en los cines chilenos, el director y Gema Bueno tuvieron la oportunidad de hablar en la que el cineasta define como "una conversación súper poderosa y muy bonita". En esa llamada, la que fue testigo clave del caso real comentaba que sintió (en palabras del cineasta), que "había sido satanizada, demonizada por la opinión pública y en alguna medida la película venía a contribuir a una suerte de relectura sobre una historia que no era tan blanco y negro y ella agradeció eso, agradeció ver la película y sentir que había reflexiones que escapaban de esta lógica tan dicotómica de ser una villana o ser una persona buena".
Fernando Guzzoni compone una cinta oscura, con una conseguida atmósfera siniestra que invade todo el metraje y que en todo momento huye de la explicitud de lo morboso. 'Blanquita' es una película consciente de lo delicado de su temática y opta por la sugerencia, empleando el thriller judicial para ensalzar su componente sociopolítico.
'Blanquita', buscando la reflexión entre el thriller y el drama social
El cineasta nos cuenta: "Me parecía que había una historia de campo, que era más interesante de pensar a través de la palabra de las víctimas o de los victimarios que desde una imagen que, en alguna medida, clausura esa posibilidad de mencionar la palabra, en alguna medida la imagen cierra cualquier posibilidad de pensar sobre esos relatos orales. Y en cambio la palabra opera como un punto subjetivo que hace pensar".
"La película también tenía muchos elementos de drama social, para mí era un thriller y siempre lo pensé porque me parecía que podía ser interesante construir un relato que te dejaba pensando, que te podía generar una reflexión posterior, una pregunta o que estuviera enclavado en un ejercicio más bien de género también para que no le diera la espalda al espectador y que funcionara como una especie de caballo de Troya donde uno iba a ver un thriller, pero se iba a quedar pensando en otras cosas. Y en ese sentido, el lenguaje formal un poco obedece a ese espíritu", afirma el realizador.
Sobre la construcción del tono oscuro que subyace en sus imágenes, Guzzoni, junto con Benjamín Echazarreta (su director de fotografía), dividió la estética de la película en dos: "el mundo más psicológico y privado [de Blanquita] y el mundo más público y de las instituciones a las cuales se enfrentaba". Para reforzar esta idea, "trabajamos también con dos ópticas diferentes. Una para ese mundo más psicológico que era una óptica que tenía deformaciones, aberraciones en los bordes… que tiene deformaciones focales, y el otro mundo que es más limpio, trabajamos con una óptica más prístina, más limpia, para marcar la diferencia", dice Guzzoni.
'Blanquita' funciona como un drama de denuncia social pero también como un efectivo ejercicio cinematográfico que muestra a su director cómodo en una narrativa más convencional que en la de sus anteriores trabajos, pero también en una más ambiciosa. La película resulta potente por su relevancia sociopolítica actual, pese a que retrata un caso desde hace más de dos décadas.
Este es el motivo por el que Guzzoni decide ambientarla en el presente, ya que, según él, "a pesar de que ha habido o estamos asistiendo a una revolución feminista, y a pesar de las redes sociales como herramienta de denuncia, los casos de impunidad y de acceso a la justicia siguen siendo igual que siempre, donde hay personas que parece que no puedan acceder al estado de derecho, a los derechos humanos".
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