Resulta cuanto menos paradigmático de lo que podremos ver durante las próximas semanas en este ciclo que, tras haber tras haber transitado por la década de los setenta por un buen puñado de filmes de esos que podrían considerarse como ciencia-ficción dura —y el primero que se me viene a la cabeza es la increíble 'Solaris' (‘Solyaris’, Andrei Tarkovsky, 1972)—, comencemos hoy la de los ochenta en las antípodas de dicha vertiente del género con un filme cutre y casposo a manos llenas que, no obstante, cuenta en su haber con al menos tres nombres que son determinantes a la hora de hablar de la historia del séptimo arte.
Surgida a raíz de la masiva influencia que ejerció en la ciencia-ficción y el cine fantástico cierta space opera firmada por George Lucas, 'Los 7 magníficos del espacio' ('Battle Beyond the Stars', Jimmy T. Murakami, 1980) no es más que una reimplementación "galáctica" tanto de 'Los siete samuráis' ('Shichinin no samurai', Akira Kurosawa, 1954) como, sobre todo, del remake en clave de western que el cine estadounidense había hecho de la obra maestra del cineasta nipón con la no menos espectacular 'Los siete magníficos' ('The Magnificent Seven', John Sturges, 1960)
Cameron, Corman y Horner
Decía dos párrafos más arriba que la producción de este filme de marcado talante de serie B venía apadrinada en diversos departamentos por tres nombres que forman parte ineludible de la historia del cine: Roger Corman, James Cameron y James Horner. Al primero, obviamente, le debemos la producción de una cinta que se acopla a la perfección a los patrones que dictaron muchas de los títulos amparados bajo su febril actividad, esto es, aprovechar el tirón comercial de cualquier producción que se le pusiera a tiro para intentar subirse al carro y sacar tajada en taquilla.
Fórmula que le funcionó al mítico productor a ratos sí, a ratos no, y que aquí pareció dar en el clavo —el filme recaudó unos 11 millones de dólares para los 2 que supusieron costearlo—, lo que realmente resulta interesante de 'Los 7 magníficos del espacio' es la implicación del director de 'Avatar' (id, James Cameron, 2009) y el compositor de 'Braveheart' (id, Mel Gibson, 1995) en tan esperpéntico título. El futuro cineasta rompetaquillas llevaba ya cierto tiempo trabajando en los talleres de producción artística de Corman cuando éste le dió la oportunidad de encargarse de los efectos visuales del presente filme.
Y lo cierto es que, aún considerando tanto los treinta y cinco años que nos separan de la cinta como el hecho de estar rodada con "dos dólares mal contados", el trabajo de Cameron es digno de encomio, desarrollando un trabajo en el diseño de producción que saca el máximo partido a los paupérrimos medios a su alcance aunque ello signifique, qué sé yo, que en la secuencia de la estación espacial podamos ver cartones de huevos en las paredes o que, atendiendo al diseño de las naves espaciales, la que tiene mayor protagonismo no sea más que el cuerpo de una mujer, senos incluidos —sic—.
En lo que a Horner respecta, no debería extrañar a nadie verlo implicado aquí por cuanto todo el primer tramo de su trayectoria hasta que consiguió embarcarse a bordo de la Enterprise, lo pasó bien amparado por la factoría Corman en producciones como 'La dama de rojo' ('The Lady in Red', Lewis Teague, 1979) o 'Humanoides del abismo' ('Humanoids from the Deep', Barbara Peeters, 1980), bien en cintas de similar talante como 'La mano' ('The Hand', Oliver Stone, 1981), 'Lobos humanos' ('Wolfen', Michael Wadleigh, 1981) o 'Bendición mortal' ('Deadly Blessing', Wes Craven, 1981).
Lo que aquí ofrece el compositor en ciernes es, no obstante, un repertorio precursor de las sonoridades más típicas que podremos encontrar, por ejemplo, a lo largo y ancho de su producción ochentera adscrita al género fantástico. No debería extrañar pues que, ya el tema principal, ya los correspondientes a las secuencias de acción suenen a otras cintas posteriores de mayor lustre como las segunda y tercera entregas del universo trekker o esa 'Krull' (id, Peter Yates, 1983) que sigue suponiendo uno de los pináculos de su trabajo tras los pentagramas.
