‘El monstruo magnético’ (‘The Magnetic Monster’, Curt Siodmak, 1953) es, irónicamente, la película más conocida por parte de Curt Siodmak como director. Es así porque en realidad la mayor parte del metraje fue filmado por Herbert L. Strock, director de algunas monsters movies de los años cincuenta y experto montador, razón por la que el productor le contrató. Strock no está acreditado como director, sí Siodmak, probablemente por “fama”.
Una fama que le venía, sin duda, del prestigio obtenido por su labor como guionista, mucho mejor que director. Películas tan importantes como ‘Yo anduve con un zombie’ (‘I Walked With a Zombie’, Jacques Tourneur, 1943), ‘La mansión de Frankenstein’ (‘House of Frankenstein’, Erle C. Kenton, 1944) o ‘La bestia con cinco dedos’ (‘The Beast With Five Fingers’, Robert Florey, 1946) tienen al hermano del gran Robert Siodmak como guionista. ‘El monstruo magnético’ es una de las más originales cintas de la vasta producción que se realizó en los años cincuenta.
Una de las cosas que diferencia al film de muchas coetáneas parecidas, es que el “monstruo” a vencer no posee un físico determinado, o sea, no es ni un hombre-lobo, ni un vampiro, ni un monstruo de las nieves, ni ningún bicho venido del espacio exterior, o surgido de las profundidades de nuestro planeta. Aquí nos encontramos con un muy resistente isótopo radioactivo que cada once horas dobla su tamaño debido a haber sido bombardeado con partículas alfa. Cada vez que se produce ese cambio físico se desprende una gran energía magnética, por lo que el peligro que corre el planeta será cada vez mayor.
Suspense y emoción
Richard Carlson, que con esta película empezó a adentrarse en el género de la ciencia-ficción, da vida a uno de los A-Men –atención al nombre, prácticamente igual que la que concluye todas las oraciones religiosas−, un grupo que se dedica a investigar, e intentar solucionar, todos los imprevistos científicos de este estilo. Gran parte de la película parece un documento de investigación, con muy adecuadas notas de suspense, sobre los métodos que dicho grupo realiza para la OSI, oficina de investigación científica. El film avanza desde esa investigación hacia una película de catástrofe pura y dura.
La ausencia de datos durante su primera media hora, aquella en la que se investiga sobre los extraños sucesos acaecidos en una tienda de electrodomésticos, llega para captar el interés, que nunca decae. Detalles tan ingeniosos como tirar la techo varios tornillos y tuercas, descubriendo así que en el piso de arriba está el centro de la fuerza magnética, o el cambio de plano a un avión en el que viaja un conocido científico con su peligroso experimento, son muestras de una inspirada narración que hermana texto e imagen de forma inesperada.
Una hora y cuarto de puro entretenimiento, con escenas familiares, llámense de descanso, incluidas. Llama poderosamente la atención el tramo final, que transcurre en una base oculta en Nueva Escocia, y que parte de su metraje está recogido de la cinta alemana de ciencia-ficción ‘Oro’ (‘Gold’, Karl Hartl, 1932), mezclado éste sabiamente con las angustiosas escenas finales, con una muy inteligente utilización del fuera de campo –esos objetos primero imantados sobre las puertas para luego caerse−. Sobria y efectiva.
Ver 1 comentarios