Es un auténtico milagro que una película como 'El vacío' ('The Void') logre llegar a las salas de cine. Lo hace de forma limitada y distribuida con gran cariño, pero llega, y eso debería ser motivo de jolgorio para todos los aficionados al género: su propuesta bebe de los grandes clásicos de los ochenta en el ambiente y el tono, de la literatura de Lovecraft en el tema y de los maestros del látex y los efectos especiales en la estética. Lo dicho: un milagro.
Financiada con éxito a golpe de crowdfunding, tras ella se encuentran el técnico de efectos especiales Steve Kostanski y el diseñador visual Jeremy Gillespie. Es decir, gente curtida en la parte técnica de las películas de terror. Y se nota: el cuidado visual, tanto en monstruos y efectos gore, como en el diseño de escenarios y de todo lo relacionado con el culto (de nuevo, sobre todo en el tramo final de la película) es impecable.
Quizás por eso, el guión cojee en alguna ocasión y haya algún problemilla de ritmo: 'El vacío' está ensimismada con su apartado visual. Pero es tan impecable que lo compensa de sobra, y lo consigue con más acierto que las colaboraciones previas de Gillespie y Kostanski dentro del colectivo Astron-6, las irónicas y más irregulares 'Manborg y 'Father’s Day' o el también cuidadísimo visualmente episodio 'W is for Wish' de 'ABC's of Death 2'.
'El vacío' arranca como un thriller policiaco de tintes sobrenaturales cuando un policía (Aaron Poole) encuentra a un joven herido de gravedad y lo lleva al hospital. El lugar está medio abandonado, con poco personal debido a una mudanza después de un incendio. La enfermera-jefe y ex-mujer del policía (Kathleen Munroe) y un doctor veterano (Kenneth Walsh), junto a unos cuantos enfermos se verán asediados en el edificio por unos misteriosos cultistas enmascarados que rodean el hospital en silencio.
Influencias a la vista
Los códigos que maneja la película están claros. Quizás el referente más obvio sea la cada vez más reivindicada 'El príncipe de las tinieblas' de John Carpenter la película más fulciana de su director. Pero la sombra de Carpenter planea por toda la película, desde la obvia referencia a sus clásicos de gente encerrada como 'Asalto a la comisaría del distrito 13' o 'La cosa', a la ambiental y siniestrísima banda sonora, mezcla de experimentación tecnopop y rock con drones. Por haber, hay un curioso paralelismo con 'Halloween II', que Carpenter produjo y escribió, y que también tenía lugar en un hospital.
Por supuesto, no es la única cita de esta película decididamente anclada en el pasado: hemos mencionado a Lovecraft, y su huella está bien presente aquí, tanto en la forma (esos cultistas, ese volverse loco al presenciar las aberraciones que llegan al hospital) como en el fondo (el mensaje no puede ser mas propio de horror cósmico, ateo y materialista, como el de Howard Phillip).
Aunque 'El vacío' es tan devota de lo suyo que hasta en eso se permite el retruécano: entronca con el influyente escritor de Providence, más que a traves de la literatura, a través de las adaptaciones de los ochenta, especialmente 'Re-Animator' y, cómo no, 'Re-Sonator', la obra maestra del horror cárnico de Stuart Gordon y Brian Yuzna. Hasta se permite citar, con una referencia directa y en el guiño mejor traído de la película, al Lucio Fulci más lovecraftniano, el de ese caos formal y espiritual que es 'El más allá'.
Por supuesto, el homenaje principal de 'El vacío' es la que le da toda su fuerza expresiva: los grandes maestros de los efectos especiales prácticos de los ochenta, de Stan Winston a Tom Savini, pero sobre todo a Rob Bottin, con cuyas creaciones para 'La cosa' tienen los monstruos de 'El vacío' una fuerte deuda. Es un homenaje emocionante y hecho desde el conocimiento profundo de sus mecanismos, y no desde la mera estética superficial, a lo 'Stranger Things' y demás artefactos de nostalgia más o menos vacía.
Es, de hecho, con los monstruos y criaturas donde llega el otro problema de 'El vacío'. Los vaivenes argumentales y cambios de ritmo y tono del guion son disculpables: la película está centrada en lo visual y sus carencias en la historia no molestan, e incluso suman al clima de caos y desconcierto, de nuevo al más puro estilo Fulci. Pero algún problema más suscita la forma en la que 'El vacío' muestra a sus criaturas: siempre en la oscuridad, siempre con planos cortos, llenos de movimiento y con un montaje confuso.
Es una pena que una película cuya principal baza son los efectos especiales se tome tan poco trabajo para plasmarlos en la pantalla, nos tememos que por cuestiones presupuestarias. Aún así, es un mal menor: es mejor esto que un espantajo CGI, y por suerte el espectador contempla a los monstruos lo suficiente como para disfrutar del horror cósmico que propone 'El vacío'. Estamos convencidos de que veremos a Gillespie y Kostanski crecer en direcciones aún más estimulantes, para hasta entonces, 'El vacío' es un primer paso imprescindible para cualquier amante del género.
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