Dice el refranero popular que el cementerio está lleno de valientes. Que se lo digan a Jesse James. O a Andrew Dominik. De momento, el neozelandés ha logrado mantenerse a flote gracias a su última película, ‘Mátalos Suavemente’ (Killing Them Softly, 2012), que afortunadamente para él (y para Brad Pitt, productor de ambas) recuperó la inversión de 15 millones de dólares con la que presupuestaron la adaptación de la novela de George V. Higgins.
Desde entonces han pasado cinco largos años sin nuevos proyectos para Dominik, si obviamos el espléndido documental sobre el dolor de su colega Nick Cave, One More Time with Feeling (2016).
Pero que no cunda el pánico: cinco años pasaron entre su extraordinario western y la última película; y siete entre su debut, la macarra ‘Chopper’ (2000) y la película que ahora nos ocupa. Y hablando de macarradas, ¿qué les pasa a los directores de Oceanía, como Dominik o el John Hillcoat de 'La Propuesta' (The Proposition, 2005) con eso de volar cabezas en primer término? Por cierto, el western aborigen protagonizado por Guy Pearce también cuenta con música de Nick Cave y Warren Ellis.
El paso del tiempo crea leyendas, las hace más fuertes, más creíbles. Los diez años que han pasado desde que asistimos perplejos a ver cómo crecía el jardín de un fatigado bandolero cansado de malvivir han servido para que maduremos. Nosotros, nuestro conocimiento, nuestra paciencia y también las películas que nos han acompañado. Y ‘El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’ ('The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007) ha estado madurando con nosotros.
¿Asesinato o suicidio?
Ciento sesenta minutos. Eso es lo que necesita la película del australiano para contar en imágenes la novela que Ron Hansen escribió en 1983. Lo de Jesse James fue un asesinato premeditado y por la espalda. Un acto de cobardía de un compañero de fatigas con ganas de ser aceptado y querido como el que más. El Judas de la cuadrilla de Jesse (no confundir con Jesús) es ese fan fatal, ese joven que aspira a ocupar el trono del ídolo lo antes posible a cualquier precio, más o menos lo mismo que fue gran parte de la prensa y del público de entonces. “Menuda brasa”, “No pasa nada” o “La fotografía es increíble” fueron las frases más escuchadas durante aquel otoño-invierno de 2007.
Dominik tiene un poco de ambos personajes. Por un lado se muestra incómodo con el western tradicional y arriesga, innova, apoyado en una fotografía demencial, buenísima, de Roger Deakins en Super 35mm y en una banda sonora que Nick Cave y Warren Ellis crean a medida de la historia. Por otro lado, el director quiere ser más de lo que es, quiere aparentar lo más posible: quiere molar.
Pero tranquilos, que de ese problema es plenamente consciente el director. En un momento del tercer acto de la película, uno de los más importantes, el cobarde Bob Ford (Bob, a lo despectivo) recibe un regalo de James: un hermoso revólver que le está grande a todas luces. Al recibirlo, el personaje de Casey Affleck parece definir la película con una sola frase: “¡Es una extravagancia!”
Hugh Ross, ayudante de edición y narrador de la película, habló recientemente sobre el asunto. En un momento de la post-producción, el editor habitual de Steven Spielberg, Michael Kahn, fue contratado por Warner y creó una versión de 110 minutos, casi una hora más corta que el resultado final.
"Honestamente, le pagaron una tonelada de dinero. Y, honestamente, no creo que nadie haya querido ver ese montaje. No fue nada bueno”.
Diez años más tarde, Ross sigue sin saber por qué el estudio no se preocupó por la película y le ofreció más apoyo:
“En Warner únicamente la trataron mal, nunca entendieron lo que tenían. Eso es algo que siempre me ha dejado perplejo porque el guión es una fidelísima adaptación del libro de Ron Hansen, y la película es exactamente ese guión. No sé qué esperaban.”
Ramalazos de género, ramalazos de genio
No hay ninguna duda al respecto de la personalidad de Andrew Dominik en "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”. Formalmente, la película es impecable: la fotografía es inmejorable, la música es maravillosa, el reparto es brillante y la dirección es atrevida.
No hay duda de que estamos ante una obra meticulosa hasta lo enfermizo, pero que por desgracia no es perfecta. El guión, los diálogos que subrayan constantemente la situación, entorpecen la exploración visual de los peligros de la adoración, del legado y la culpabilidad del héroe, de esta historia fatal, triste, sobre la obsesión patológica de un hombre con su ídolo. No olvidemos que Robert Ford es el niño que de mayor quiere ser Jesse James. Literalmente, además.
Durante el primer tercio de película (cincuenta minutazos aproximadamente), asistimos atónitos a una nueva forma de narrar, a una iluminación natural que en sus tomas nocturnas ofrecen algunas de las imágenes más poderosas de los últimos 25 años de cine. Sirva como ejemplo el único asalto a un tren de toda la película.
En esa secuencia nocturna, las únicas luces que iluminan la toma son las lámparas de los personajes y la luz de la locomotora que se aproxima. En un bosque. Por la noche. Y sin ensayar. Las tomas de los bandidos esperando a su presa son casi cine de terror. Como las mudanzas de Jesse James, siempre por la noche para que no sea fácil husmear. Como las mudanzas de los vampiros de ‘Noche de Miedo’ (Fright Night, 1985) o Salem’s Lot.
Y es que hay mucho vampirismo en esta historia. Jesse James deja entrar al calor de su hogar y firma su sentencia de muerte: Bob Ford se alimenta de la vida de los demás y la suya es la más apetitosa para un coleccionista de historias sobre su vida.
Con el cuerpo inerte de James el que en realidad perderá la vida será Ford, que verá como el forajido, en un demencial acto de respeto popular, pasa a ser la leyenda más grande y respetada mientras su asesino, por contra, quedará condenado a repetir infinitas veces ese acto de cobardía, siendo cada vez juzgado por ello.
El comienzo de otra leyenda
El año 2007 fue vital en la carrera de Casey Affleck. Tras unos cuantos años haciéndose hueco en producciones entre colegas como la saga de 'Ocean's 11' (2001 - 2007) o 'Gerry' (2002), el hermano pequeño y rarito de Batman encontraba dos títulos a su altura: este western donde roba vidas y el extraordinario debut de su hermano, 'Adiós pequeña, adiós' (Gone Baby Gone), ambas en el mismo año y que catapultaron al joven Affleck hasta el estrellato que vive en la actualidad gracias a ese recital de cine que es en líneas generales 'Manchester frente al mar' ('Manchester by the sea', 2016).
Por su parte, Andrew Dominik tiene en su punto de mira dos proyectos ridículamente opuestos. Por un lado un biopic ficcionado sobre los años mozos de Marilyn Monroe con la adaptación de Blonde, de Joyce Carol Oates, mientras que lo que parece más inmediato es un film de acción y aventuras sobre los Navy Seal protagonizado por Tom Hardy. Lo cierto es que si con esta última no consigue despuntar en la taquilla es muy posible que el tren del australiano hacia el estrellato haya partido para no volver jamás, aunque tampoco parece que le preocupen demasiado los altares.
¿Y Brad Pitt? Bueno, Brad Pitt sigue siendo Brad Pitt. No olvidemos que sin él esta película no existiría. Ni la siguiente tampoco. Imperfecta, hermosa, sobrecargada y redundante, es una de esas películas que dentro de otros diez años seguirá siendo recordada y analizada. También, probablemente, elevada finalmente a la categoría que merece.
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