Me despertaba cierta curiosidad esto de ‘El castor (The Beaver)’, más que por la película en sí, por la asociación entre Jodie Foster y Mel Gibson —que habían trabajado juntos como intérpretes en ‘Maverick‘— y lo parecía percibirse como un intento por parte de la actriz y directora de sacar del fango de las malas actuaciones públicas al también actor y director Mel Gibson, por la amistad que les une. Probablemente, si me hubiesen dicho que la película consistía en que un señor habla a través de un castor y no tuviese detrás estos nombres y estas implicaciones, directamente, habría descartado la idea de verla.
Con todo ello, los primeros minutos del film me atraparon y cautivaron, gracias a grandes interpretaciones, a un humor muy bien llevado y a un planteamiento muy efectivo de la historia. Ese tono del comienzo, que se torna lo más interesante del film, por desgracia se va perdiendo para paulatinamente dejar entrar al componente melodramático. El paso de un tono a otro, que suele ser complicado, no está mal hecho, pues se produce poco a poco y el espectador supongo que en general no tiene problema para saber cómo reaccionar en cada tramo. Pero el hecho en sí de perder la capacidad de ironizar lo que provoca que la película vaya perdiendo fuerza.
Me atrae ese concepto de despegar con un personaje sumamente deprimido para presenciar su recuperación y remontada. Muchas películas han mostrado esa transformación sin siquiera situar este problema psicológico como eje central, sino únicamente para demostrar que la peripecia era tan fantástica que salvaría la vida a cualquiera. En estos casos se suele hacer ver que, si bien las terapias y curaciones habituales no han hecho nada por animar al sujeto, lo que ocurre en el film, aunque nadie pudiese pensar que vaya a ser beneficioso, transforma la vida del personaje. Aquí encuentro todos estos ingredientes, por lo que ‘El castor (The Beaver)’ me satisface en ese sentido. Incluso comulgo con ese castor, que se introduce con dificultad y que en sus primeros segundos camina sobre esa línea tan fina que separa lo que aceptamos de lo que nos resulta ridículo, porque lo entiendo como una «externalización» de lo que está dentro de la mente del protagonista.
¿Cine europeo o americano?
(Posibles spoilers) Sin embargo, un grado de irrealidad, al que se llega por el sobredimensionado de las consecuencias, impide que esa satisfacción sea plena. Podemos creernos, casi como si de una broma se tratase, esa exageración de reflotar la empresa gracias al castor y de que los subordinados no aprovechen esa muestra de locura para desbancarlo y tomar su lugar, de acuerdo. Pero la resolución general a la que se llega, en un momento en el que ya no caben las bromas, es demasiado blanda. El final es tan «americano» —pido disculpas por esta palabra, pero es una expresión, una forma de hablar: sé que en América hay otros países— que malogra todo lo que el film había conseguido hasta ahí.
Es curioso que Foster declarase que había rodado una película muy europea. Supongo que ella, al ver que tenía algo distinto, no ha sabido dónde ubicarlo y se le ha ocurrido esa explicación. O quizá ha sido porque pensaba que en Europa se suelen hacer más films que analizan la psique de los personajes —no habrá visto cine argentino—. La directora parece tratar de justificar, asimismo, los resultados en taquilla, peores de lo esperados, diciendo que se trata de un film raro, distinto, que no es para todo el mundo, con un tono difícil… Si bien acierta en cuanto a la originalidad del tono, me gustaría que tuviese la misma razón al definir el resto de las características de su cinta, pues precisamente su falta de diferenciación con un cine familiar y rancio es que lo que desluce ‘El castor (The Beaver)’.
La subtrama del hijo adolescente (Anton Yelchin) es el peor punto del film. En un primer momento se agradece que haya una historia adicional y parece refrescante que trate sobre jóvenes e incluso que sea el relato de un inadaptado que va consiguiendo contacto humano. Pero más adelante, esta trama se torna aún más exagerada, irreal y melodramática que la de los adultos. Esa «animadora profunda» (Jennifer Lawrence), que necesita expresar la pena por la pérdida de un hermano a través del graffitti es un personaje poco creíble, aparte de cargante, y la forma en la que el chaval la salva —como el castor ha salvado a su padre— también resuena demasiado en lo fantasioso.
Foster y Gibson
Sorprende el papel que Foster se asigna a sí misma, no porque se quede como secundaria, sino por la ínfima importancia que tiene la mujer dentro de la historia. La esposa del hombre es poco más que un cero a la izquierda y, aunque en algún momento protesta por la situación, generalmente la acepta de buen grado de una manera muy poco creíble. Esto parece que se hubiese decidido así para no crear estorbos a la historia, para permitir que el castor ejerza toda su magia. Por lo tanto, la directora se ningunea a ella misma con el propósito de engrandecer la historia que está rodando.
Si Mel Gibson ha interpretado esta película para recuperarse, creo que lo ha logrado, pues todo lo que a él se refiere sí resulta satisfactorio en el film. Es Jodie Foster quien no se ha hecho, a mi parecer, un favor a sí misma. Encarnando al mismo tiempo a Walter y al castor de acento australiano —al cual, por lo visto en los tráilers, no le ha buscado una equivalencia en el doblaje—, cambiando de registro en cuestión de décimas de segundo, demuestra tener una enorme capacidad actoral.
Conclusión
‘El castor (The Beaver)’ es una película bien rodada, en todo lo que se refiere a la cámara, y bien dirigida, en lo que se refiere a actores y forma de orquestar los elementos. Arranca de forma genial y tiene unos momentos muy divertidos en su primera mitad. Kyle Killen, autor del guion, hace un buen trabajo con los diálogos y presentación de la historia y tiene buenas ideas, como las notitas que escribe el hijo para compararse con su padre. Incluso esa voz en off que nos presenta a Walter, recurso que suelo criticar, está resuelta con gracia y provoca un inicio muy poderoso. Y es posible que todo ello ya sea suficiente para que valga la pena verla.
No obstante, según va haciendo acto de presencia el drama, que casi es melodrama, y especialmente cuando llegan las componendas finales tan moralistas y convencionales, se estropea la imagen positiva que había ofrecido hasta entonces. No sé si Foster podría haber llevado la historia por otro camino y haberle dado otro final con el mismo principio, pero al menos tendría que haber explorado la posibilidad.
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