El premiado guionista Eric Roth se ha inspirado, con bastante libertad, en el cuento homónimo de F. Scott Fitzgerald, tan sólo extrayendo del mismo la premisa básica y formando, a partir de ella, una compleja fábula sobre el paso del tiempo, el amor, la durabilidad de los sentimientos, la vida y la muerte. Todo ello está presente en ‘El curioso caso de Benjamin Button’, cinta en la que David Fincher ha encontrado el reconocimiento (academicista) que ya merecía por su sobresaliente filmografía anterior.
Para ello, se ha embarcado en una complicada producción, dilatada en el tiempo, de gran inversión económica, que suponre todo un desafío para la técnica de efectos especiales, saldado con un resultado memorable (perfectamente integrados sin abrumar por sí solos), casi imposible de valorar en la actualidad. Una propuesta visual desbordante que obtiene unos resultados poco menos que asombrosos, aunque si bien la historia, repleta de momentos álgidos que estremecen el sentimiento del espectador, se le puede apreciar (tan sólo en apariencia) más el sello del guionista que la personalidad y fuerza del marcado estilo de Fincher. Lo cual no desmerece a un conjunto que forma una película curiosa, entretenida, recomendable y, hasta cierto punto, extraordinaria.
Arranca con el telón de fondo de una catástrofe, como el huracán Katrina, en el marco de un hospital donde una hija descubre de su moribunda madre algunos retazos de la vida de Benjamin Button, a través de la lectura de pasajes del diario de éste. Una fórmula quizás manida, que a pesar de estar bien resuelta, tan sólo sirve de engarce a varios intensos y extensos flashbacks en los que vamos conociendo la peculiar vida, obra y aventuras de este personaje. Abandonado por su extraño aspecto al nacer en un geriátrico, donde va creciendo junto con otros ancianos con los que comparte aspecto físico y siempre rodeado de cariño y comprensión pero con la decrepitud y la muerte también como acompañantes. El enorme esfuerzo de su madre de adopción lo va forjando como persona sensible y entrañable, de buen corazón, a la par que conoce a una niña (Daisy), que será su verdadero amor. Lamentablemente las diferencias físicas (que no tanto de edad) les mantedrá distanciados, aunque conectados por un sentimiento hondo y común, que confluirá en el momento oportuno en sus vidas concretando un casi imposible romance.
Todo lo concerniente a Benjamin Button resulta una suerte de fábula extraordinaria, narrada con mayor inspiración en los capítulos concernientes a la historia de amor con Daisy, que resulta con mucho lo mejor de todo el film. Así, asistimos a distintos momentos de este hombre que crece en edad, pero que su físico se afana por invertir, con drásticas y fantásticas consecuencias, que abarcan varias décadas de la historia de Estados Unidos, con episodios bélicos y épicos incluidos (que remarcan su carácter de cuento), y en donde se pueden encontrar las mayores semejanzas con ‘Forrest Gump’ con la que acertadamente se le ha comparado. Muchos momentos se pueden destacar de este periodo, que abarca la primera mitad del film, pero especialmente cuidada y espléndidamente bien contada es la ambientada en un frío puerto ruso, donde Benjamin Button vivirá su primera experiencia con una mujer madura (Tilda Swinton).
Obviando la anecdótica formalidad en la narración a base de distintos episodios (que dilata en exceso la historia) en los que vamos conociendo personajes secundarios y asistimos al rejuvenecimiento físico del protagonista, David Fincher encuentra su máxima inspiración en la compleja y apasionante historia de amor de Benjamin Button con Daisy, la joven bailarina de espíritu libre que conociera de niña, y que magistralmente plasma la bellísima Cate Blanchett. Bajo capas de maquillaje y retoques digitales (mucho más sutiles que los de su amado, en algunos casos), logra encandilar y conmover, a medida que su relación se va convirtiendo en una realidad, un encuentro esperado en una etapa esencial de la vida de ambos y que se nos muestra con una enorme delicadeza y sensibilidad. Blanchett resulta fascinante, con una interpretación espléndida e hipnótica, y se antoja como la actriz ideal para semejante personaje.
Por su parte, Brad Pitt hace un meritorio esfuerzo por componer el complejo papel de Button, teniendo en cuenta que mucha parte del metraje tiene que sufrir la dificultad añadida de portar un espeso maquillaje (y en otras escenas es una recreación digital), aunque termina por ser el elemento más débil de la película. Es notable el hecho de que tiene que afrontar su personaje a lo largo de toda una vida, con distintos puntos de madurez e inocencia, mientras su apariencia es la contraria, pero su composición interpretativa del personaje resulta algo fría. En cualquier caso su mérito tiene, puesto que al menos logra estar más comedido y esforzado que de costumbre. También tiene en su contra el hecho de tener como compañeras de reparto a unas actrices brillantes y sobresalientes, que hacen papeles memorables como Taraji P. Henson como su madre de adopción, Tilda Swinton como un amor fugaz y la mencionada Cate Blanchett que irradia magia en cada una de sus apariciones.
La película logra conmover, hace reflexionar y emociona a lo largo de la extensa historia (acompañada de una notable partitura musical de Alexandre Desplat), que está repleta de pequeñas pinceladas de verdadera magia cinematográfica (como la narración secuencial del accidente de Daisy), aderezadas con toques de comedia y tragedia, ternura y drama, en un envoltorio visualmente prodigioso. La dificultad de llevar a cabo este gigantesco proyecto es elevada y Fincher ha logrado manejar con rigor la realización, que tiende en ciertos instantes al preciosismo visual, alejándose de su habitual inmersión en lo tenebroso y oscuro, pero que logra orquestar con intensidad una entretenida y extraordinaria fábula sobre la vida.
Ver 30 comentarios