Al 50%. Así es como acudía hace dos viernes al estreno de 'Chappie' (id, Neill Blomkamp, 2015). De una parte, y derivada no cabe duda tanto de los dos espléndidos tráilers que había visto como del hecho de que el cineasta sudafricano pareciera "volver a sus orígenes", albergaba la fuerte esperanza de volver a encontrarme con el director que tanto sorprendió a propios y y extraños con ese categórica muestra de buen cine de ciencia-ficción y acción que fue su ópera prima, la estupenda 'Distrito 9' ('District 9', Neill Blomkamp, 2009), un filme que, en según qué aspectos, va ganando con el paso del tiempo.
De la otra, no obstante, pesaba —y mucho—, su segunda incursión en la gran pantalla. Una 'Elysium' (id, Neill Blomkamp, 2013) sobre la que me despaché a gusto en su momento y acerca de la cual un segundo visionado no cambió la pobre percepción con la que salí del cine allá por agosto de hace dos años. Es más, si para algo servía esa segunda oportunidad era para poner aún más de relieve lo endeble de la cinta protagonizada por Matt Damon y lo poco que su componente visual y Sharlto Copley podían hacer por salvarla del desastre que terminaba siendo.
Lamentablemente, 'Chappie' termina abrazando con inusitada algarabía las impresiones negativas previas y se convierte, por muchos méritos que comentaremos de aquí en adelante, en lo peor que servidor ha tenido el disgusto de ver en lo que llevamos de año: vale que no hayan transcurrido ni tres meses de este 2015, pero de todo aquello que hasta ahora he acudido al cine a visionar sólo la plúmbea e inane 'Into the Woods' (id, Rob Marshall, 2014) se acerca al tedio y el sopor que provoca un filme que, ante todo, equivoca su tono e incurre en unos problemas de definición de personajes que resultan, como poco, sorprendentes.
Con la indefinición por norma
Si hay algo que resulta extremadamente llamativo llegado el momento es que Blomkamp, que vuelve aquí a unir fuerzas con Terri Tatchell —con la que ya colaboró en la redacción del guión de 'Distrito 9'—, no logre que el espectador sienta cercano al personaje central de la película, ese robot con mentalidad infantil que es el Chappie que da nombre al filme y que sale muy mal parado en la comparación con otras inteligencias artificiales cinematográficas como, qué sé yo, el Número 5 de 'Cortocircuito' ('Short Circuit', John Badham, 1986), el Sonny de 'Yo, robot' ('I, Robot', Alex Proyas, 2004) o el Robby de 'Planeta prohibido' ('Forbidden Planet', Fred M. Wilcox, 1956).
Tal falla, de todo punto imperdonable cuando el androide es la figura central alrededor de la cual orbita toda la trama, es como un tumor maligno que va metastatizándose conforme avanza la acción y termina convirtiéndose en un cáncer agresivo que afecta al resto de un reparto que se mueve entre la completa y total indefinición o, peor aún, raya en un nivel de concreción que acerca a la producción a los postulados de la serie B menos recomendable, esa sobre la que no puede decirse que "de mala que es, resulta hasta buena" y que, desgraciadamente, ni siquiera llega a convertirse en ese agradecido tipo de producciones que podríamos tachar de comedias no-intencionales.
A esa afección que se deriva de forma directa de unos diálogos poco o nada creíbles —por no decir estúpidos por momentos— mucho contribuye el sexteto de personajes humanos que acompaña a Chappie. Un grupo perfectamente divisible en dos tríos que oscilan entre lo erróneo y lo esperpéntico. Al primer epíteto se aferran ese horrible y sobreactuado ¿villano? que encarna Hugh Jackman, un Dev Patel que no hay quien se crea como lumbrera de la robótica y, sobre todo, una Sigourney Weaver que tiene tres escenas mal contadas y que aparece sólo para constatar lo completamente inservible de su personaje.
'Chappie', de vergüenza ajena
Ahora bien, es al segundo de los calificativos al que le debemos los mayores momentos de insustancialidad, sordidez y poca gracia que acarrea la cinta. Interpretados por Ninja —¿cómo tomarse en serio a un actor que se llama así?—, Yolandi Visser y Jose Pablo Cantillo, el terceto que acoge a Chappie y lo educa en la ley de la calle para que se comporte como un gangsta cualquiera es el que provoca que, en no pocas ocasiones, giremos de forma involuntaria la cabeza para evitar tener que asistir al penoso espectáculo del que son centro. Y no hace falta poner ningún ejemplo de ello, cualquiera de las escenas en las que aparecen son sobrada muestra de que, en lo que a elecciones de reparto se refiere, 'Chappie' ha jugado a la baza perdedora.
Una baza que, en última instancia, es la que afecta también a la estrambótica e irregular partitura compuesta por Hans Zimmer y agregados —con sonoridades electrónicas que acercan al teutón a los comienzos de su andadura cinematográfica y que alterna momentos estupendos con otros de dura audición— y que ni la dirección de Blomkamp ni la espectacular magnitud de los efectos visuales consigue contrarrestar: y si los segundos vuelven a sorprender como el aspecto más cuidado y perfecto de una cinta firmada por el sudafricano, es la puntual brillantez del primero la que nos hace desear que para futuras incursiones fílmicas, el cineasta logré encontrar a un guionista a la altura de sus innegables talentos tras el objetivo.
Porque, en lo que al libreto respecta, un análisis somero y a vuelapluma del mismo apuntaría a que, partiendo de una idea más o menos efectiva —que, no obstante, parece mezclar la arriba citada 'Cortocircuito' con 'Robocop' (id, Paul Verhoeven, 1986)— a lo que asistimos durante las dos horas de proyección es a un batiburrillo más o menos inconexo que parece más un enorme monstruo de Frankenstein cosido de retales de aquí y allá que un conjunto cohesionado que, a la postre, destile reflexiones válidas acerca del mal uso de las inteligencias artificiales.
De hecho, es la pobre concreción de la historia la que plantea no pocas dudas de cara a que Blomkamp sea el encargado de llevar a buen puerto esa quinta secuela de 'Alien, el octavo pasajero' ('Alien', Ridley Scott, 1979) que la Fox ponía en el fast-track de pre-producción hace pocas semanas. Unas dudas que unidas al mal funcionamiento en taquilla de la cinta que hoy ha ocupado nuestro tiempo —y que quedan algo mitigadas por las potenciales opciones hacia las que parece querer encaminarse el cineasta— podrían terminar desencadenando su eventual sustitución. ¿Lo creéis plausible?
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