Como ya comenté hace unas semanas cuando nos detuvimos en las dos adaptaciones en imagen real que, durante la década de los sesenta, se realizaron sobre Tintín, no eran éstas las primeras que se llevaban a cabo sobre un personaje cuyo potencial cinematográfico no había pasado desapercibido al mundo del séptimo arte. De hecho, apuntaba, la primera adaptación del entrometido periodista, su inseparable perro y ese cascarrabias que es el Capitán Haddock había tenido lugar en 1947 de mano de un pequeño estudio belga que dedicó tiempo y esfuerzos a levantar un encantador filme en blanco y negro animado por stop-motion en el que se adaptaba fielmente 'El cangrejo de las pinzas de oro' y que podéis ver íntegro aquí —aviso, está en francés—.
Podríamos aventurar que este primer contacto del universo de Tintín con el cine de animación fue el que, una década más tarde, animó a los estudios de animación belga Belvision a trasladar, en 1957, diez de los libros de Hergé en una recordadísima serie de 103 episodios de cinco minutos: escritas por Greg, un reconocido guionista de cómic francés que entre sus muchos créditos cuenta con haber sido co-creador junto a Franquin del inolvidable Spirou, dichas adaptaciones se alejaban bastante de los libros originales, cambiando en ocasiones la trama de los álbumes originales por completo.

El éxito que la serie tuvo desde el primer momento, dio ánimos a Belvision para aventurarse en la gran pantalla con un largometraje que, bajo el título 'Tintín en el templo del sol' ('Tintin et le temple du soleil', Eddie Lateste, 1969) era en realidad la adaptación de dos álbumes de Hergé: 'El templo del sol' y 'Las siete bolas de cristal'. Como había sucedido anteriormente en el formato televisivo, Raymond Leblanc, responsable de la productora y editor de 'Le journal de Tintin', dio luz verde a severos cambios de cara al guión definitivo, condensando el segundo libro en los quince primeros minutos de metraje y alterando el orden de ciertos eventos, detalles que sólo los tintinófilos serían capaces de detectar y que, obviamente, no restaron efectividad al éxito en taquilla del filme.
De hecho, el buen funcionamiento del mismo, sería el determinante para que los estudios belgas continuaran insistiendo con el personaje y, tres años después de 'Tintín en el templo del sol', se estrenaría la única historia del personaje no escrita por Hergé y el último filme de Tintín que vería la luz en la gran pantalla en cuarenta años hasta que Peter Jackson y Steven Spielberg se decidieran a rescatarlo con ese primer filme de una prometida, aunque quién sabe si factible, trilogía sobre el personaje del que ya hablaremos llegado el momento.

El que 'Tintín en el lago de los tiburones' ('Tintin et le lac aux requins', Raymond Leblanc, 1972) no se basara en un álbum ya publicado por el creador del personaje fue una medida tomada por Leblanc para evitar los problemas que había acarreado la cinta anterior y, aunque la historia del filme haya llegado a considerarse como parte del canon del personaje y el propio Hergé se mantuviera como moderado supervisor de la producción, la responsabilidad del funcionamiento de ésta volvió a recaer en un guión "completamente" original redactado por Greg.
Y si he entrecomillado "completamente" es porque muchos y bastante evidentes son los préstamos e influencias que podemos encontrar del universo de Tintín —y el de Hergé en términos más generales— a lo largo del metraje, referencias que van desde pequeños detalles extraídos de 'La oreja rota', 'Objetivo: la Luna' o 'El cetro de Ottokar', a momentos concretos extraídos de la propia adaptación que Greg había hecho de 'El asunto Tornasol' para la serie de televisión, hasta llegar a la más evidente de todas, aquella que dirige nuestra mirada hacia una de las aventuras de 'Jo, Zette y Jocko'.

