El espectador no necesariamente obsesionado con el universo compartido por las distintas ficciones de Stephen King y que a menudo tiene a Castle Rock como núcleo puede navegar por los primeros episodios de esta serie y pensar que tampoco había para tanto. Hay elementos kingianos, especialmente en la tipología de personajes y situaciones, pero pocos guiños directos.
En un primer rápido vistazo: elecciones de casting (Sissy Spaceck, la 'Carrie' original), algún guiño chocante (un personaje se llama Jackie Torrance, como la familia de 'El resplandor', lo que no tiene demasiado sentido) y por supuesto, la prisión de Shawshank, donde se ambienta 'Cadena perpetua' (The Shawshank Redemption'), y mencionada en decenas de relatos de King. Está la propia presencia de Castle Rock, claro, y guiños de pasada a 'Cujo', 'La tienda' ('Needful Things'), 'La zona muerta' ('The Dead Zone')...
Esa sensación de que 'Castle Rock' ha dejado pasar la oportunidad de convertirse en una enciclopedia de guiños (oficiales, por una vez, se supone que porque 'Stranger Things' ya agotó los no-oficiales) se disipa por completo a partir del segundo episodio, cuando aparece por primera vez la cabecera, y se despliega ante el espectador una monstruosa avalancha de referencias. El resplandor' (con una referencia rarísima a la película de Kubrick que da a entender... ¿un multiverso King?), 'Misery', 'Salem's Lot', e incluso se ve un mapa donde aparecen otras ciudades ficticias de King: Derry, Haven, Little Tall Island...
Una revisión mas atenta de los episodios revelará entonces todo un entramado de referencias al universo compartido de Stephen King ambientado en Castle Rock y alrededores (es decir, casi todo desde hace bastantes años). La lista es interminable: 'La tienda' (este está claro: el sheriff allí está retirado y tiene cierto protagonismo aquí), 'Cementerio de animales', 'Cujo'... Tiene sentido: la serie arranca con el descubrimiento de un joven casi mudo (Bill Skarsgård, el nuevo Pennywise, otro guiño con retranca) confinado en un sótano de Shawshank a manos del recién fallecido alcaide de la prisión, que lleva años convencido (se lo dice Dios, nada menos) de que Castle Rock es un receptáculo del Mal.
'Castle Rock': donde viven las pesadillas
Pero un resplandeciente (perdón) catálogo de guiños corre el peligro de quedarse sencillamente en una complaciente página de la Wikipedia. Gracias a la intervención de J.J. Abrams en calidad de productor, 'Castle Rock' toma forma como otra cosa: un misterio que indiscutiblemente bebe de los mimbres fundados por 'Lost', su creación aún hoy más popular, pero también y sobre todo de ficciones actuales como 'Westworld', con su misterio global que se ramifica en pequeños enigmas y la abundancia, a veces voluntariamente confusa, de saltos en el tiempo y flashbacks.
'Castle Rock', en cualquier caso, no juega al despiste de forma tan agresiva como la a veces ininteligible serie de HBO. Aquí tenemos a Henry Deaver, un personaje que da cohesión a todos los acertijos, y significativamente es un observador exterior, un antiguo habitante de la ciudad con su propio pasado enigmático que vuelve debido a los extraños sucesos acontecidos en Shawshank. Lo interpreta André Holland ('Moonlight'), que sabe darle el adecuado toque de estupefacción y sorpresa, pero también un aire de pesimismo y resignación porque, bueno, estamos en Castle Rock.
En el par de episodios que hemos visto para juzgar si la serie tiene unas bases sólidas nos encontramos con el temor de costumbre, tan tristemente habitual: 'Castle Rock' tiene ante sí (y alardea de ello todo lo que puede) la compleja tarea de dar sentido a un universo de ficción que no se ha construido de forma racional, sino más bien como una serie de guiños literarios que se han salido de madre con el paso de los años. Cohesionar todo ello e intentar que funcione como respuesta a un nuevo misterio puede ser un hueso duro de tragar.
Sin embargo, hay multitud de elementos con los que 'Castle Rock' hace malabarismos de la forma adecuada: trabaja desde el primer momento en construir uuna atmósfera opresiva, con un aire de condenación inevitable, que hace mucho por transmitir esa sensación de que sí, en efecto, algo pasa en Castle Rock y está más allá de las palabras. Y al final, ese será el gran hallazgo de la serie, si es que consigue estar a la altura de las espectativas.
La dosificación del suspense de Abrams puede parecer opuesta a la de King, un autor muy poco amigo de los subterfugios y de alargar los enigmas más de lo necesario, pero parecen haber encontrado un estimable punto de encuentro en la avalancha de guiños, algunos tan peliagudos como el traje rojo de la nueva alcaide de Shawshank o la devoción por los calmantes de Molly Strand, easter eggs para muy cafeteros. Si a partir de ello sabrán construir un suspense eficiente es algo que está por ver, pero de momento tenemos el billete para el bus a Maine en el bolsillo.
Ver 5 comentarios