Comentaba la semana pasada en estos mismos renglones de la entrada correspondiente a 'Juez Dredd' ('Judge Dredd', Danny Cannon, 1995) —una entrada que dejó claro que Stallone es una entidad intocable para muchos de vosotros, y que los conocimientos cinematográficos no están para nada reñidos con la educación y las buenas maneras— que, empezando por la cinta sobre el implacable juez de Mega City-One, teníamos por delante tres citas más con el cómic británico en la gran pantalla que iban a poner de relieve el "maltrato" que el séptimo arte ha ejercido sobre los títulos producidos en Reino Unido.
Y si la película de Cannon podía resultar hasta simpática si se la mira con ojos poco exigentes o dispuestos a echar un rato de risas en compañía de "los colegas", lo que hoy nos encontramos es uno de esos títulos que, siguiendo con las expresiones coloquiales, "no hay por donde cogerlo" y que trabaja de forma intensa para hacerse un hueco en un hipotético Top10 de las peores adaptaciones de cómic que, puede que sí, puede que no, elabore una vez haya dado por finalizado este especial de Cómic en el cine.
'Tank Girl', el cómic
Tan fundamental para conocer lo que el cómic británico desarrolló entre finales de los ochenta y principios de los noventa como lo habían sido anteriormente Juez Dredd, Rogue Trooper o cualquiera de los personajes aparecidos en las páginas de ’2000 A.D’, ‘Tank Girl’ es uno de esos títulos que siempre salen a colación a la hora de citar aquellos cómics cuya presencia en el panorama de publicación de nuestro país ha sido, cuanto menos, escasita.
Creación de Alan Martin al guión y Jamie Hewlett —fundador del proyecto musical Gorillaz— a los lápices, ‘Tank Girl’ ya había conocido algo más de cuatro decenas de historias cuando el cine se interesó por el personaje y lo terminó adaptando a 24 fotogramas por segundo, momento que los creadores de la irreverente joven aprovecharon para llegar un acuerdo con DC según el cual se publicarían tres miniseries de cuatro números bajo el sello Vertigo, el mismo bajo el que se publicó la archiconocida 'Sandman' de Neil Gaiman.
Hasta entonces, lo que 'Tank Girl' ofrece, y lo ofrece a manos llenas, es diversión a raudales y, a ser posible, hacer reír a mandíbula batiente, objetivos ambos que se cumplen de sobra por mano de unos personajes carismáticos a más no poder —y no sólo Tank Girl, sino todo el elenco sin excepción—, por una acción que nunca es previsible, por unos diálogos tan afilados que hay que tener cuidado a la hora de pasar las páginas y por ese recurso, utilizado aquí de forma espléndida, que es romper la cuarta pared, hablando la protagonista de forma directa con el lector para hacerlo partícipe pleno de sus desopilantes correrías.
'Tank Girl', tanto va el cántaro a la fuente...
Productora de dos de los títulos menos polémicos de John Waters, de la tercera y cuarta entregas de la saga de Freddy Kruger y artífice directo tras las cámaras de ese esperpento en 3-D tradicional —el de las gafas azules y rojas— que fue 'Pesadilla final: la muerte de Freddy' ('Freddy's Dead: The Final Nightmare', Rachel Talalay, 1991), creo que no hace falta ser un lince para darse cuenta de que el currículo de Rachel Talalay, la directora del filme que hoy nos ocupa, no era el de una cineasta que tuviera el potencial suficiente para haber conseguido sacar algo en claro de la adaptación cinematográfica de 'Tank Girl' (id, 1995), un filme que, financiado con 25 millones de dólares, se hundió estrepitosamente en la taquilla americana al no conseguir amasar ni 5.
Cuentan que Talalay era ferviente admiradora del personaje desde que su padrastro —el marido de su madre, no esa porción de piel tan molesta que crece junto a las uñas...aunque vaya usted a saber viendo lo visto— le regalara un número años atrás por Navidades y que, llevada por esa desmedida pasión por el cómic de Martin y Hewlett, estaba dispuesta a rodar la 'ultimate grrrrrl movie', un juego de palabras intraducible en el que la onomatopeya intermedia se asocia con la pronunciación inglesa de chica (girl) y que deja muy claro que las intenciones de la realizadora para con esta producción querían gritar, ante todo, ¡¡originalidad!!
Tanto es así, que durante los esperpénticos 104 minutos a lo largo de los cuáles se prolonga esta sesión de tortura cinematográfica que es 'Tank Girl', se dan cita tal cantidad de recursos narrativos y estílisticos que, como bien dijo el desaparecido Roger Ebert en su momento "a la cinta lo único que le falta es 3-D y Odorama": queriendo abarcar mucho más de lo que el paladar del cinéfilo medio puede llegar a degustar, la cinta de Talalay es una constante carrera para meter con calzador y de forma apresurada todo lo que se le ocurre a la cineasta para dar la sensación de estar leyendo un cómic en imágenes en movimiento, no siendo consciente la responsable de tamaño desaguisado que por mucho que las unan incuestionables parámetros, las necesidades narrativas de las disciplinas del cine y los tebeos son completamente diferentes, y lo que funciona para uno no tiene que funcionar para el otro.
Presa de un ritmo frenético espoleado por esa fuerza de la naturaleza que es la verborrea verbal de Lori Petty, y con un guión que, resumible en poco más de una línea, juega a prolongar la acción más de lo debido para así justificar todas las patochadas que le van sucediendo a la protagonista, no todo es, no obstante, puro deshecho fílmico en este despropósito constante que es 'Tank Girl', y ahí está la siempre agradecida presencia de Malcolm McDowell o la labor de Stan Winston al frente del maquillaje prostético de los Rippers, una suerte de perro mezclado con canguro y humano que, parecen directamente sacados del cómic —por más que en éste fueran unos canguros mutados, no lo que aquí podemos ver.
Con tan sólo esas dos balsas de salvación —la participación de Naomi Watts es tan anecdótica como insulsa— entre tan tormentoso paisaje, no es de extrañar no sólo que la cinta fuera un fracaso de esos cuyo eco aún puede escucharse en la quietud de la noche, sino que, llegado el momento, la contrapartida aviñetada del filme no tuviera reparos en airear alguna que otra lindeza en contra suya. A fin de cuentas, tomarse ésto como una desproporcionada broma es la única manera posible de sobrevivir intactos al envite constante contra la inteligencia y la sensibilidad que es 'Tank Girl', y aún así, nadie garantiza que salgamos indemnes de la experiencia.
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