La clara impresión que 'Gru. Mi villano favorito' ('Despicable Me', Pierre Coffin, Chris Renaud, 2010) dejaba tanto en servidor como en, supongo, la gran mayoría de los millones de espectadores que acudieron en masa a convertirla en el categórico éxito de taquilla que fue —251 millones en Estados Unidos y 543 a nivel mundial para 69 de presupuesto la colocaron en el séptimo puesto de las que más capital amasaron durante 2010—, era que al margen de la enternecedora historia central y el incuestionable carisma del Gru "interpretado" por Steve Carell lo mejor del filme eran los minions.
Los esbirros amarillos sin pelo y con esa particular forma de hablar que no dejaba entender nada pero se hacía comprender a la perfección se comían la función cada vez que aparecían en pantalla. Un tiempo éste que, brevísimo a todas luces, dejaba con ganas de más gamberradas de los inefables ayudantes del villano protagonista. Aumentado su protagonismo en el filme que ahora nos ocupa, será no obstante con el estreno de hoy de 'Los Minions' ('The Minions', Kyle Balda, Pierre Coffin, 2015) cuando por fin podamos comprobar en todo su esplendor si son capaces de sostener por sí sólos el peso de 90 minutos de metraje.
Pero mientras esperamos las horas para pasar el que sin duda será uno de los ratos más divertidos que podremos gastar en un cine este verano —sino el que más— volvemos en Cine en el salón a insistir en mirar hacia atrás y traeros, bien algún producto relacionado con la producción en cuestión ya sea por via del director, ya por mano de otras disquisiciones; bien, como es el caso, alguna entrega anterior de la franquicia de turno. Y si aquí hubiera sido lógico pensar que nuestra mirada se hubiera dirigido a la cinta que lo empezó todo hace cinco años, he preferido optar por su secuela debido a, como decía antes, el mayor protagonismo que en ella tienen estos adorables "bichitos" amarillos.
'Gru 2. Mi villano favorito', no mucho más grande, pero sí mejor
Sin acotar la afirmación más de lo necesario, creo que no es ninguna exageración aseverar que 'Gru 2. Mi villano favorito' ('Despicable Me 2', Pierre Coffin, Chris Renaud, 2013) es uno de esos filmes que se une al poco nutrido grupo de secuelas que superan a su primera parte...aunque sólo sea por un par de cabezas. Un logro muy estimable teniendo en cuenta que 'Gru...' no dejaba ningún fleco argumental suelto, limitando a pocas o ninguna las opciones a una secuela que pudiera explorar aún más la idea de un súper villano que se redime cuando encuentra la horma de su zapato en tres huérfanas que ven en él lo que nunca nadie ha visto, el potencial para ser padre.
Cerrado de forma más o menos completa todo lo que podía competer a esa línea temática, Cinco Paul y Ken Daurio, los guionistas de la cinta original, reinventan la rueda para dar con un libreto que, de repente, convierte a Gru en el centro de una trama de espionaje internacional cuando la Liga Anti Villanos lo reclute para dar con el malvado que se ha hecho con un producto de ingeniería genética capaz de convertir a cualquier ser vivo en una máquina de matar despiadada y sin capacidad de raciocinio.
Si a esa fórmula añadimos un interés romántico en forma de una eficiente aunque algo alocada agente de la citada Liga, y completamos la receta con un considerable puñado de escenas con los minions como protagonistas absolutos que, con cierta incidencia en el transcurso de la trama se siguen haciendo fuertes en su gran sentido del absurdo y en el slapstick como mejor manera de arrancar risas al espectador, lo que obtenemos era lo que comentaba más arriba, una secuela que supera a la original y que no da descanso en su hora y media de metraje.
Vista en versión original para apreciar, ya no la labor de Carrell, sino la de Benjamin Bratt como "El Macho" —lo mejor de la película junto a los minions—, y por más que la trama que envuelve a éste último sea tanto o más absurda que los sketches de los esbirros de Gru, que 'Gru 2. Mi villano favorito" es una de esas producciones que sabe hacer pasar un rato más que entretenido a pequeños y mayores y que, en lo técnico, cuenta con un ritmo narrativo incesante y una dirección resultona, una animación que continua explorando el personal estilo de su antecesora y una partitura de Henry Jackman que, sin ser brillante, al menos no es un cúmulo de ruidos carentes de personalidad.
Ahora bien, más allá de cualquier valoración puramente cinematográfica, lo que está muy claro es que, ciñéndonos a los números, la operación de la secuela le salió a Universal e Illumination Studios REDONDA: 76 millones de presupuesto —increíble que no se dejaran llevar por el éxito e invirtieran, como suele ser común, el doble de dinero que en la primera—, 368 de recaudación en U.S.A, 970 mundial y cuarta película más taquillera del 2013. Vamos, que a poco que el spin-off funcione —y todo apunta a que lo hará—, que nadie se extrañe si terminamos teniendo minions hasta en la sopa.
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