'En la casa', la vida de los otros

'En la casa', la vida de los otros
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Germain es un amargado y desapasionado profesor de instituto. Mientras corrige unas redacciones, encuentra una que describe una intrusión en un hogar de clase media. El chico, Claude, se ve animado por su profesor a que siga contando la historia de lo que vio en ése hogar y a que siga acercándose a lo que vio. Pronto, el juego se va complicando y amenaza con tener consecuencias para la vida de ambos.

El prolífico François Ozon firma una de sus películas más disfrutables, la decimotercera de una larga e interesante filmografía, caracterizada por la conquista de nuevos registros y una bienvenida vocación de cine comercial con algunas previas y exitosas incursiones en el cine criminal de lo más exitosas.

La película es hitchockciana en lo obvio y tramposa en todo lo demás. Vamos a explicarnos.: el protagonista podría pasar por una versión existencialista y afrancesada, un poco erudita y contemporánea, de cualquier perverso antihéroe hitchockiano al que pusiera rostro, pongamos, un Farley Granger cualquiera. La presencia, magnética, de Emannuelle Seigner puede sugerir un juego polanskiano en las formas, pero no, Ozon no transita más allá.

Ese es quizás el mayor problema de esta película, escrita y dirigida pensada en una lectura burda (y finalmente facilona) de Sherezade antes que en sus intrincados (y todavía persistentes) dilemas culturales o de interpretación. Me explico.: en su reivindicación de la narrativa, o del arte de contar historias, la película termina trivializando el concepto de la fabulación que da pie a sus intrigas y misteriosos, perdiendo el fuelle del que éramos adictos.

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Parece también previsible que solamente presente objeciones a lo que Ozon escoge no hacer.: una meditación, una sátira, un vigoroso thriller, una mezcla de todas ellas. Y que no halague su formidable habilidad narrativa, que concibe las escenas como el serial en marcha, produciendo un auténtico guión lleno de malabarismos sin recurrir en dosis brutas a sexo o violencia. ¿No es eso algo a tomar en cuenta? No es poco, no es poco y los magníficos Fabrice Lucchini y Ernst Umaher conducen con brío todas las secuencias, aportan novedades a su manera de mirar.

Pero negar esto tiene algo de mediocre, no me cabe duda.La película es entretenida, ingeniosa, ocasionalmente sensual. Sus minutos transcurren sin pesar alguno, y la limpieza de montaje, incluyendo un inesperado y simpático homenaje final a 'La ventana indiscreta' (Rear Window', 1954) dejan poco lugar para dudar de Ozon o de sus vocaciones traviesas. Como su alumno imaginario, él es también antes un pillo que un artista.: en ese aspecto, pocas películas comparten con el protagonista su grado de honestidad. O, en este caso, de deshonestidad.

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