Los personajes, creados por el artista belga en 1936 bajo la petición de un editor que quería para su revista un Tintín con familia (sic), tenían en uno de sus álbumes que enfrentarse a un loco que vivía en una ciudad submarina, encontrando en la cinta elementos directamente apropiados de las páginas aviñetadas como el vehículo anfibio, la escena de los héroes condenados a ahogarse o, evidentemente, el que Niko y Nouchka, los niños que conoce Tintín en el imaginario país de Syldavia donde transcurre la acción, sean las versiones para el filme de Jo y Zette, los hermanos protagonistas del tebeo.
Tomando como villano a uno de los "malos" más carismáticos de la galería de Tintín, el megalómano Roberto Rastapopoulos que fuera introducido por Hergé en 'Los cigarros del faraón', la trama de 'Tintín en el lago de los tiburones' envuelve a un experimento del profesor Tornasol capaz de hacer copias exactas de objetos y a las ansias del citado villano de poseer la tecnología que le permitirá cumplir el objetivo de poner el mundo a sus pies.

Con claras referencias también a los filmes clásicos de James Bond —la forma de mantener el anonimato de Rastapopoulos es muy similar a la utilizada en las cintas de 007 con el enigmático líder de Spectra—, por más que Greg intenta en todo momento mantenerse fiel al espíritu del personaje, y aunque la animación de la cinta se ajusta de forma milimétrica a los diseños de personajes de Hergé, algo le falta a 'Tintín en el lago de los tiburones' para poder capturar de forma plena las sensaciones que uno tiene cuando lee cualquier álbum de Tintín, un algo elusivo que quizás tenga que ver con el cambio de formato o, de forma mucho más probable, con el hecho de que las aventuras originales son inimitables.
Poco importó esto de todas formas al público de la época, consiguiendo la cinta colocarse la tercera en la taquilla belga por detrás de 'El padrino' ('The Godfather', Francis Ford Coppola, 1972) y 'La naranja mecánica' ('A Clockwork Orange', Stanley Kubrick, 1972), un éxito que hizo que Raymond Leblanc declarara a un periodista americano que "ya hay un segundo estudio en el mundo capaz de producir largometrajes de animación aparte de Disney" pero que, en última instancia, no serviría para continuar con las aventuras de Tintín en la gran pantalla.
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walsh
El estilo de dibujo y narración de los álbumes de Tintín es básicamente adulto, sobretodo a medida que Hergé fue publicando títulos. Aventuras adultas pero con delimitaciones muy estudiadas para hacerlas aptas para todos los públicos: sin sexo, sin vicios o malos hábitos, más allá de las visiones más simplistas que los "malos" puedan tener, como una esquemática avaricia o desmesurado deseo de poseer.
Tintín representa la justícia, y para ello el personaje es despojado de cualquier maldad y sumergido en las más contagiosas aventuras, llenas de luz, en localizaciones mágicas e incluso llenas de glamour.
Traducir eso en animación es un reto dificilmente alcanzable, sobretodo porque el encanto de los libros se situaba en cualquiera de sus viñetas, donde el tiempo es flexible, donde la lectura puede ser de un segundo o demorarse indefinidamente en su amor por el detalle, la tipografía, el diseño industrial o la naturaleza más poderosa.
El filme de Spielberg y su técnica 3D me pareció la adaptación más acertada hasta la fecha, habiéndose visto los resultados de la animación tradicional y la imagen real, y demostrando que la adaptación 3D del mundo de Tintín captaba la esencia del dibujo hiperlimpio de su autor.
Por eso, si hay nuevo film de Tintín, deberían ser valientes y encontrar momentos para ralentizar el ritmo, aportando cierta paz y quietud para poder disfrutar de esa visión del mundo tan particular, donde la belleza cobraba vida, sin prisa, a través de innumerables detalles cuidadosamente reproducidos.
Lindsay Lohan
Yo quería que hablases de Astérix, me gusta más Astérix... ¿qué tienes contra Astérix?... (ToT)
cercei
Los cambios en el Templo del Sol me escuecen cada vez que pienso en ellos. El Lago no la he visto. Probablemente que no tenga un original con la que compararse sea un plus, pero vista la infantilización de las otras dos, me espero lo peor.
Cercei