'Los 7 magníficos del espacio', batiburrillo infumable
Desafortunadamente, la inclusión de Cameron y Horner no es suficiente para aportar empaque a un filme que se mueve entre lo infumable y lo casposo. Vale que sea plenamente consciente de ello y que, en ese esfuerzo por no tomarse en seria a sí misma en ningún momento —repito, ¡¡una nave con tetas!!— tendría que haber llegado a ser un divertimento que provocase la risa continuada. Pero no es así: 'Los 7 magníficos del espacio' es una cinta en la que los únicos momentos de supuesto humor se los debemos a George Peppard, en incluso éstos son de un desangelado que asusta, quedando todo lo demás en una tierra de nadie entre la seriedad y la comedia mal entendida que, huelga decir, no hace reír ni a la de tres.
Desaprovechando pues el potencial que tenía para ser recordada como una sátira bien planteada de los mecanismos que habían hecho de 'La guerra de las galaxias' ('Star Wars', George Lucas, 1977) el gargantuesco éxito que había sido tres años atrás, el guión de John Sayles —mutilado sin miramientos durante toda la producción— queda como un esfuerzo tontorrón, despersonalizado y carente de carisma al que nada ayudan, ni la desangelada dirección de Murakami, que repite planos y planos con el mismo encuadre de las naves hasta agotar, ni nombres como Robert Vaughn, ese villano de opereta que encarna John Saxon —y no hablemos ya de sus lamentables secuaces, que dan vergüenza ajena—, el citado George Peppard o, qué diantres, esa valkiria espacial que encarna la neumática Sybill Danning para cubrir la cuota de hormonas masculinas.
En definitiva, y por más que con el paso de los años haya adquirido cierto halo de culto —más por quién viene apadrinada que por algún valor específico—, 'Los 7 magníficos del espacio' sólo sirve, como apuntaba al comienzo, para poner en perspectiva un muy importante sesgo de los derroteros por los que la ciencia-ficción se moverá durante los diez años que hoy comenzamos a repasar. Una década que dará para muchos y muy importantes títulos del género pero que, al tiempo, también se encuentra plagada de subproductos que ya habían quedado obsoletos minutos después de estrenarse.
Ver 15 comentarios
15 comentarios
filmman
A programa doble tira. Y un tanto cutre y casposilla en serie B es, cierto. ¿Pero tanto como infumable...?; no poca gente conozco que le tiene devoción :) Serán cosas de los recuerdos adolescentes, o que conozco gente raruna, que ya podría ser :)
multifilm
Este tipo de cintas cutrescas tienen su magia, escondida y muy profundas pero uno les coge cierto cariño, sabiendo el resultado que le espera :)
eugeni.u
Lo confieso: guilty pleasure
La vi de niño (10 años) en el cine
Me emocione y flipé como lo que era, un enano
Por supuesto, no me molestaré en intentar revisarla
dmortimer
De los ochenta recuerdo una especialmente mala llamada Creature, con Klaus Kinski.
Esta, la verdad, y dentro de lo que cabe, tiene buena pinta!
yussufjones
No me esperaba que incluyerais esta en el ciclo, chapeau.
Que conste que niego la mayor, me parece una película perfecta para difrutar con los colegas y unas birras...
Las incursiones en la serie B de Murakami me parecen cojonudas en su condición de subproducto de derribo, con todos los elementos necesarios para su disfrute por los que nos tragamos estas cosas. Desde el diseño, los absurdos personajes con sus sonrojantes dialogos, esa falta de complejos...
'Humanoides del abismo' también me parece uno de esos placeres culpables que un seguidor de la serie B no deberia perderse.
Alex Miranda
Al leer esta crítica me vino a la memoria una película de ciencia ficción de los ochentas que en su momento me pareció divertidísima, "The Ice Pirates" .Me preguntó si hablarás de ella en este especial.
oaxaco2004
Hablando de estas peliculas, hay una de estos años que no recuerdo como se llama, donde la nave espacial del protagonista si no mal recuerdo tenia forma de alce, y habia un personaje que mas bien eran como 5, pero que movimiento que hacia uno lo hacian los otros cuatro exactamente igual.